La historia del Franco periodista es tan interesante como desconocida. Hasta 91 artículos con tres seudónimos distintos en una mediocre carrera que nos deja la anécdota más paradójica de la censura franquista.
Todo el mundo conoce la obra literaria del dictador, que tuvo su apogeo en la novela maniqueísta Raza —mitad autobiografía, mitad panfleto del que se autoproclamó ‘el elegido’ por la gracia divina para regir los destinos de España—. No tantos conocen su anterior texto novelado: ”Marruecos: Diario de una bandera” de 1922 sobre sus experiencias africanas. Pero muy pocos conocen los escritos de Jakim Boor, Macaulay o Hispanicus para el diario del movimiento, “El nodo sobre árbol muerto”, el periódico ¡Arriba! Un diario que era imprescindible pero que no era rentable y que sobrevivía con un impuesto revolucionario salido de los beneficios de otros diarios privados que sí hacían bien su trabajo.
La paradoja y la autocensura estuvo siempre merodeando la obra de Franco según soplase el viento de sus intereses. Normalmente el tijeretazo final era obra suya. Nadie mejor y más en la cúspide de un sistema censor que él mismo diseñaría en 1938 con la norma provisional para tiempos de guerra y que se extendería hasta el 66 con la Ley de Prensa de Manuel Fraga.
Por ejemplo, en su “Diario de una bandera” de 1922 había constantes referencias y descalificaciones a los marroquíes, enemigos irreconciliables en la arena africana. Sin embargo, en la reedición más conocida de la obra —la de 1939— todas esas referencias se suprimieron porque los marroquíes habían sido importantes aliados en la sublevación militar del 36. Así funcionaba la propaganda del régimen.
Los enemigos de Franco según sus artículos con seudónimo. Fuente: C. Sánchez y D. Lumbreras
Pero fue en el periódico Arriba donde confluyeron las mayores incongruencias del sistema censor. El 26 de agosto de 1947 el Generalísimo publicaba el artículo “Serenidad” bajo el seudónimo de Macaulay.
Así cuenta Enrique de Aguinaga, redactor del periódico por entonces, cómo se recibían los artículos de Franco:
“El ministro de Educación llamaba al director del Arriba y le anunciaba que iba a enviar el artículo. Los traía un motorista y venían escritos en hojas grandes, de un papel de mucho gramaje (casi de cartulina), mecanografiados y con correcciones manuscritas con la letra de Franco (porque la letra de Franco la conocíamos perfectamente). Así, se mandaban al taller, a un linotipista que ya estaba encargado de ello. A los artículos de Franco se les daba el trámite normal: pasaban a la imprenta y en vez de ir a los correctores me los mandaban a mí. Luego seguían el trámite ordinario de enviar las galeradas a la censura”.
En el texto de “Serenidad” Franco habla sobre la subjetividad a la hora de valorar la crisis británica. Los ingleses estaban por entonces sumergidos en una de sus mayores ruinas económicas debida a la falta de stocks de carbón, un invierno durísimo y la imposibilidad de mantener a flote el sistema de producción industrial. En el texto Franco defiende y alaba a los británicos y llama a la objetividad (sic) de los medios a la hora de hacer leña sobre la madera caída. Para entender el contexto hay que recordar que los laboristas de Ernest Bevin, secretario por entonces del Foreign Office, estaban locos por impulsar la transición a la democracia en España. Eran los enemigos del régimen.
Texto completo de "Serenidad". Arriba 26/8/1947. Hemeroteca Municipal de Madrid
El texto pasó por la oficina de la censura de Monte Esquinza en Madrid y allí algún funcionario despistado tachó varias frases del artículo que dejaban demasiado bien a los laboristas y también las que hablaban de la censura en la prensa española. "Esto no, esto tampoco, esto no es bueno para el régimen…" tachaduras en rojo de una histórica galerada que aún conserva Don Enrique de Aguinaga, hoy catedrático emérito de Periodismo en la Complutense y que por entonces revisaba los artículos de Franco en el Arriba. Él era uno de los pocos que conocía la verdadera identidad de Macaulay.
El primer párrafo del texto (rescatado de la hemeroteca del Conde Duque) es absolutamente maravilloso, paradójico y resume perfectamente la falla de un sistema a la hora de querer controlar la información. El censor censurado cuando habla de la libertad de prensa y de que no hay censura. Sin comentarios.
“Contrasta la pasión con que en el mundo se enjuician los sucesos internacionales con la serenidad con la que la prensa española comenta los acontecimientos, llevando su nobleza y generosidad hasta a alabar a quienes nos vienen demostrando unas veces una morbosa enemiga, y otras falta de consideración o afecto. Con esto se demuestra la libertad de que disfruta la Prensa española en su juicio, pues si obedeciera a consignas o directrices de Gobierno, como fuera de las fronteras se nos achaca, desde luego, no aparecerían esas frases de alabanza a quienes, con motivo, podríamos encasillar en el número de nuestros enemigos [...]” Macaulay. Diario Arriba 26/8/1947.
Cuenta D. Enrique en el número 43 de la revista de la Asociación de Prensa de Madrid que “...todos se rieron a mandíbula batiente cuando el texto volvió marcado con rojo de Monte Esquinza y naturalmente se publicó tal y como el Caudillo la había enviado a la redacción”.
No fue la última vez que Franco tuvo una experiencia con la censura. O mejor dicho con la autocensura. En 1950 él mismo reescribe la adaptación cinematográfica de su novela Raza, —estrenada en 1942 y dirigida por Sáenz de Heredia, primo hermano de Jose Antonio Primo de Rivera— porque necesita adaptarla a los nuevos odios del régimen. Suprime los saludos con la mano en alto, cambia el título, quita las alusiones a la masonería y aligera todas las connotaciones fascistas para no enfadar a los Estados Unidos a la vez que redirige sus flechas al nuevo enemigo: el comunismo. Todo ello se descubre por una copia de la versión original del 42 encontrada en los archivos de la filmoteca de la antigua RDA.
Para más información recomiendo encarecidamente la lectura del trabajo de los investigadores Juan Carlos Sánchez Illán y Daniel Lumbreras Martínez, de la Universidad Carlos III, titulado: “Francisco Franco, articulista de incógnito” un viaje analítico apasionante sobre la obra periodística del dictador.