Hacerse con una silla de colaborador es la aspiración que todo joven sueña. ¿Para qué pasar unos años en la universidad si, total, el mercado de trabajo está saturado y la mejor opción es irse a Londres a limpiar mesas? Para eso, más vale entrar en cualquier reality, dar un poco de juego y acabar en un plató de televisión comentando lo primero que pase por la pantalla. Los colaboradores han conseguido mejorar la marca de los tertualianos, ampliando su campo de opinión a temas más allá de la política y la noticia -que no deja de ser un mal negocio, a juzgar por los saltos que muchos hacen entre cadenas cada mañana- y no les ha ido nada mal. Con tener un poco de labia y ganas de levantarse de la silla para gritar brazo en alto, más que suficiente. ¿Quién no puede exaltarse de vez en cuando por un módico precio?
Pero, claro, como en todo, las sillas tienen precio y categoría. No es lo mismo sentarse en la maquinaria imparable de Sálvame que hacerlo en un programa de late night o en Amigas y conocidas, ese revoltijo conducido por Inés Ballester donde tan pronto se habla de nazismo como se pone en aprietos a representantes de Eurovisión -preguntándoles, sin ir más lejos, si solo sonríen cuando hay un cheque de por medio-. Los programas tratan de ajustar sus presupuestos y encontrar a los mejores opinadores que sus bolsillos puedan pagar. Eso hace, claro, que nos encontramos con una gran cantera de colaboradores de saldo capaces de desgañitarse con la misma intensidad en cualquier tipo de formato. Son profesionales del grito y la palmada, expertos en condensar toda la información en menos de un minuto y lanzarla casi sin respirar para que nadie les hurte su tiro de cámara. Incluso para eso hay que valer.
Podríamos comenzar aquí una enciclopedia del colaborador (en formato coleccionable, de hecho, para hacer justicia a la llegada de septiembre), pero tampoco tenemos tanto tiempo -ni tanto aguante-. Así que, para compensar, nos quedamos con algunos de nuestros favoritos. Casos tan increíbles que han conseguido conquistar nuestros pequeños y críticos corazones. ¿Es o no es para quererles?
María Lapiedra
Exactriz porno, cantante en ratos libres, fanática de Joan Laporta y musa del independentismo. María Lapiedra lo tiene todo para triunfar en televisión. Incluso ha sido amante de Kiko Rivera, que eso da muchos puntos. No la imaginamos compartiendo sillón con Ana Rosa Quintana o debutando en La Sexta Noche, pero en Cazamariposas vuela libre y feliz. María canta, baila y opina de cualquier cosa sin quejarse. Ni siquiera su embarazo ha podido frenarla. Una joya de colaboradora muy poco aprovechada.
Carmen Alcayde
Cómo debe ser ver que tu compañero de mesa se ha convertido en la estrella de la cadena y tú, como mucho, aspiras a contertulia del debate de Gran Hermano. Carmen Alcayde lo tuvo todo con Aquí hay tomate, pero desde entonces cada vez ha ido a peor. Eso sí, nadie podrá quejarse de su entrega. La valenciana consigue comerse a los colaboradores que osan meterse con ella y es capaz de ver veinticuatro horas de GH para poder opinar de todo con conocimiento de causa. Deberían darle un programa junto a Terelu Campos. Pero uno que funcione, no como Fresa ácida.
Rebeca
Tú siempre fuiste, duro de pelar, duro de pelar. Veinte años lleva Rebeca cantando la misma canción -aunque ella aseguro que tiene muchas otras- y no ha sido hasta su paso por Supervivientes cuando ha podido sentar su culo en una silla. La pobre no se da cuenta de que es un icono absoluto y se empeña en ir de sensata, cuando lo que tendría que hacer es soltarse -más- la melena y reivindicar su puesto de reina del verano, junto a Sonia y Selena. Si no fuese por su enemistad latente con La Pelopony, no sabemos qué haría en Cazamariposas.
Teresa Bueyes
De abogada de los famosos a personaje televisivo. A Teresa Bueyes le gustará mucho el derecho, pero las cámaras tampoco le molestan. Experta en visionar programas del corazón para sus clientes, al final ha saltado del despacho a la silla de colaboradora. En Amigas y conocidas no sabemos muy bien qué querían que hiciese -¿asesoramiento legal?-, pero, sin duda, defender el nazismo seguro que no estaba entre sus planes. Un 'lo siento, me he equivocado, no volverá a ocurrir' le funcionó al rey Juan Carlos, ¿por qué a Teresa no?
La Pelopony
Uno de los grandes descubrimientos de los últimos años. Los aficionados a las fiestas, sobre todo, madrileñas, ya conocían a La Pelopony, pero el gran público la descubrió gracias a Supervivientes. Cantante, agitadora social y lo que se le pase por la cabeza, pasea sus larguísimas extensiones con unos modelitos imposibles y un desparpajo del que ha nacido para vivir en un plató. Lástima que no tenga un show llamado Pelopony, donde pueda entrevistar a grandes personalidades del país. ¿Se imaginan un cara a cara con Rajoy? Ni Ana Rosa.
Nacho Montes
Cuando se conquista la etiqueta de 'hombre elegante y que sabe de moda' ya no hay forma humana de quitársela. Nacho Montes ha hecho de su afilada lengua su mayor arma. Estilista en Mujeres y hombres y viceversa, no queda debate en el que no haya estado ni reality en el que no haya participado. También escribe -¿algún rostro televisivo sin libro?- y da clases de estilo. ¿Qué pensará de no formar parte de los estilistas de Cámbiame? Seguro que le ha tocado la fibra sensible.
Miguel Frigenti
En el principio de los tiempos, los Frigenti eran tres hermanos que aparecían, de vez en cuando, por Sálvame. Del grupo solo permanece Miguel, que enarbola su etiqueta de experto en Gran Hermano con furor. Si necesitan saber algo de las quince ediciones anteriores del reality, es su hombre. Y si necesitan a alguien que lleve en el código genético la forma de hacer televisión en gran parte de la programación de Mediaset, también.
Antonio David Flores
Haber estado emparentado con la familia de una folclórica da muchos puntos para trabajar en televisión. Ahí tiene a Rocío Carrasco, Rosa Benito, Rosario Flores o la incursión express de Chabelita. Antonio David se convirtió en uno de los rostros fijos de Crónicas marcianas y todavía continúa estirando el chicle en Mujeres y hombres y viceversa. 'Asesor del amor' se llama su puesto -¿estará contemplado como categoría laboral?-. Nos sorprendería, pero si Raquel Mosquera también lo ha sido, no tenemos fundamento para escandalizarnos.
Cualquier ex 'Gran Hermano'
Retroalimentarse de tus propios productos es una de las grandes claves de Mediaset para rellenar la parrilla a un precio módico. Cualquier exconcursante de Gran Hermano sirve como colaborador, al menos durante unos meses -hasta que se le acaba el tirón mediático-. La ventaja es que siempre tendrán nombres en la recámara. En el top, Kiko Hernández, el único que ha conseguido vencer la estela del concurso. Y llevan dieciséis ediciones... El peor negocio del mundo.
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