Russell Brand saltó a la fama en 2004, cuando se puso ante las cámaras como presentador del programa televisivo Big Brother's Big Mouth, que surgió de la quinta edición de Gran Hermano en su versión para Reino Unido. Resulta curioso que fuese él quien se encargara de conducir el programa, ya que por su estrafalario aspecto podría haber sido perfectamente un concursante más y seguro que habría dado bastante juego.
Le gustó el tema de la fama y no le costó conseguir una oferta para presentar su propio programa radiofónico. A partir de ahí continuó apareciendo en las pantallas británicas y estadounidenses como comediante y como intérprete -tanto de cine como de televisión- o presentando diversas ceremonias. Estuvo al frente de los MTV Video Music Awards 2009 y MTV Movie Awards 2012, actuó en algunas películas como Forgetting Sarah Marshall o Bedtime Stories, participó en un capítulo de Big Time Rush e incluso hizo una aparición sorpresa en la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de Londres 2012, donde realizó un playback de la canción I am the walrus de The Beatles.
El matrimonio de Russell Brand y Katy Perry duró sólo 14 meses.
En múltiples ocasiones, Russell ha explicado que fue drogadicto durante sus años mozos. Logró la rehabilitación en 2003, pero posteriormente se enganchó a la cantante Katy Perry, con la que llegó a casarse en el 2010, aunque esta adicción también le duró poco… Concretamente, catorce meses. En diciembre de 2011, Russell y Katy no solo pusieron fin al año, sino también a su matrimonio. Nuestro protagonista, que quería formar una familia feliz con hijos y todo, se envalentonó pero al parecer Katy dijo que ‘nanai’, que ella tenía el cuerpo y la carrera profesional demasiado bien como para arriesgarse a estropearla con un bombo. Por lo que ella misma relató en su momento, cuando se dio cuenta de la diferencia de criterios (que repetimos, tardó solo 14 meses) Katy se dedicó únicamente a beber y a comer Cheetos flamin' hot. Vamos, que se puso gocha. Paradójicamente, a pesar de huir de la responsabilidad de tener niños, se convirtió posteriormente en la embajadora de UNICEF: el clásico “¿No querías caldo?, pues toma tres tazas” en acción.
El pobre Russell, con estos palos a sus espaldas, y ante el vacío que le dejó Katy -algo que la fama y el dinero no pueden llenar-, ha decidido dar un paso más y de repente se ha sumergido de lleno en el ámbito político del panorama británico. Al margen de los partidos establecidos, Russell ha creado su propia revolución para erguirse contra el sistema, con el que está en completo desacuerdo. Dice Brand que precisamente por haber padecido drogadicción, ha podido experimentar de primera mano cómo se ignoran las necesidades reales del pueblo, haciendo especial hincapié en la pobreza, pues dice que el sistema atiende exclusivamente las necesidades de las corporaciones. También se atreve a hablar del daño que la mayoría de fábricas ejerce contra el medio ambiente con la economía como excusa y tampoco se corta a la hora de hablar de la hipocresía de los políticos, recordando que los tres últimos presidentes de los Estados Unidos, e incluso el primer ministro del Reino Unido, David Cameron, reconocieron haber probado drogas, cuando sin embargo cualquier ciudadano común es juzgado y encarcelado en aquel país por consumir una pequeña cantidad.
¿Un 'Pablo Iglesias británico'?
Aunque de una forma bastante diferente, es posible ver en Brand a una especie de Pablo Iglesias británico, por aquello de que ambos están involucrados en la política desde una postura progresista y comparten el gusto por la aparición mediática -no hay que olvidar que que el líder de Podemos también es presentador de un programa e incluso tertuliano de televisión-. Melenas aparte, ambos se muestran muy cercanos al pueblo y por ello adoptan un tono distendido en sus incursiones, pero si en algo se diferencian claramente es en que Russell no compra la ropa en Alcampo. El suyo es un estilo más excéntrico, llegando a autodefinirse como “el Willy Wonka del libro Charlie y la Fábrica de Chocolate”.
Brand le pone tanto humor a la defensa de su revolución que no le han faltado las críticas. El periodista Jeremy Paxman, por ejemplo, le llamó la atención en una entrevista por tomarse tan a cachondeo el asunto, y llegó a cuestionar sus preceptos. Sin embargo, para Russell el mayor obstáculo que hay en la revolución es la creencia de su imposibilidad, por lo que llama a la gente a unirse y a dar sus motivos para hacerlo en su página web, donde concluye el llamamiento de forma desenfadada: “Poneos las botas. Preparad un sándwich”. Quien quiera apuntarse, puede empezar por ver el vídeo que reproducimos a continuación: