Cuando Rocío Jurado falleció en 2006 no solo nos dejó huérfanos demasiado pronto de una de las voces más portentosas del panorama musical español -e incluso internacional- sino que, además, con ella terminaba un clan que se había ido juntado alrededor de ‘la más grande’ con la idea de recoger las migas que la cantante iba dejando por el camino -lo que vienen siendo unos palmeros de toda la vida-. O, al menos, eso es lo que pensábamos los demás. ¿Cómo íbamos a imaginar que la vida después de la Jurado iba a convertirse en un circo de tantas pistas que ni Bárbara Rey en sus mejores años hubiera podido controlar? Y es que, a día de hoy, lo que se encontraría Rocío Jurado si levantara la cabeza sería...
Una cuñada, Rosa Benito, convertida en una de las mayores estrellas televisivas del momento gracias a Telecinco.
Rosa compartió camerinos, lacas y peines con Rocío Jurado y mimetizó todos y cada uno de sus movimientos -llegando incluso a desarrollar un buen tono de voz para cantar las canciones de su cuñada-. Y con todo ese bagaje folclórico a las espaldas, apareció en televisión. Rosa sabe mirar a cámara, dar la frase perfecta y dotarla de un sentimiento y una fuerza más propios de una composición de Manuel Alejandro que de una tarde en Telecinco. Pero no solo eso. Rosa fue a Supervivientes, ganó y recuperó una figura que le valió varias proposiciones de Interviú para que posara desnuda. Y de momento no lo ha hecho, pero tiempo al tiempo.
Un hermano, Amador Mohedano, que no supo recuperarse de su muerte.
Lejos de haber triunfado como manager de artistas, prefiere dedicar su vida a recoger palos por el campo y subir a señoritas de dudosa reputación a su ático de Chipiona -ático que parece ser que, además, paga su mujer-. No solo por la pérdida de una hermana, sino también por la desaparición de todas sus fuentes de ingreso. Rocío Jurado era una artista que se vendía sola, y claro, Amador se acomodó. Además, ya se sabe, cuando se trabaja con la familia, se pasan muchas cosas por algo. Tras el fallecimiento, decidió que iba a dedicarse a llevar la carrera de su hija, pero cuál fue su sorpresa cuando se dio cuenta de que no era, precisamente, la nueva Rocío Jurado. Deprimido, arruinado y físicamente muy desmejorado, se encerró en su casa, de la que solo ha querido salir para ir a Supervivientes. Allí, al menos, le pagan por recoger palos.
Una hija, Rocío Carrasco, que permanece ajena al mundo de la prensa y, de paso, al de su familia.
La única hija que Rocío Jurado tuvo con Pedro Carrasco fue una clara precursora de lo que ahora llamaos it girl. Fue modelo, presentadora, actriz y protagonista de una de las bodas de la década, con postizos en el pelo y manicura francesa incluida. Rociíto quería triunfar y así lo hizo, auspiciada por su propia madre y por María Teresa Campos, que ha sido como otra madre para muchas. Pero con la enfermedad de su madre, Rocío Carrasco desapareció del mapa, demostrando que por mucho que uno sea noticia, si no quiere entrar al trapo, no entra. Desde entonces, se ha mantenido al margen de todo, no asistiendo ni a los homenajes que se le rinden a su difunta madre. Tampoco se habla con sus hermanastros, su padrastro, su familia por parte de madre, ni, seguramente, con el peluquero que le doma su voluminosa melena. Ahora, con Terelu sí habla, que son como hermanas.
Un marido, José Ortega Cano, en prisión.
¿Quién le iba a decir a Rocío Jurado que su torero particular acabaría entre rejas por haberle quitado la vida a un hombre en un accidente de tráfico? Pero no solo eso. El que en otros tiempos estaba tan a gustito se ha paseado por los platós, contando su versión del accidente, y demostrando muy poca humanidad respecto a la víctima de dicho accidente. En una época donde los profesores están tan poco valorados, que le llamen ‘maestro’, tal vez debería ser ganado. El torero, además, también ha aprovechado el tiempo para tener un hijo a los 60 años y para vender la casa de la Jurado. Ahora, desde la tranquilidad de la cárcel, suponemos que meditará sobre su vida, su presente, su pasado y su futuro.
Unos hijos, José Fernando y Gloria Camila, que hacen gala de un conocimiento de la vida sorprendente para un par de adolescentes.
Él, José Fernando, lucha, sin ningunas ganas, por una rehabilitación que consiga evitar la pena de cárcel a la que se enfrenta. Y ella, Gloria Camila, jura y perjura que no quiere saber nada de televisión, pero no pierde oportunidad para hacer el paseíllo y dar declaraciones incendiarias al primero que pase. Por los platós hemos visto a novias, amantes, amigos, enemigos y vecinos de escalera contando las bondades y maldades de estos hermanos -que además de fama, cuentan con patrimonios que varios millones de euros-. ¿Pero qué pasara cuando se termina el dinero? ¿Les veremos dando titulares a golpe de exclusiva? ¿Subastarán lo que les quede de Rocío Jurado? En este circo es ya todo posible.
Y una sobrina, Chayo Mohedano, que iba para ser la heredera de la más grande y se ha quedado en una de sus peores imitadoras.
Chayo no canta mal pero no es Rocío Jurado -y eso es lo que nadie, ni su propio padre, supo ver-. A esta chica le pones unas canciones a su medida y hubiera podido tener una carrera mejor que la de muchos, pero tratar de meterse en los zapatos de la Jurado sin serlo, solo puede salir mal. Así que, para compensar, Chayo se dedicó a la televisión, a los realities y a las exclusivas, sin darse cuenta de que terminaría eclipsada por su propia madre. Ahora, con familia numerosa a cuestas y emparentada con María del Monte, se dedica a dar pregones populares por los pueblos de España.
¿Ven por qué es mejor que Rocío Jurado se quede donde esté?