Mucho antes de que llegaran los colonizadores británicos a suelo norteamericano en tierras asturianas se ahuecaban nabos para rellenar de carbón e iluminar los caminos en la noche de los muertos, el 31 de octubre. Mucho antes de que niños disfrazados de zombies pidieran golosinas casa por casa al ritmo del ‘trick or treat’ en el norte peninsular y en todas las tierras con ancestros célticos se llenaban vasijas con agua y dulces alrededor de las casas para ayudar a las almas a encontrar su descanso y el camino al sol. Mucho antes de que los americanos industrializaran el cutre-género cinematográfico halloweenesco en Asturias y Galicia la noche del 31 de octubre era común la narración de historias y leyendas sobre las andanzas de bruxas, curuxas y la "Güestia" o Santa compaña.
Me mandan esta foto. Siero, Cantabria, 1917. Celebrando Halloween. Luego Franco la sustituyó por Todos Los Santos. pic.twitter.com/llhFlmABw3
— Arturo González-Campos (@ArturoGCampos) October 27, 2015
Mucho antes de que la Iglesia se quejase de la invasión y del nuevo culto macabro anglosajón al diablo, la muerte y lo grotesco... sus antepasados más rancios del clero lucharon por convertir y acabar con los paganismos que triunfaban en toda Europa la noche de los muertos.
Pero no solo en Galicia o Asturias se celebraba entonces la noche de los muertos. La procesión de las ánimas era una tradición muy extendida en Extremadura y Castilla y León en el XIX. Ánimas vestidas de negro o blanco que recorrían las calles del pueblo pidiendo dinero casa por casa (¿os suena?) y que solía terminar en el cementerio. Como en otras tradiciones la Iglesia metió mano y firma. En Zamora, por ejemplo, todavía se sigue celebrando tras pasarse al 2 de noviembre y perder todo vestigio pagano.
Los faroles de calabaza pueden parecer una original tradición estadounidense pero no es más que una adaptación de viejos hábitos célticos. En Andalucía, sin ir más lejos, existe (todavía) la costumbre de hacer farolillos con melones huecos la noche de difuntos. Se ahuecan y se modelan con ojos (¿os suena?) para después colgarlos en el dintel de las puertas y asustar con ello a los malos espíritus.
Farolillos hechos con melones en Andalucía. Fuente: IberiaMágica
Ningún historiador tiene ya dudas sobre el origen celta de la fiesta de Halloween. Hace más de 3000 años. A finales de su octubre, cuando el verano estaba más que rematado, los celtas celebraban el fin de las cosechas. Durante la noche de Samhain del 31 de octubre los espíritus de los muertos volvían también para reconocer el mundo de los mortales. Para ello el pueblo celta (y por ende los celtíberos) se preparaban en toda una serie de rituales que mezclaban la fiesta, la comida y el culto a sus muertos.
Con la ocupación romana la fiesta se mantuvo, haciendo suyo las tradiciones e incorporando únicamente a sus dioses. Todo cambiaría cuando llegó la Santa Madre Iglesia.
La Iglesia católica dice que Halloween es una fiesta macabra pic.twitter.com/gwn50HirE9
— Eterno Primavera (@SiPeroNo1) October 29, 2015
La Iglesia moría de rabia por el éxito de las fiesta paganas durante la expansión musulmana y ya los papas Gregorio III y Gregorio IV durante los siglos VIII y IX intentaron fagocitar y poner orden ante el exceso de irreligiosidad y brujería. Durante mucho tiempo el proselitismo cristiano intentó, paradójicamente, disfrazar la antigua fiesta de culto a la muerte y a lo desconocido con sus mártires, santos y plegarias. Fue en Escocia e Irlanda donde la celebración celta estaba todavía más arraigada. En el siglo XVI el clero escocés intentó institucionalizar poniendo un nuevo nombre al dia de los muertos: ‘All Hallows' Even’ o 'Víspera de Todos los Santos', para relacionarla con una fiesta que sí era suya, la del día siguiente.
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Una de las razones por las que vemos ahora el rito norteamericano como poco ortodoxo es porque allí ninguna religión ha intentado prostituir una costumbre para arrebatársela a la tradición. Aunque allí llegara muy tarde. Con la gran hambruna irlandesa de 1845 dos millones de irlandeses cruzaron el charco. Con su hambre viajaron también sus viejas tradiciones célticas. No fue hasta 1921 cuando se popularizó la fiesta en territorio norteamericano camuflándola con sus modas y manías.
Más tarde, en los 70, lo que no había conseguido la Iglesia en siglos lo hizo el cine de John Carpenter en un par de años. Nos trajo de vuelta una costumbre moldeada a su antojo y que vendían como propia pero que habíamos inspirado nosotros desde Europa.
Feliz Halloween.