"Mi corazón se rompe cuando veo esta foto. Lloramos cuando filmamos este oso moribundo. Esta es la cara del cambio climático. Un oso polar lucha durante sus últimos días en el planeta. Viajamos al Ártico con @sea_legacy en agosto y vimos osos saludables y osos hambrientos. A medida que el cambio climático se acelere, vamos a ver menos de los primeros y más de los últimos. Es una realidad desgarradora de nuestro estilo de vida actual. Por favor, únanse a nosotros en @sea_legacy. Todos y cada uno de nosotros debemos actuar ahora. Nadie va a arreglar esto por nosotros."
Estas son las palabras que acompañan la publicación de Cristina Mittermeier, fundadora junto con Paul Nicklen, de la asociación de defensa medioambiental Sea Legacy. El oso no es un ejemplar de edad avanzada en el ocaso de su vida, es un macho desnutrido y que apenas puede mantener el equilibrio. "Músculos atrofiados, falta de energía y que le espera una muerte lenta y dolorosa"
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Los osos polares se encuentran en estado de "vulnerabilidad dentro de la lista roja de animales en peligro de extinción" según el fondo mundial para la naturaleza (WWF). Es una certeza que su población está disminuyendo. Según 'Polar Bears International', quedan menos de 25,000 animales salvajes en todo el planeta y el problema es la falta de hielo.
¿Por qué los osos polares necesitan el hielo y el viento para sobrevivir?
La dieta del oso polar está constituida fundamentalmente por focas anilladas y para poder cazarlas tienden emboscadas rápidas desde el hielo marino estable, no desde los glaciares. El hielo del Ártico se derrite cada vez antes y se forma cada vez más tarde en otoño, lo que provoca que los osos tengan que aguantar más tiempo sin comida.
Pero la estrategia de su caza se ve perjudicada también por otros factores ambientales.
Un estudio publicado en Scientific Reports demostró hace poco que los osos localizan a sus presas a decenas de kilómetros de distancia mediante el olfato, aprovechando las corrientes de viento para iniciar su desplazamiento hacia la presa. Este ritual de olfateo lo hacen por la noche y cuando los vientos son más lentos, lo que le permite localizar la fuente del olor iniciando la ruta contra esas corrientes.
El cambio climático está provocando el deshielo marino pero también la aceleración de estos vientos del Ártico, lo que dificulta el rastreo olfativo y la economía de esfuerzos. El oso se desorienta y pierde el rastro más fácilmente.
Por otra parte, este deshielo marino provoca también un moviendo más rápido de las piezas a la deriva y los osos tiene que aportar más energía para mantener el ritmo y acechar a las focas localizadas. La caza natural de la foca ha sido siempre sobre hielo marino estable, ahora tienen que nadar para alcanzar los ejemplares a la deriva.
Por todo ello los osos están cambiando las técnicas de caza para lograr abatir focas y sobrevivir a estos imprevistos, pero no todos están adaptándose ni tienen las condiciones físicas para hacerlo, de ahí la disminución de los ejemplares de la especie. Ahora comen delfines, carroña y hasta huevos.
Ninguno de estos alimentos suple el aporte calórico que supone la caza de focas. El esfuerzo para lograr la misma recompensa de grasa es mucho mayor y no están evolutivamente preparados para soportarlo.