Suenan tambores de rescate para la banca italiana. Tan solo falta ponerle cifra al desaguisado. Los primeros análisis dibujan un agujero de entre 40.000 a 45.000 millones de euros en capital para cubrir los 360.000 millones de créditos morosos del sistema (un 18% del saldo crediticio italiano). Pero la foto definitiva no se conocerá hasta el próximo 29 de julio. Ese día, la Autoridad Bancaria Europea (EBA, en inglés), el organismo regulador que el gobierno quiere traerse a España tras la victoria del brexit, publicará los resultados de los test de estrés a los principales bancos europeos. Entonces, se conocerá el sonrojo de capital para las entidades transalpinas. Continúan las curvas en los mercados. Otro foco de infección para un mes de agosto que prevé vivir al borde un ataque de nervios. Las consecuencias del brexit. La posible indefinición política en España…
La delicada salud de la banca italiana no es sólo foco de inestabilidad para el resto del sistema financiero europeo. Pese a las vacunas inyectadas durante la crisis en el resto de países. Un sistema al que se le está acabando la imaginación para sobrevivir en épocas de tipos de interés negativos. Sólo la contabilidad salva este período de ROEs en coma terminal. La tensión de la banca italiana es otro nuevo foco para comprobar el compromiso de construcción europea, escenificadas en las nuevas reglas impuestas por el Banco Central Europeo (BCE), como supervisor único europeo.
El MER establece un protocolo antes de llegar a las inyecciones de dinero. Accionistas, bonistas y depositantes por encima de los 100.000 euros tendrán que hacerse cargo de las quitas
Desde este ejercicio están prohibidas las recapitalizaciones bancarias con cargo al contribuyente. El Mecanismo Europeo de Resolución establece un claro protocolo antes de llegar a las inyecciones de dinero público. Accionistas, bonistas e incluso depositantes por encima de los 100.000 euros tendrán que hacerse cargo de las quitas. Sin embargo, el Ejecutivo de Renzi anda maniobrando para utilizar fondos públicos en el rescate de sus bancos.
Lo hace a través del banco malo que prevé un sistema de garantías públicas al tramo senior (el más seguro) de los créditos dudosos, de los que 200.000 millones son incobrables. El objetivo del Gobierno de Renzi es que las garantías ayuden a "desbloquear" el mercado. El problema sigue siendo el precio: muchos bancos asignan a estos créditos un valor en libros demasiado alto, mientras los compradores interesados (sobre todo fondos de capital riesgo norteamericanos) ofrecen sólo una mínima parte del valor nominal. Se estima que la banca italiana tiene concedidos préstamos hipotecarios problemáticos por unos 66.000 millones, de los que UniCredit tiene en sus balances un 45% del total, seguido por Intesa Sanpaolo. Además, el país se enfrenta a la falta de capital de muchos de sus bancos de tamaño pequeño mediano.
Por este motivo, el Ejecutivo de Roma ha decido sacar adelante otra iniciativa: la creación de un fondo participado por los grandes bancos italianos (y por la entidad pública CDP) que tendrá un doble objetivo. De un lado, participará en las ampliaciones de capital de los bancos en apuros; del otro, podrá comprar créditos dudosos. A falta de la tercera parte del proyecto -es decir, un decreto que agilice la recuperación de los créditos por parte de los bancos - la creación del fondo, denominado Atlante, dotado con apenas 5.000 millones, representa el corazón del banco malo italiano. Y con ayudas públicas en su interior.
Inyección de oro
Ayudas de Estado que Bruselas quiere evitar a toda costa y que vienen de lejos en el caso italiano. De hecho, las presiones políticas impidieron a Joaquín Almunia, en su etapa como Comisario Europeo de Competencia, abrir un expediente a Italia por ayudas directas a su banca. Concretamente, por inyección de oro.
En enero de 2014, el Banco de Italia decidió revalorizar sus reservas de oro, que ascienden a 2.541 toneladas, a precio de mercado. El banco central transalpino mantenía inalterable el precio de sus reservas desde 1930. La decisión provocó una millonaria revalorización del precio de su oro, distribuido en cuatro lugares diferentes –tres de ellos fuera de Italia, por valor de 7.500 millones de euros.
El supervisor italiano decidió repartir este excedente de dinero entre sus accionistas. En la práctica, los bancos italianos. Una situación que no sucede en la mayoría de los países europeos. Intesa Sanpaolo y Unicredit, los mayores accionistas del Banco de Italia, con un 42% y 22%, respectivamente, lograron una inyección de capital público de 3.500 millones, gracias a este reparto de diviendos, con los que dar una patada hacia delante en sus problemas de solvencia. El movimiento ayudó al resto del sector según su participación en el accionariado del banco central italiano.
Apelar al oro como mecanismo de salvamento no es nuevo en la historia de Italia. Ya en 1974, el gobierno transalpino tiró de sus reservas de oro para solicitar un préstamo de 2.200 millones de dólares al Bundesbank alemán. Paradójicamente, la institución más crítica en la actualidad con el sistema financiero italiano.
La decisión del supervisor mostró una vez más el proteccionismo del Gobierno italiano hacia un sistema bancario que fue de los últimos en trasponer la directiva europea sobre las quitas a accionistas o titulares de productos híbridos en caso de resolución o reestructuración de una entidad.
Las últimas pruebas del BCE convirtieron a Italia en el país donde se detectó un mayor déficit de capital en su banca durante los test de estrés y el AQR
Las últimas pruebas del BCE convirtieron a Italia en el país donde se detectó un mayor déficit de capital en su banca durante los test de estrés y el AQR. En total, las entidades italianas debían cubrir 9.700 millones de euros para hacer frente a posibles contingencias, casi un 39% de los 25.000 millones de déficit detectados en toda la banca europea hace apenas dos ejercicios.
La palma se la llevó el Monte dei Paschi di Siena, con un agujero de 4.250 millones, de los que en el momento de hacer la prueba aún 2.110 millones estaban pendientes de captar. Un caso similar fue el de Banca Carige, con un déficit de 1.830 millones, de los cuales faltaban 810 millones. Entre los suspensos que necesitaban captar más dinero también se encontraron Banca Popolare di Milano, que de los 680 millones detectados aún le faltaban 170 millones, y Banca Popolare di Vicenza, con otros 680 millones, 220 millones de ellos pendientes.
Ante esta situación, el supervisor europeo decidió incrementar el ratio de capital que exige a algunas entidades italianas. El ratio de capital promedio del sistema es del 11,8%, un punto porcentual inferior a la media de los grandes bancos europeos. Además, la calidad de los activos continúa deteriorándose, siendo la tasa de mora actual cercana al 18% (por los lentos procesos de salida de la mora, la definición contable del ratio y la alta exposición al segmento pymes) y su cobertura con provisiones es inferior a la de los bancos europeos comparables.
En términos de rentabilidad su posición también es preocupante. En 2014 la ratio de rentabilidad sobre recursos propios, el ROE, fue prácticamente nulo, aunque sustancialmente mejor que el -11% de 2013. Datos dramáticos para un sistema que tiene un tamaño muy importante en relación al total europeo, pues sus activos equivalen a una vez y media los españoles. Su precaria situación supone otra prueba de esfuerzo con el compromiso de construcción europeo.