Opinión

Andrea Levy, la niña de sus ojos

Levy entra en las listas a las generales y al Ayuntamiento. Es la única candidata bifronte del PP. No es ni tertuliana, ni torero ni independiente. Pero ahí está, en el frontispicio electoral

  • Andrea Levy

En la teoría cabalística de Carmen Calvo, el número 8 no es una pavada. “El 28 (fecha de las elecciones) tiene dos dígitos y uno es el 8. Como el 8 de marzo. Ya lo voy avisando”. Andrea Levy también tiene una suma de 8 con la que jugar. Va de 6 en las generales y de 2 en las listas por Madrid. Pero no lo avisa, sino que lo hace. Levy fue la primera del PP que se apeó en marcha de la manifestación feminista del 8M. “Ese manifiesto no me representa”, dijo. Y se plantó. 

Se espantan los tertulianos de que las listas de Casado están repletas de tertulianos, toreros y un par de empresarios que pasaban por ahí. Pocos reparan en ‘la niña de sus ojos’. Andrea Levy, 34 años, hará doblete. Entra, sin codazos, en las candidaturas al Congreso y al Ayuntamiento. Un caso singular. “Tenía que acompañar a Pablo en este momento. Y me es imposible dejar a mi alcalde”, comenta la elegida. De modo que se ha convertido en la única candidata bifronte del partido. En un espécimen infrecuente. Todo en Levy lo es.

Hace apenas cuatro años, cuando aterrizó en Madrid desde su Barcelona original, era una perfecta desconocida. Llevaba ya diez años en el PP. Empezó, como tantos, en Nuevas Generaciones, mientras estudiaba Derecho. Abandonó luego su prometedor puesto en el despacho de Uría, tras desempeñarse también en el de Roca, y se enroló cerca de Alicia Sánchez Camacho en las filas del partido.

La amenaza de la ‘nueva política’

Por entonces, el PP mostraba signos evidentes de decrepitud. Crecía Ciudadanos y se musculaba Podemos. Había que hacer algo, renovar  el partido, plantarle cara al espectro de ‘la nueva política’. Era imprescindible reaccionar. Jorge Moragas fue el art director del cambio de imagen del PP. Colocó en el frontispicio del partido, ese escaparate donde confluyen las cámaras y los focos, a cuatro caras nuevas, cuatro rostros jóvenes y resueltos, sin mochilas ni tufo a corrupción. Pablo Casado, Javier Maroto, Fernando Maíllo y Levy. Al principio se les conocía por ‘los becarios’ o ‘los cachorros’ del PP y pocos los tomaban en serio. Hasta Rajoy, con esa pachorra displicente tan característica, se refería a “Eva” cuando hablaba de Levy por las radios.

En estos casi cuatro años de lidia feroz contra todo tipo de elementos, internos y externos, Andrea Levy ha madurado, ha aprendido a modular los guantazos y a encajar las trompadas. Se ha convertido en una de las presencias mediáticas más beligerantes y eficaces de su formación. Casado y ella eran los únicos que daban la cara cuando estallaban escándalos o llovían entuertos. 

Levy es algo más que una muchachita tierna a la que le gusta la música indie, como la describen algunos comentarios ponzoñosos. Es, también, la encargada de elaborar el programa para las generales

Abandona su escaño en Cataluña, donde también mostró sus garras al separatismo en las jornadas de rebelión y república, de bronca y traperos que ahora se juzgan, y asienta su futuro en Madrid. Casado la quiere a su vera. Igual que en julio de 2015. Nerviosos como debutantes, Casado y Levy fueron los encargados de abrir la Conferencia Política de su partido ante tres mil dirigentes de una formación que amenazaba ruina. Dolores de Cospedal, Esperanza Aguirre y Cristina Cifuentes ocupaban la primera fila, junto al Gobierno en pleno, con Soraya Sáenz de Santamaría a la cabeza. “Los chicos lo hicieron bien”. Soltura y desparpajo. Aire fresco, nueva imagen, todo era posible.

Un espejismo. El entusiasmo resultó efímero. Llegaron las elecciones de diciembre y al PP se le congeló el pulso. Luego, las de junio de 2016 permitieron abrazarse a la esperanza. De nuevo vencedores, otra vez en Moncloa. Hasta el batacazo feroz, la moción de censura, el bolso de Soraya, la eterna velada de whisky y llanto en Arahy y un adiós estruendoso a todo aquello. Desterrados a la oposición y sin pasaje de vuelta.

Levy es algo más que una muchachita tierna a la que le gusta la música indie, como la describen algunos comentarios ponzoñosos. Es, también, la encargada de elaborar el programa para las generales. Mano a mano con Javier Fernández-Lasquetty, el ‘cerebro en la sombra’ de Casado, con aportaciones de Isabel Benjumea. Faes por un tubo. ¿Cómo lograr  que regresen los que se fueron y que no se vayan los que ahora dudan? He aquí el reto de imposible respuesta. El PP ha recuperado brío, se ha sacudido la somnoliente pereza y bracea desesperado para no perecer en el intento. “¿Qué han hecho con mi cocina?”, clamaba Lana Turner al contemplar a Jessica Lange y Jack Nicholson en la tórrida escena del remake de ‘El cartero siempre llama dos veces’. “¿Qué han hecho con mi PP?”, corea sumido en la desolación el marianismo ahora desterrado.

En una sonada entrevista, Levy afirmó que  “La Casa de Bernarda Alba me ha hecho revolucionaria” y algunos se chotearon. Casado, no. Acaba de colocarla en las listas de Madrid. Generales y locales. Sánchez y Carmena, en el objetivo. Algunos han puesto reparos a los toreros, a los tertulianos y hasta a Suárez Illana. Pero nadie ha objetado lo de Levy. Salvo un reflexólogo pedante que escribe ‘concretizar’ y ‘aglutinar enfoques’. Cosas de bellacos.

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