Goya se inspiraba en la realidad cotidiana para dibujar las extravagancias y los personajes de la época. Goya también supo retratar el elemento demoniaco en sus pinturas, en su crítica de la sociedad española. Algunos personajes deformados y escenas grotescas descifran “lo horrible”, la estrechez de las mentes de su tiempo. La cultura de la ignorancia, el fanatismo y la superstición le llevaron a una pintura oscura como la época. El cansancio nos lleva a muchos al mismo hartazgo de Goya al ver el ambiente huraño y cerril del nacionalismo. Hemos llegado a la misma saturación y ellos, a la misma negrura.
Hay quien prefiere mirar a la sociedad a través de un cristal de confeti retórico. Los últimos disparates del procés parecen inspirados en alguno de los grabados más grotescos de la serie de Goya. Ahora nuestros queridos socialistas se regocijan en el aquelarre del procés, y me viene a la mente el famoso cuadro de Goya, El aquelarre. Las figuras del cuadro miran al macho cabrío, por lo que parecen prestar oídos a sus palabras, al igual que hace el Gobierno socialista reunido en su aquelarre con el nacionalismo. Se busca el indulto y la resurrección política de personajes como Junqueras, o se trabaja para modificar el delito de sedición y rebajar a la mitad las penas bajo la vieja (y ya refutada por los hechos) premisa de la concordia. En los últimos días también hemos aprendido que acatar la justicia es una “actitud de revancha”. El maestro Goya abrió el camino al romanticismo histórico que ha dado lugar a escenas como la de Ábalos comparando a Junqueras con Mandela y los presos políticos del franquismo, alabando así la figura grotesca del antifa fastizoide, personaje oscuro donde los haya.
Los nacionalistas siempre saldrán bien parados mientras sus cómplices ayuden a evitar el triunfo del sentido común y compartan cuatro ideas delirantes cual brebaje alucinógeno de vuelos nocturnos
Algunos no buscamos moralizar sobre si cumplir la condena es un acto revanchista, o si las brujas de Goya son buenas o malas. Lo que sí sabemos es que la impunidad del nacionalismo catalán no conoce límite jurídico ni legal. Los nacionalistas siempre saldrán bien parados mientras sus cómplices ayuden a evitar el triunfo del sentido común y compartan cuatro ideas delirantes cual brebaje alucinógeno de vuelos nocturnos. Indultos por la Patria es el nuevo brebaje que ahora nos toca beber.
Como comentaba Félix Ovejero en Secesionismo y democracia, el “debemos hacer X porque sí, porque me conviene a mí o a los míos, no es un argumento con fuerza moral en un debate democrático”. Lo es “hay que hacer X porque se corresponde con el interés general”. El interés general, como la concordia, es la coartada del hipócrita para justificar una propuesta que en realidad interesa a esos dos partidos, y muy poco a los españoles. Dice Ovejero que todo esto recuerda a aquella frase de La Rochefoucauld: “La hipocresía es el tributo que el vicio rinde a la virtud”.
La mentira y la ilegalidad
Todo se confía a la desmemoria funcional del votante, que beberá el mejunje de aquella premisa de la concordia y moralizará sobre los malos sentimientos y el revanchismo de la Justicia dentro el corro del nacionalismo y su macho cabrío. Dado que los hechos y la historia cada vez más se pervierten, se desdibujan y se manipulan, la mentira y la ilegalidad parece costar poco o nada a los políticos. Se pretende que su impunidad sea armoniosa para todos, pero la propaganda socialista emotiva, moralizante, que compra los argumentos del nacionalismo, acabará dejando a nuestra querida España como una oscura estampa de Goya. Lo cierto es que el aquelarre de 2017 impide que muchos constitucionalistas podamos participar en la fetichización de la realidad histórica y política del procés. Comprar apoyos del independentismo es un juego muy viejo de nuestra política, y en este aquelarre se vuelven a poner en el centro del corro a los machos cabríos que, desde 2017, no habían podido acudir a la cita con el Gobierno por problemas con Ja justicia. Lo de la concordia es el chiste malo que tienen que aguantar todos los catalanes no independentistas.