Malos son los tiempos para la libertad cuando alguien expone sus ideas, como Víctor Trimiño, y en vez de recogerlas y aceptarlas como son, siendo encima como son, se apela a la inexperiencia del nuevo secretario de las Juventudes Socialistas vascas como excusa o argumento para tapar lo que dijo. Malo es que haya que justificar lo que pronunció, que es una verdad como un templo, porque no es el momento de decirlo. Es malo que en la vida pública haya épocas en las que la verdad sea inoportuna. Y más, cuando esa verdad está relacionada con la ética.
En la semana en la que Víctor Triviño dijo que EH Bildu no es un partido más, como no lo es Vox, al nuevo secretario general de las Juventudes Socialistas le cayó una regañina con tono condescendiente para quitarle plomo al asunto. Pero es que de plomo, precisamente de plomo, es de lo que hablaba Triviño. Y no de quitarlo. Sino de no olvidarlo y exigir perdón y respeto a quienes lo causaron y jalearon.
Pruebas falsas policiales
Lo tiene claro Sortu, que apenas dos días después del sano desliz de Trimiño no dudó en afirmar que los presos etarras, a los que ellos llaman políticos, ”no son pederastas ni maltratadores y tienen el apoyo de parte del pueblo”. Porque en Sortu creen que los delitos de los etarras no dan asco ni hacen daño, a ese “pueblo” que los recibe orgulloso. Pero la bronca no se la lleva Sortu, el principal partido de la coalición EH Bildu, sino Triviño por su bisoñez. A quién se le ocurre decir que un partido que apoya a los presos terroristas tiene un deber moral con la sociedad.
Malo es que la negociación de los Presupuestos Generales del Estado, que es de lo que se está hablando todo el rato en realidad, sirvan para olvidar la moral. O para mezclar política y justicia y cambalachear unas cuentas para salir de la crisis con un inicio del proceso de indulto a los presos secesionistas catalanes. Malo es que quienes critican este cambalache sean quienes precisamente tienen bloqueada la renovación de la Justicia para poder seguir enredando políticamente en ella. Es terrible que quienes han usado a la policía para inventar pruebas falsas contra sus rivales políticos, para amedrentar, extorsionar y ocultar sus delitos se pongan ahora con cara de dama ofendida por el uso torticero de las herramientas del Estado.
Necesitan obtener algo a cambio que puedan enseñar a su manada. Lo mismo sirve un bloqueo institucional que un kilómetro de autopista
Malo es que haya que negociar prebendas para apoyar o lograr apoyo para las Cuentas del Estado y poder así de una santa vez generar oportunidades de inversión, impulso a las empresas, ayuda a las personas y toda la maquinaria habida y por haber para salir de la peor crisis que vamos a vivir desde hace 80 años. Pero ese argumento, el de rescatar al país y, sobre todo, a sus empresas y ciudadanos no les sirve a nuestros políticos. Necesitan obtener algo a cambio que puedan enseñar a su manada. Lo mismo sirve un bloqueo institucional que un kilómetro de autopista.
Duro y triste es saber por la mañana cuál va a ser el titular de cada medio de comunicación, o leer el carrusel continuo de tuits de los periodistas conociendo de antemano no el hecho que van a destapar sino la opinión que van a ofrecer. Por supuesto que toda la vida los medios han tenido línea editorial, pero ahora mismo los profesionales, salvo contadas excepciones, tienen opiniones prejuzgadas según quien haga o diga algo. Y se asume con la misma naturalidad con la que en las tertulias de televisión se sienta a la derecha o a la izquierda a los periodistas en función de su ideología. Y en las radios de micrófonos verdes, amarillos o azules se hacen auténticos equilibrios para que entre los profesionales de la información haya quienes aplaudan al Gobierno o a la oposición. Desde el principio todos sabemos de qué lado van a estar aquellos cuya función es destapar y analizar los hechos. Han desaparecido los valientes librepensadores. Solo queda, prácticamente, una caterva de palmeros que antes de que escriban su crónica o su tuit ya se sabe lo que van a decir.
Entonces, con la moral sepultada por las urgencias presupuestarias; la dignidad perdida entre indultos al por menor, bloqueos de la cúpula judicial o uso partidista de la policía; y prensa, en gran parte, entregada a la causa del aplauso al propio y al exabrupto al rival, solo queda concluir que uno, el que esto firma, lo ve todo mal. Menos mal que siempre quedan y quedarán reductos de libertad. Las instituciones lo han sido hasta ahora, pero tenemos todos el deber de recuperar para ellas el lustre que merecen por pertenecernos a todos, no por quienes las ocupan. Estamos mal, pero si nos empeñamos en reventar las instituciones de la democracia, puede que lo consigamos y entonces la alternativa será mucho peor que mala.