Opinión

A bordo con Torrent

No hay nada como ver a la segunda autoridad autonómica tratando de enroscarse en el asiento de un Vueling (el 29F) para que el velo caiga con estrépito

  • A bordo con Torrent

Desde que Roger Torrent anunció que viajaría el 24 a Bruselas para entrevistarse con Puigdemont, barrunté que coincidiríamos en el mismo avión, pues no abundan los vuelos entre Barcelona y la capital belga. Y así, en efecto, a eso de las 6.40, cuando ya estaba acomodado en mi 23E, el flamante presidente del Parlament apareció en el pasillo luciendo su equívoca estampa: mitad Guardiola mitad bedel, y levantando murmullos a su paso. Si el poder, para que siga ejerciendo un cierto influjo entre los súbditos, ha de conservar un halo de misterio, no hay nada como ver a la segunda autoridad autonómica tratando de enroscarse en el asiento de un Vueling (el 29F) para que el velo caiga con estrépito.

Por fortuna, la fenomenal contorsión a que se vio obligado el cámara de televisión que lo iba siguiendo para captar la escena (y el expertólogo que, tres filas más adelante, conjeturó: “¡Claro, si es que no tiene tiro!”), desvió por un instante la atención del pasaje. Poco antes, en la cola del finger, dos periodistas catalanes de un medio nacional convenían en lo bien que estaríamos ahora si Puigdemont hubiera convocado elecciones cuando tuvo la ocasión de hacerlo. “Ya, claro”, afirmó un tercero al que no había fichado, “a toro pasado es fácil, pero en ese momento, con las presiones que estaba recibiendo, cómo no iba Puigdemont a tirar pel dret [expresión que nada tiene que ver con ceñirse al derecho, sino con saltárselo].

Me temo, Leandro, que somos figurantes de una película que de todos modos no veremos, pero parece muy mala

“Pero si le estaba dimitiendo todo el mundo, joder”, proseguía el politólogo, decidido a abrochar la faena con el pase del desdén: “A mí el día de la independencia, el del gatillazo del Arco del Triunfo, me dijo uno: ‘¿Independencia? ¿Tú qué banderas ves en la Generalitat? ¿Acaso no está la española? Pues ahí tienes resumida toda la independencia que tenemos”. Tentado estuve de preguntar al tercer hombre quién era el Séneca, pero me contuve, no fuera a ser que la curiosidad me estropeara el folio.

Sobrevolando Francia, oí cómo uno de los dos argentinos que se sentaban en la fila de delante cruzaba una apuesta con su compatriota: “Una cena a que el famoso de atrás es el presidente de Cataluña al que todos andaban buscando”. “Es el presidente”, tercié, “pero no el que decís vosotros sino el del Parlamento; el que viaja en el avión, de hecho, va a Bélgica a verse con el otro, con el que buscan, aunque en verdad no lo buscan, sino que lo vigilan”. En eso, el camarógrafo tomó de nuevo la cámara e hizo ademán de grabar otra toma, mas al segundo lo dejó correr. No había pasado un minuto cuando uno de los dos porteños dejó en el aire una leyenda con vocación de tango: “Me temo, Leandro, que estamos de figurantes de una película que de todos modos no veremos, pero parece muy mala”.

(En Bruselas, la temperatura es de 10 grados, hace algo de viento, el cielo está encapotado y llueve a ratos)

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