La igualdad de oportunidades en la educación y la mejora del capital humano son dos de las principales claves del progreso económico y del bienestar social, si no las más importantes. Ante la disrupción digital en curso, el conocimiento, las habilidades y las capacidades de la población constituyen además herramientas esenciales para afrontar con éxito la profunda transformación que están experimentando ya muchas ocupaciones, que se acelerarán en los próximos años, y para aprovechar el potencial de las nuevas tecnologías en términos de creación de empleo y aumento de la productividad. Por ello, no es de extrañar que los fondos europeos NGEU hayan establecido la inversión en capital humano como una de las palancas para avanzar en la transición digital, mediante la adaptación de los sistemas educativos en apoyo de las competencias digitales, la educación y formación profesional a todas las edades, y el reciclaje profesional.
A pesar de ser uno de los activos más importantes de los países, las comparaciones internacionales de los niveles de capital humano siguen estando sujetas a serios problemas de medición. En un estudio reciente de BBVA Research y FEDEA hemos recopilado y analizado los datos disponibles sobre la cantidad y calidad de la educación y los niveles de competencias de estudiantes y adultos y hemos repasado los intentos realizados en las últimas décadas para organizar, homogeneizar y estandarizar esta información de manera que sea comparable en el tiempo y entre países. Estos datos se pueden agrupar de manera resumida en tres categorías de indicadores.
El primero es el número de años medios de escolarización de la población adulta, una medida que se encuentra disponible para muestras muy amplias de países y períodos de al menos cinco décadas, ya que la mayoría de los censos de población recogen esta información. Esta amplia disponibilidad es, sin duda, una enorme ventaja. Sin embargo, es bastante obvio que los niveles de conocimientos y habilidades pueden variar entre países con niveles de escolarización similares si existen diferencias en la calidad de sus sistemas educativos y en las habilidades que proporcionan la formación continua y el aprendizaje en los puestos de trabajo.
Importantes limitaciones
Es por ello que en las dos últimas décadas se ha dado una importancia creciente al segundo tipo de indicadores, que prestan más atención a la calidad que a la cantidad de la educación: el desempeño en pruebas internacionales estandarizadas que miden los conocimientos o competencias de los estudiantes de primaria y secundaria. Una de las pruebas más conocidas es la que realiza la OCDE desde el año 2000 bajo el programa PISA, si bien desde 1964 se han venido realizando pruebas internacionales de conocimientos en matemáticas y ciencias y de capacidades lectoras por parte de la Asociación Internacional para la Evaluación del Rendimiento Educativo. Recientemente, Noam Angrist y otros investigadores del Banco Mundial han publicado en Nature los resultados de un ambicioso proyecto en el que ofrecen resultados armonizados del aprendizaje para 168 países desde 2000. Aunque estas pruebas nos ayudan a tener una mejor imagen de las diferencias entre países en la calidad de los sistemas educativos, estos indicadores tienen limitaciones importantes. Una bastante obvia es la falta de información sobre la calidad de la educación universitaria.
Los países del sur de Europa muestran, en general, las posiciones más bajas, seguidos por los países anglosajones y de Europa central, mientras que el norte de Europa y Japón tienen los mejores resultados
Por último, desde mediados de los años 1990 se han venido realizando pruebas de conocimientos y habilidades de la población adulta. Las más conocidas son las realizadas por la OCDE en el programa PIAAC. La principal limitación de esta variable es que disponemos de información solo para unos cuantos países avanzados y para un corto periodo de tiempo, lo que impide evaluar el progreso de la cualificación y habilidades de la población adulta a largo plazo.
A pesar de sus limitaciones y de que ninguno de estos indicadores es perfecto, los datos disponibles nos proporcionan una información complementaria, y bastante rica y útil sobre la dotación de capital humano, especialmente en el caso de los países de la OCDE, para los que disponemos de más y mejor información. El gráfico siguiente resume la posición de 21 de estos países. Aunque la correlación entre los indicadores es relativamente elevada (sobre todo entre los años de educación y los resultados de las pruebas de conocimiento y habilidades de la población adulta), se observan diferencias importantes entre ellos.
Los países del sur de Europa muestran, en general, las posiciones más bajas, seguidos por los países anglosajones y de Europa central, mientras que el norte de Europa y Japón tienen los mejores resultados. Sin embargo, EE. UU., Canadá, Noruega y Suecia obtienen mejores resultados en años de escolarización que en habilidades de los adultos, mientras que en el sur de Europa ocurre lo contrario. En general, se observan menos diferencias entre países en el indicador de calidad del sistema educativo en primaria y secundaria que en los años de educación o en las habilidades de los adultos.
Los años de escolarización de la población adulta son capaces de explicar unas dos terceras partes de las diferencias en el PIB por persona en edad de trabajar dentro de esta muestra de países de la OCDE
Los resultados del aprendizaje en primaria y secundaria pueden estar muy influenciados a corto plazo por los recursos dedicados a la educación y, por lo tanto, por la renta per cápita de los países, aunque la calidad del sistema educativo sea un determinante relevante de su nivel de desarrollo a largo plazo. Por esta razón, para disponer de una aproximación rápida y bastante ilustrativa de la importancia del capital humano en el progreso económico y social, basta indicar que los años de escolarización de la población adulta son capaces de explicar unas dos terceras partes de las diferencias en el PIB por persona en edad de trabajar dentro de esta muestra de países de la OCDE.
Si aproximamos el bienestar social mediante una medida que agrega el consumo público y privado per cápita, la equidad en la distribución de la renta, el ocio y la esperanza de vida, solo con los años de educación se podría explicar un 57% de las diferencias de bienestar entre países. Adicionalmente, teniendo en cuenta que unos de los objetivos de los fondos europeos NGEU es ayudar a la transición digital, se observa que los años de escolarización son capaces de explicar un 63 por ciento de las diferencias entre países en términos del índice de transformación digital de Network Readiness Index 2020, y que se obtienen resultados parecidos con otros indicadores de digitalización y robotización.
Gráfico: Indicadores de capital humano en 21 países de la OCDE alrededor de 2010.
Fuente: de la Fuente y Doménech (2021)
Un resultado destacable del gráfico anterior es la situación de debilidad relativa de España en relación al resto de países de la OCDE, sobre todo en años de escolarización y habilidades de los adultos. Aunque las diferencias en resultados del aprendizaje en primaria y secundaria son menores, España sólo supera a otros cuatro países. A esto se une que España es, junto con Malta, el país de la UE con mayor tasa de fracaso escolar y abandono temprano del sistema educativo, lo que explica buena parte de nuestra elevada desigualdad en la distribución de la renta, junto a un mercado de trabajo ineficiente y poco equitativo. Como ejemplo a seguir, conviene destacar que Portugal era el país con peores resultados educativos en 1990, mientras que tres décadas más tarde se encuentra por encima de la media, entre EE.UU. y Alemania. Esta mejora tan significativa le ha valido a Portugal el calificativo de Finlandia del sur de Europa.
Aumentar las habilidades y cualificación de la población adulta en España mediante la mejora de la calidad del sistema educativo es urgente y totalmente necesario como estrategia a largo plazo. Pero sus efectos pueden tardar décadas en producirse, por lo que a medio plazo el reciclaje profesional y la mejora de las competencias digitales, de la formación continua y de la cualificación de la población adulta es crucial. Y una condición necesaria para ello es, como requieren los fondos europeos NGEU, abordar reformas del mercado de trabajo que reduzcan la tasa de desempleo y la temporalidad, y nos acerquen a los niveles de flexiseguridad de los países del centro y norte de Europa, que también destacan por sus niveles de capital humano.
Ángel de la Fuente
FEDEA y CSIC
Rafael Doménech
BBVA Research y Universidad de Valencia