Sumar, usado como un juego del lenguaje, siempre está bien, es un buen eslogan, un buen recurso retórico para hilvanar un discurso positivo y, en cierto modo, propositivo. Ahora bien, más allá de los elementos discursivos, de lo que “debería ser” y nos adentramos en “lo que es”, deberíamos tener claro que la política catalana encarnaría lo de: “el todo es mucho más que la suma de las partes”. Creer que la mera adición de siglas nos llevaría a unos objetivos concretos es demasiado ilusorio como para no analizar el escenario con mayor profundidad.
Digo esto porque si para articular un instrumento que agrupe a una parte del constitucionalismo, si estamos hablando de pretender alcanzar los 1.297.419 votos que salen de la suma del resultado en las elecciones del PP y Ciudadanos en las elecciones autonómicas del 2017, nos aferramos a esa simple regla aritmética es algo no servirá, entraríamos en un mundo de ficción y de distorsión de la realidad que pasa por no ver que la arena sociopolítica catalana ha cambiado profundamente en estos dos últimos años, estamos ante un nuevo paradigma en el que el constitucionalismo debe actuar en el mundo de lo que es, no en el de lo que debería ser.
De entrada cabría visualizar cuestiones básicas y evidentes como que ya no nos encontramos en un escenario de polarización extrema como el del año 2017. Es cierto que hemos visto episodios de violencia callejera pero que solo trataban de esconder la desmovilización de ese separatismo social que se había creído lo de la “revolución de las sonrisas”. En esta nueva circunstancia, y ante el hastío de estar en el bucle que parece interminable, el nivel de participación bajará irremediablemente. Dicha disminución será en gran parte del votante constitucionalista que no entiende, entre otras cosas, lo que está pasando en Moncloa.
Quien marcará el tono, las formas y el fondo de la campaña electoral es la Generalitat y todos los medios de comunicación subvencionados
Por otro lado, deberíamos tener claro que quien tiene la potestad de imponer la narrativa y la agenda política en Cataluña es la Generalitat gracias a su entramado mediático y civil. Quien marcará el tono, el estilo, las formas y el fondo de la campaña electoral es la Generalitat y todos los medios de comunicación subvencionados. Sería muy ingenuo no pensar que la unión sin más de PP y Cs no sería explotado por TV3 para retornar el frame del “trifachito” (bifachito en este caso) y arrinconar a esta iniciativa a competir por el exiguo electorado de derechas no nacionalista existente en Cataluña (el centro-derecha catalanista o nacionalista difícilmente se sentiría atraído por esta coalición).
Pero si bajamos un poco más en el análisis cabría preguntarse ¿qué segmentos ideológicos y sociopolíticos de la población votaron a esas dos opciones políticas en el año 2017? Especialmente deberíamos hacer una interpretación realista del crecimiento de Ciudadanos en Cataluña. Si bien empezó como reacción –como resistencia- al ambiente opresivo del nacionalismo, su caladero de votos lo encontramos en el llamado “cinturón rojo” de Barcelona, un electorado de centroizquierda desencantado por la deriva del maragallismo. Sin embargo, el gran salto de Ciudadanos lo vimos precisamente en 2017 y ahí está la clave del éxito o el fracaso de un Cataluña Suma, en la interpretación de lo que ocurrió.
Gran movilización
Pues bien, si comparamos los resultados entre las elecciones autonómicas de 2012 y 2017, PP y Cs han pasado de 748.134 a 1.297.417 votos, es decir, 549.285 votos más en 5 años. ¿Podríamos decir que esos 1.297.417 votos podrían adscribirse a un perfil de votante de centroderecha o de derecha? La respuesta es no. Entonces ¿dónde podríamos encuadrar a este electorado? Precisamente responde al fenómeno de una movilización sin precedentes en un electorado abstencionista. Una movilización que ya se mostró en las dos grandes manifestaciones que convocó Societat Civil Catalana, y que reunió a un electorado de centro, no ideologizado e históricamente abstencionista en los comicios autonómicos.
Por ello, si vemos estas próximas elecciones como una oportunidad para volver a repetir el éxito (desaprovechado) del constitucionalismo, hemos de tener claro que la clave es cubrir todos los targets de ese electorado heterogéneo y plural que es el constitucionalismo. Es decir, debería articularse una respuesta que sepa motivar y volver a movilizar a todos esos electores que se visibilizaron el 21 de diciembre de 2017, evitando así el principal peligro de estas elecciones: que la participación baje del 70% y por un mero hecho de proporcionalidad el 47,5% de votos separatistas se conviertan en más del 50%.
Lo fundamental es saber escoger los liderazgos que sepan motivar al constitucionalismo, liderazgos que no cubran cuotas de partido
Pues bien ¿cómo cubrir todo el espectro constitucionalista y conseguir una movilización suficiente? Básicamente, dejando de lado los intereses de partido, teniendo una visión de medio-largo plazo, comunicando eficientemente mensajes claros a cada sector, huyendo de la polarización, la estridencia y el recurso fácil a la hipérbole y, como no, sabiendo dirigirse a esos ciudadanos hastiados de tanta incertidumbre (a ese centro sociológico que solo busca vivir y progresar). Y teniendo claro que lo fundamental es saber escoger los liderazgos que sepan conectar y motivar al constitucionalismo, que no cubran cuotas de partido sino que conecten o reconecten con cada segmento del constitucionalismo.
¿Cuál sería el escenario ideal para que esa 'Cataluña Suma' realmente sume? Empecemos por responder a la pregunta ¿Qué partidos deberían formar parte de ella? Básicamente tres, aquél que cubre el electorado de centroderecha, el que se ocupa de un centro, el centroizquierda del “cinturón rojo” metropolitano (que es el más susceptible de caer en la abstención) y aquel centroizquierda “catalanista” de la segunda corona del área metropolitana y de algunos barrios de Barcelona capital. Es decir, el Partido Popular, Ciudadanos y la plataforma de Manuel Valls.
Pero ¿quién debería liderarlo? Si nos atenemos al pragmatismo y a esa altura de miras que reclamaba anteriormente, debería encabezarlo alguien que sepa conectar con el electorado de ese “cinturón rojo” y sería Jordi Cañas, seguido de Alejandro Fernández y Manuel Valls. Con ello, y tal y como es actualmente la política, se podrían maximizar los resultados electorales del constitucionalismo. Para cualquier otra solución que se base en meros acuerdos basados en los intereses de los partidos o empujados por el cortoplacismo, la mejor decisión sería descartar la “Cataluña Suma”, porque en vez de sumar, restaría.