"En España hay complicidad y cansancio. Complicidad del Gobierno de España tolerando un separatismo reaccionario, con los Junqueras y demás, y mucho cansancio entre los demócratas ante lo que está sucediendo. Me rebelo contra ese cansancio y hago un llamamiento a la movilización. También a la responsabilidad de las elites españolas, personas influyentes, intelectuales, empresarios, medios de comunicación… Porque tratar de hacer negocio con la erosión de una democracia como la nuestra es una inmensa irresponsabilidad (…) Bueno, hay cadenas, como La Sexta, que hacen negocio con la erosión de los valores de nuestra democracia, que no son ni de derechas ni de izquierdas, y hay mucho desistimiento, mucho cansancio, mucha connivencia activa por parte del Gobierno de España y una actitud muy funcionarial en las elites. La idea de que la democracia es para siempre y no hace falta defenderla, que la ganas un día y la tienes para siempre, es falsa. Eso no es así, la democracia se destruye y se socava desde dentro, se erosiona, y hay gente trabajando activamente para la destrucción de un sistema democrático que nos ha dado el mayor periodo de bienestar de nuestra historia. Y en esa tarea estamos emplazados todos, los políticos los primeros, pero también las personas con influencia y con capacidad de movilización social…"
Hacía tiempo que no se escuchaba en la radio un alegato tan potente en defensa de la España constitucional. Las palabras de Cayetana Álvarez de Toledo (CAdT), portavoz parlamentaria del PP, fluían serenas, concisas, firmes. El conductor del programa de las mañanas de Onda Cero, Carlos Alsina, trató de echar un cable, como era su obligación, a La Sexta (ambas comparten propiedad en el grupo Atresmedia). Y allí se armó Troya. Escándalo en las filas del PP, con general rasgado de vestiduras en ese baldío ideológico, ese páramo de las ideas que es la sede de Génova, y explosión en la sede de La Sexta, con García Ferreras sangrando profusamente por la herida: "Álvarez de Toledo ha puesto hoy en marcha ese ataque a La Sexta, ese ataque a la libertad de expresión, porque ella sabe que está altamente cuestionada en su partido; un partido condenado por corrupción y, sobre todo, un partido que vio cómo los independentistas les montaron dos referéndum (…) El PP fue incapaz de hacer nada. Bueno, sí, repartir palos: ordenó a la policía y a la Guardia Civil que les dieran palos a un montón de ciudadanos de Cataluña, mujeres, hombres y niños”.
Todo ocurría el martes 3 de marzo, un día triste para la democracia española, jornada para el oprobio, con el Gobierno de Pedro & Pablo anunciando una nueva Ley de Educación según la cual ya no será necesario aprobar para pasar curso, y una ley de libertad sexual salida del precipitado magín de Irene Montero, capaz de avergonzar al menos exigente de los españoles. Un día en que las tensiones en el seno de un Gobierno mal hilvanado y peor cosido salían a la superficie (de “machista frustrado” calificó Iglesias al titular de Justicia); un día en que Oriol Junqueras salía de la prisión de Lledoners apenas meses después de haber sido condenado por sentencia firme para dar clases como “profesor colaborador” en el campus de Manresa de la universidad de Vic, y un día, en fin, en el que los obispos elegían como capo de la Conferencia Episcopal al arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, un hombre todo oídos para el independentismo. Un día como retrato al secco para esa nueva Quinta del Sordo en que se ha convertido España, pinturas negras como “desgarros nunca imaginados”, relato forzado de una democracia que parece caminar aceleradamente hacia el precipicio de su suicidio voluntario.
Cayetana ha tenido el valor de plantear a cara de perro y en la más sonora soledad la batalla ideológica del centro derecha liberal, que es la batalla por la libertad y por la España constitucional
De todo lo ocurrido ese día aciago lo más relevante, a mi entender, es el incendio provocado por CAdT en las filas del PP y, naturalmente, en la izquierda gobernante. Porque del resultado final de ese fuego consciente dependerá la suerte del PP, es decir, la posibilidad de un centro derecha moderno e ideológicamente pertrechado para reñir la batalla cultural a la izquierda y, si me apuran, el futuro, tan incierto hoy, de la España constitucional y su capacidad para regenerarse con la eventual inyección de un auténtico chute de vigorizante libertad. En ese desierto de las ideas en que Mariano Rajoy convirtió vilmente al PP para transformarlo en una mera gestoría desideologizada del Gobierno, en un partido que voluntariamente arrió la bandera de las ideas asumiendo de manera implícita la manida “superioridad moral de la izquierda”, Cayetana ha tenido el valor de plantear a cara de perro y en la más sonora soledad la batalla ideológica del centro derecha liberal, que es la batalla por la libertad, que a su vez es la batalla por la España constitucional.
Negocio con la erosión de la democracia
Y lo hace apuntando con el dedo a quienes “hacen negocio con la erosión de los valores de nuestra democracia”, naturalmente Ferreras y otros millonetis de la izquierda caviar desperdigados por casi todas las cadenas de televisión, gente alicatada hasta el techo de pasta a base de expandir los valores de esa izquierda marxista especialista en el reparto equitativo de la miseria, cuando no excitando los instintos más bajos del personal en materia de sexo y/o deshechos humanos. Es La Vanguardia y su cadena de radio RAC1, comandada por el conde de Godó, un Grande de España por voluntad expresa de Juan Carlos de Borbón, y su responsabilidad en la deriva hacia el separatismo del nacionalismo catalán. Es el grupo Prisa, con El País a la cabeza, grupo mantenido por Ana Botín, la española más poderosa del momento, convertido en mascarón de proa de un Gobierno social comunista empeñado en la liquidación del régimen del 78. Es Telecinco y sus “Supervivientes” o la feria de la cultura basura que diariamente sus gestores italianos dispensan a la clientela española. Los magos de Atresmedia se lavan las manos diciendo que “la cosa podría ser peor si La Sexta hubiera caído en otras manos”, pero fueron Mariano y Soraya quienes dieron a Lara y su grupo la posibilidad de poner una vela a Dios y otra al diablo en el altar de su perenne hipocresía. La parejita es también responsable de los beneficios que ambos grupos obtienen al final de su cuenta de resultados, exactamente equivalentes a los ingresos por publicidad que RTVE deja de ingresar por decisión política.
Lo hace también denunciando el sometimiento del PP al rodillo de las ideologías de género. El comunicado emitido por Génova anunciando su presencia en la marcha que este domingo tendrá lugar en muchas ciudades españolas, con Madrid como gran escaparate, es prueba de la servidumbre voluntaria de una derecha que aspira a que la izquierda neomarxista le perdone la vida. “Por supuesto que no voy a ir al 8-M”, ha declarado una CAdT que dice compartir las tesis de Camille Paglia, la intelectual estadounidense que se declara feminista equitativa. "Abogo por la igualdad de trato ante la ley. No debe haber grupos a quienes la ley otorgue privilegios, y me opongo a toda protección especial para las mujeres, adopte la forma que adopte”.
El futuro político de CAdT pende de un hilo que el líder popular podría cortar apremiado por sus barones
Y ahí sigue Cayetana, árbol verde en el barbecho amarillento del otoño castellano, aguantando carros y carretas en el territorio hostil que es para ella el PP. “Todos la quieren matar”, afirman en sus propias filas, que aseguran que gente muy del entorno de Pablo Casado ha llegado a llamar estos días a directores de medios para animarles a arremeter contra la “impostora”. Mujer de trato complicado, de gesto donde lo distante puede llegar a confundirse con lo arrogante, el carácter de Cayetana tampoco ayuda a reducir las tensiones con esa elite pancista que, con alguna honrosa excepción, rodea a Casado y a quien Cayetana ha sacado del cómodo sesteo en que la instaló el “marianismo sorayo”, filosofía perruna de una derecha acomplejada presta a comulgar con las ruedas de molino que gustosa le ofrece la izquierda, porque ya se vive bien en la oposición a la sombra del jefe y en el sector privado suele hacer mucho frío. Lo explicaba días atrás con admirable precisión el gran JM Nieto en su viñeta de ABC: “La política es así, Cayetana: que Pedro Sánchez mienta siempre no es tan grave como que tú digas siempre la verdad”, afirmaba el muñeco representando a Casado.
Cayetana pendiente de un hilo
Es claro que el futuro político de CAdT pende de un hilo que el líder popular podría cortar apremiado por sus barones, y también lo es, en mi opinión, que la suerte del propio Casado, y desde luego de ese PP nuevo al que aspiran millones de españoles, depende igualmente de lo que ocurra con Cayetana. En el erial de las ideas que es hoy la política española, esta mujer ha venido a plantear con singular crudeza la necesidad de un centro derecha liberal ideológicamente rearmado y capaz de hacer frente al tsunami de las nuevas ideologías basura que nos ahoga. De alguna manera ha venido a poner en valor el discurso que catapultó al palentino a la victoria en las primarias, después lamentablemente olvidado ante el retorno de la ola marianista, y reaparecido de forma fulgurante en el discurso de clausura de la Convención Nacional del partido en enero de 2019. Allí Casado definió los cinco ejes doctrinales del PP: primero, la Nación de ciudadanos libres e iguales; segundo, la libertad individual como antídoto frente al colectivismo que etiqueta a las personas por género, edad, raza, etc.; tercero, la economía libre de mercado frente al intervencionismo orwelliano de la izquierda; cuarto, el Estado de Derecho como garantía de libertad, seguridad y propiedad; y quinto, la igualdad ante la ley frente al igualitarismo por decreto neomarxista.
De modo que Casado está ante una encrucijada vital: o sigue la triste senda por la que desfiló Mariano tras la derrota de marzo de 2004, una tentación tan letal como poderosa, o definitivamente se levanta dispuesto a enarbolar la bandera de la regeneración del PP que galantemente le ofrece nuestra Marianne rojigualda. Con el PSOE perdido para la causa, solo un centro derecha doctrinalmente poderoso y comprometido con la libertad podría insuflar nueva vida a la España constitucional, hoy seriamente amenaza por la onda expansiva del populismo. Como nos enseñó el gran Tocqueville y recordó Cayetana donde Alsina, la democracia es un proceso en marcha que puede conducir a la libertad o al despotismo. Hoy circula la idea de que Pablo está “muy solo” en Génova y, aun peor, de que no se atreve a tomar decisiones. Una importante hubiera consistido en coger el teléfono para enviar a José Creuheras un escueto mensaje: “Dile a Mauricio que como empresa privada tenéis perfecto derecho a hacer la política informativa que os plazca, pero que tomo nota; simplemente, que tomo nota”. Seguro que los noticiarios de Antena 3 hubieran suprimido de inmediato rótulos tan sonrojantes como el de “La marquesa ultra del PP”. Levantarse o rendirse, esa es la cuestión.