El pasado 4 de Febrero el Tribunal de Amberes (Bélgica) dictó sentencia contra el diplomático iraní destinado en Viena Assadollah Assadi y sus tres cómplices, todos iranís, Nasimeh Naami, Mehrdad Arefani y Amir Saadouni. Las condenas respectivas han sido 20, 18, 17 y 15 años, de acuerdo con su grado de responsabilidad en el acto criminal que intentaron cometer en Villepinte (Francia) en la primavera de 2018. Los hechos son escalofriantes. Assadi transportó desde Teherán en valija diplomática el material necesario para el montaje de un explosivo de alta potencia formado por medio kilogramo de TATP, (el conocido como “madre de Satán” en el argot terrorista), detonadores y demás accesorios necesarios. Una vez en territorio austríaco colocó dicho mortífero equipo en su vehículo con la intención de entregarlo en Bruselas junto con las instrucciones para su uso a una pareja belga-iraní, que era la encargada de introducirlo en el recinto de congresos donde se iba a celebrar la gran reunión anual de la oposición a la dictadura iraní en la antes mencionada localidad francesa, fingiéndose opositores al régimen teocrático. El cuarto agente tenía como misión cubrir a los portadores del artefacto y hacer de ojeador en el acontecimiento.
Detenido y entregado a los jueces
Afortunadamente, una colaboración internacional de servicios de inteligencia belgas, franceses y alemanes detectó a tiempo el compló y el automóvil de Assadi fue interceptado en Alemania en su ruta hacia Bruselas. Una vez comprobada la presencia del cuerpo del delito en el maletero fue inmediatamente detenido y puesto a disposición de la autoridad judicial belga, dada la nacionalidad de la pareja que tenía a su cargo la materialización del atentado. Durante el largo proceso judicial, que se ha prolongado tres años con todas las garantías, Assadi tuvo el cinismo a través de su abogado de invocar su inmunidad diplomática para no ser juzgado y en sus sesiones de interrogatorio con los servicios de seguridad belgas les amenazó advirtiéndoles de que la República Islámica controlaba numerosos grupos terroristas en Oriente Medio con ramificaciones en Europa que actuarían en caso de que él fuera condenado. Ambos hechos demuestran la calaña de los agentes terroristas que el régimen iraní tiene destacados en sus embajadas en suelo europeo. Por suerte, en Europa disponemos de un poder judicial independiente que no negocia ni se deja achantar por criminales de esta especie.
La misión de la pareja belga-iraní era situar el dispositivo a la menor distancia posible de la Sra. Maryam Rajavi, la presidenta del NCRI y líder de la oposición democrática
La simple imaginación de las consecuencias de este atentado perfectamente organizado, si hubiera tenido éxito, desafía la peor pesadilla y demuestra que la República Islámica de Irán está en manos de asesinos despiadados o de dementes fuera de medida. La misión de la pareja belga-iraní era situar el dispositivo a la menor distancia posible de la Sra. Maryam Rajavi, la presidenta del NCRI y líder de la oposición democrática.
Como es natural en este tipo de actos políticos -yo he asistido a casi todos ellos- las personalidades invitadas de mayor rango o significación ocupan asientos en un radio de unos diez metros alrededor de la Sra Rajavi en la primera fila donde ella se encuentra y en la fila posterior. Pues bien, entre los que hubieran perdido la vida o hubiesen sido gravemente heridos o mutilados junto a la presidenta del NCRI hubieran figurado, entre otros, Ingrid Betancourt, el exprimer ministro de Canadá Stephen Harker, el general James Jones, antiguo jefe del Supremo Comando Aliado en Europa, Tom Ridge, antiguo secretario de Seguridad Interior de los Estados Unidos, Michéle Alliot-Marie, antigua ministra de Defensa, de Interior y de Asuntos Exteriores de Francia, John Baird, exministro de Asuntos Exteriores de Canadá, Giulio Terzi, exministro de Asuntos Exteriores de Italia, David Jones, antiguo ministro británico para el Brexit, Kimo Sassi, exministro para Asuntos Europeos y Comercio Internacional de Finlandia, el embajador Robert Joseph, antiguo vicesecretario de Estado norteamericano para Control de Armamento y Seguridad Internacional, Patrick Kennedy, excongresista de los Estados Unidos, los diputados del Parlamento británico Matthew Offord, Bob Blackman y Steve MaCabe, los eurodiputados Milan Zver de Eslovenia y Gianna Gancia de Italia, los diputados de la Asamblea Nacional Francesa Michéle de Vaucoleurs, Jean Michel Clement y Frédéric Reiss, el miembro del Bundestag Martin Patzelt, el diputado italiano Antonio Tasso y el senador de la misma nacionalidad Roberto Rampi, el exprimer ministro de Albania Pandeli Majko y así hasta seiscientos invitados extranjeros europeos, norteamericanos, australianos, africanos y de Medio Oriente que llenaban una docena de estrados en elevación creciente apoyando con su presencia el combate del NCRI por un Irán libre, laico, desnuclearizado y democrático.
Un régimen criminal
El hecho de que el cuarteto integrado por el presidente Hasan Rohani, el Líder Supremo Alí Jamenei, el ministro de Asuntos Exteriores Mohammad Zarif y el ministro de Inteligencia Seyyed Mahmud Alavi, estuvieran al corriente de la operación y le dieran luz verde pone de manifiesto el tipo de régimen homicida y capaz de cualquier atrocidad con tal de garantizar su supervivencia que oprime, tortura, empobrece y roba a mansalva al pueblo iraní desde hace cuatro décadas. Si después del veredicto del Tribunal de Amberes, el Alto Representante Josep Borrell, el presidente del Consejo Europeo Charles Michel, los gobiernos nacionales de los Veintisiete y la Administración Biden no actúan con la contundencia debida cerrando todas las embajadas de Irán en sus territorios, expulsando a todos los agentes terroristas iraníes que se mueven impunemente por Europa y Estados Unidos, aplicando severas sanciones económicas y dejando en suspenso el JCPOA hasta que la República Islámica no ofrezca garantías creíbles de que va a desmantelar por completo y para siempre su programa de nuclearización, retire a la guardia revolucionaria y milicias afines de Iraq, Siria, Yemen, Somalia y Líbano y va a respetar los derechos humanos de sus ciudadanos, estarán poniendo en grave peligro la seguridad de sus países.
Algunos venimos pidiendo desde hace mucho tiempo un cambio drástico en las relaciones con el régimen iraní, un cambio basado en la firmeza, la contundencia y la efectividad
Si la cúpula siniestra, fanática y agresiva que rige los destinos de Irán llega a la conclusión de que puede salir impune de barbaridades como la que intentó en Villepinte hace tres años, lo volverá a hacer y, envalentonada por la pusilanimidad de Occidente, la próxima vez lo planeará y ejecutará a una escala que puede dejar el 11-S en una anécdota. Algunos venimos pidiendo desde hace mucho tiempo un cambio drástico en las relaciones con el régimen iraní, un cambio basado en la firmeza, la contundencia y la efectividad. Hasta hoy no hemos sido escuchados y las medrosas técnicas de apaciguamiento y diálogo han mostrado probadamente su inutilidad. Tras la sentencia del Tribunal de Amberes, la continuación del business as usual con los ayatolás iranís no será tan sólo una imperdonable torpeza, sino la colaboración activa de aquellos que tienen el deber de defendernos con un enemigo mortal que busca nuestra aniquilación.