Cada día se anuncian más y más medidas para intentar frenar el cambio climático, y algunos están empezando a ver algunas de sus consecuencias tanto a nivel individual (la influencia del coste de la transición energética en la factura de la luz, vuelos más caros, necesidad de cambiar de automóvil…) como empresarial (más dificultades para la industria y por tanto mayores costes de producción etc.) Son la punta de lanza de muchas decisiones que pueden reducir nuestro crecimiento económico y, por tanto, nuestra calidad de vida en el corto plazo. No voy a entrar en la polémica de si merece o no la pena tanto esfuerzo, sabiendo además como sabemos, lo poco que lo españoles, en proporción, podemos influir en el clima del planeta, simplemente voy a recordar la crisis de 2008, y cómo se podía haber evitado pero al gobierno que lo hubiera hecho, jamás le hubiéramos vuelto a votar.
Voy a contar una anécdota de octubre de 2003 en España: Al entonces ministro de Hacienda de José María Aznar, Cristóbal Montoro (que luego repetiría con Mariano Rajoy), que en ese momento estaba en el Congreso presumiendo de superávit presupuestario, el entonces jefe de la oposición de José Luis Rodríguez Zapatero le dijo: “Con un Gobierno socialista no habría superávit mientras tengamos tantas necesidades sociales”. En pocos meses ZP ganó las elecciones y, a pesar de que no tenía intención, su Gobierno tuvo superávit presupuestario durante toda su primera legislatura, ¡sin buscarlo! Y no porque no gastara, es que la recaudación superaba las estimaciones. Digo esto para que se comprenda hasta qué punto fue inesperada la bonanza económica de esos años. Ni el ministro de Economía se podía creer que las administraciones públicas tuvieran tantos ingresos y que, al acabar el año, éstos superaran a los gastos a pesar de que éstos también se habían incrementado.
Cualquiera con mínimos conocimientos de economía sabía que la burbuja inmobiliaria era un error que tendría graves consecuencias
Por qué ocurrió eso no es un secreto: una burbuja inmobiliaria alimentada por una orgía de crédito barato e irresponsable con la ausencia de la labor reguladora de los máximos directivos de Banco de España y la complicidad de los gestores políticos locales y estatales. Puede que no el ciudadano común, pero cualquiera con mínimos conocimientos de economía sabía que la burbuja inmobiliaria era un error que tendría graves consecuencias. Y se sabe que las autoridades políticas, lejos de intentar siquiera frenar la expansión de dicha burbuja, incluso la alimentó. ¿Cómo? Básicamente con falta de supervisión pero sobre todo con esa mira cortoplacista que tantas veces han demostrado. El mejor ejemplo lo tenemos en los municipios que ajustaron inversiones y gastos a los ingresos puntuales que les proporcionaron unos años de numerosas recalificaciones de terrenos y de altos impuestos por cada transacción inmobiliaria. Fue paralizarse la construcción y la compra-venta de viviendas, y se disparó la deuda que difícilmente se podía reducir después pues había que pagar infraestructuras, servicios e incluso retribuciones a funcionarios municipales pactadas bajo condiciones irreales de ingresos.
Visto desde nuestra perspectiva es sencillo lo que se debía haber hecho: desde limitar la duración de las hipotecas impidiendo que el alargamiento de los plazos aumentara el endeudamiento (muchos compradores veían más el volumen de la cuota mensual y su comparación respecto al precio de un alquiler que la enorme suma de intereses propiciada por las décadas de pagos), aumentar las exigencias de capital a las entidades financieras y la diversificación de sus activos en los balances, considerar las inversiones inmobiliarias como de riesgo, impedir que una misma propiedad sirviera como aval para el constructor, la inmobiliaria y el comprador final, exigir que las tasadoras fueran independientes y no estuvieran compinchadas con bancos y cajas … Sabiendo que ya en 2006 había estallado la burbuja en los EE.UU., deberían haber tomado medidas drásticas al menos más de un año antes de empezar a notarse la crisis en nuestro país. Pero seamos justos, ¿algún gobierno de alguna parte las tomó?
Reducir el crecimiento
Pepito que visto ahora, años atrás los gobiernos deberían haber tomado medidas para frenar el sector de la construcción y el inmobiliario pero eso en ese momento hubiera generado más paro, ¿hubieran aceptado los españoles que su gobierno voluntariamente redujera el crecimiento económico y estableciera normas que dificultaran su acceso a una vivienda en propiedad? En el ámbito local, ¿habría entendido los votantes que un alcalde, movido por la responsabilidad, hubiera matado la gallina de los huevos de oro paralizando actividades inmobiliarias y de construcción?
Me temo que no. De hecho generalmente se vota al candidato que más gastos promete. ¿Nos felicitábamos cuando un banco nos denegaba una hipoteca porque no veía nuestros ingresos como suficientemente sólidos? No, nos enfadábamos e íbamos a otro a solicitar otra. Y si podíamos conseguir un 100% del valor de la casa en dinero prestado, mejor. Esto tiene mucho que ver con la propia naturaleza humana: cada día que pasa somos más viejos y nos acercamos al fin, esa dura realidad la combatimos confiando en que nuestro futuro no empeorará; podemos tener una opinión pesimista sobre muchos temas pero la mayoría se casa pensando en que no habrá divorcio, que nunca serán despedidos de su empleo, que los hijos no darán disgustos, que no tendrán un accidente… Y sin embargo, esas cosas pasan cada día, por eso hay que estar preparados.
Reclamar más gasto
Si la democracia tiene un defecto es que los políticos elegidos saben que sólo tienen cuatro años para asegurarse la reelección y eso les impide mirar mucho más lejos y por supuesto los votantes no quieren oír de recortes y ajustes sino de inversiones que mejoren su situación. Si incluso ahora, tras una enorme crisis, la palabra austeridad tiene mala fama, imaginad si algún candidato la hubiera utilizado en plena expansión económica. Por supuesto que se debía haber creado un fondo de contingencia, similar al –ya agotado- Fondo de Reserva de la Seguridad Social, en cada administración pública puesto que sabemos que las crisis son cíclicas y que antes o después llegan. En vez de eso, se gastó desaforadamente y si somos sinceros, comprenderemos que por muy razonable que fuera una medida así, hubiera sido incomprendida por los votantes. Porque la situación nunca es la ideal, siempre hay reclamaciones que hacer y aunque ahora pensemos que en la España de 2006 vivíamos muy bien (y es verdad), entonces no teníamos esa sensación y reclamábamos más gasto (guarderías públicas gratuitas, más AVES, mejores fiestas populares etc.), no más ahorro.
Así que pensar que ahora, voluntariamente, vamos a sacrificarnos todos y rebajar nuestra calidad de vida por una lucha contra el cambio climático en la que está menos implicada Asia, cuando su influencia en él es mucho mayor, lo que va a conseguir es que al gobierno que insista demasiado con ello, le castiguemos en las urnas. Tenga razón o no, que ese es otro asunto. Incluso el partido Verde, que hace unos meses hasta llegó a liderar las encuestas en Alemania, ya se sitúa como tercero en intención de voto por insistir demasiado con este tema. ¿Asumir como votantes un menor crecimiento económico? ¿Intentar convencernos que un sacrificio individual va a compensar la contaminación que el volcán canario está provocando de forma natural? Me extrañaría mucho, por mucha propaganda que nos quieran vender.