Lo de la señora Cifuentes parece simplemente un aviso. Un primer aviso. Toma nota, María Cristina. Un episodio que recuerda aquella terrible escena de “El Padrino”, Francis Ford Coppola, cuando un productor de Hollywood se niega a proporcionar a un cantante en decadencia apadrinado por don Vito el papel principal en la nueva película que se dispone a rodar. Corleone envía a California a su consigliere, con la misión de convencer al cineasta: “Dile a tu jefe, sea quien sea, que ese cerdo de Johnny Fontane nunca trabajará conmigo y que yo no me bajo los pantalones por muchos italianos que vengan a hacerme la puñeta”. Don Vito agradece el recado metiéndole entre las sábanas de seda de su lujosa cama la cabeza chorreante de sangre de Khartoum, su caballo de carreras favorito.
La presidenta de la Comunidad de Madrid ha acusado el golpe. Tocada, pero no hundida. Ayer se defendió con el brío que le caracteriza peregrinando por radios y televisiones para explicar su verdad. Un acierto, si bien penoso en extremo, porque mientras ella se explica evita que otros se expliquen por ella y añadan más barro a este campo de estiércol español donde chapotea buena parte de la clase política, con el PP a la cabeza, casi todos con mierda hasta las orejas. La propia Cifuentes se ha referido a ese “embarrar el campo”, sin descartar que el hombre de la manguera pertenezca a su propio partido. Fuego amigo. Has ido demasiado lejos, querida. En el lodazal del PP has presumido de limpieza, de modo que tu nombre ha subido muchos enteros en la bolsa de valores donde se cotizan los candidatos a sustituir a Mariano, y eso tiene mucho riesgo: María Cristina nos quiere gobernar, y yo le sigo le sigo la corriente, porque no quiero que diga la gente que, después de años escondida en las sentinas de Moncloa, decidida a ser cabeza coronada, no estoy dispuesta, digo, a permitir que una rubia platino me birle tan gracioso destino.
Has ido demasiado lejos, querida. En el lodazal del PP has presumido de limpieza, de modo que tu nombre ha subido muchos enteros en la bolsa de valores donde se cotizan los candidatos a sustituir a Mariano, y eso tiene mucho riesgo
Perfecto ejemplo, nueva demostración en vivo, del carajal español. Esto está muy mal, dije días atrás, y nuevos episodios vienen un día sí y otro también a alimentar la sospecha de que esto está fuera de control, de que la nave camina a la deriva arrastrada por las corrientes de una corrupción que amenaza con llevarse por delante el Régimen del 78 o lo poco que queda de él, sin que aparentemente nadie, ¿hay alguien ahí?, salga a escena dispuesto a decir: 'un momento, señores, esto no puede seguir así, este país no puede seguir siendo la casa de putas que aparenta ser, con la Guardia Civil disparando contra una Cifuentes que pensó que a ella la iban a respetar por su cara bonita, con la Policía esperando su oportunidad tras la salida de los Villarejos -tus fieles periodistas lamentan tan sensible pérdida-, con los jueces de derechas pasando a cobro viejas letras de cambio, con los fiscales de izquierdas poniendo contra las cuerdas a Catalá y sus chicos, con el CNI a por uvas, las uvas de la ira de doña Soraya', y todo sin que nadie, repito, alguien con talento, sentido común y unas gotas de patriotismo salga a reclamar que esto hay que pararlo, porque es mucho, es todo, lo que nos estamos jugando.
Estado de Derecho a pique
Todo fuera de control. ¿Quién controla a la UCO? ¿Quién, a la UDEF? ¿Quién, a jueces y fiscales? ¿Quién filtra los sumarios y las grabaciones secretas? ¿Quién permite asaltar despachos para instalar micrófonos a las cinco de la madrugada? Un Estado de Derecho que parece irse a pique. Ese es el problema: que nadie controla nada. El Gobierno Rajoy es papel mojado, hoja volandera asustada cuyo único deseo consiste en esconderse, cerrar la boca a cal y canto y esperar que escampe. Un Gobierno presidido por un pusilánime que no tiene el valor de salir a escena y asumir su parte alícuota de culpa, diciendo lo que habría que decir con un par: que esto ha sido un lodazal, que lo sentimos, que pedimos perdón a los españoles, y que no se volverá a repetir. Nadie en ese partido sabe lo que hay que decir, ninguna estrategia de comunicación, ninguna narrativa mínimamente coherente, ningún argumento creíble. Sin directrices, sin mensajes. Solo silencio. Solo miedo. Todo miradas de soslayo. Y mucho pánico.
Tú eres el último de la lista, Mariano, ¿no te has dado cuenta? ¿No has notado ya la cabeza de Khartoum entre tus sábanas?
Será difícil encontrar en la historia de España un comportamiento tan infame desde el punto de vista de los intereses colectivos como el demostrado por el actual Ejecutivo. Haría falta remontarse a tiempos de Fernando VII para toparse con tal grado de cobardía a la hora de hacer frente a los problemas del país. Ni un átomo de gallardía. “La estrategia de Mariano es permitir que le marquen goles a puerta vacía hasta que el contrario se aburra y lo deje”, cuenta alguien con fundamento. Mariano se esconde y la gente del PP se avergüenza, transmitiendo a los ciudadanos la sensación de que este espectáculo no tiene fin, no acabará nunca, porque esta es la canción de la corrupción interminable. Dicho lo cual, si Mariano piensa que se va a salvar del incendio está muy equivocado. La marea de la corrupción acabará por llegar a su orilla y mancharle los zapatos. Tú eres el último de la lista, Mariano, ¿no te has dado cuenta? ¿No has notado ya la cabeza de Khartoum entre tus sábanas? Queda por saber quién será el Bruto que te apuñalará por la espalda, aunque lo sospechamos.
Nunca nadie como Rajoy ejemplificó de manera tan perfecta los riesgos del vacío de poder, el aserto de que poder que no se ocupa es inmediatamente ocupado por alguien que sabe bien qué hacer con él, seguramente nada bueno. Ahí está el ejemplo del separatismo catalán o ese golpe de Estado que, con luz y taquígrafos, viene produciéndose en Cataluña desde hace años ante el silencio cómplice de los poderes del Estado y con el dinero que les proporciona el Estado. Poco dado a las teorías conspiratorias, creo sencillamente que vivimos un final de régimen marcado por la esquizofrenia del todos contra todos que caracteriza a los finales de régimen. Con un PSOE internamente fracturado y un PP igualmente hecho añicos por dentro, puñales volando en todas direcciones, lo que está ocurriendo no puede ser más preocupante. Y ello porque al final de este camino enloquecido, de este desgobierno cuasi absoluto, de este descontrol, solo se adivina un ganador o ganadores: aquellos antisistema dispuestos a tumbar el orden constitucional y acabar con el periodo de paz más largo de la reciente historia de España, seguramente para implantar a cambio un modelo enemigo de las libertades.