En el ámbito separatista circula una consigna de manera insistente: el próximo otoño será caliente. No se trata de mera palabrería. Existe una conspiración organizada a voces, de manera pública, con nombres y apellidos. Su objetivo: la república catalana.
Reuniones con carácter operativo
Releyendo a Shakespeare – concretamente, la obra Julio César, magnífico y descarnado retrato del poder, la ingratitud y la condición humana – me encuentro con esta frase: “La confianza abre el camino a la conspiración”. La pronuncia Artemidoro, sofista de Cnidos al que no hay que confundir con su homónimo Artemidoro de Daldis, cartógrafo, geógrafo e interpretador de los sueños que vivió en la Grecia del siglo II A.C. Ahora bien, la reflexión es oportunísima respecto a lo que se está cociendo en Cataluña. Los separatistas caminan hacia una reedición de los tristes sucesos del año pasado, pero en una versión más dura, más totalitaria, si cabe. Ellos mismos no esconden que los próximos meses van a plantar una seria batalla. Lo dice el abogado de Puigdemont, lo dice Pilar Rahola, lo dicen el fugado y Torra. Nadie se esconde en esta tierra salvo, desgraciadamente, aquellos que temen por no ser partícipes de la ola amarilla. Se sienten confiados ante la inanidad, cuando no actitud cómplice, que tanto el gobierno socialista como el PSC mantienen ante sus constantes vulneraciones de la ley, sus excesos legales, su contumacia en apoderarse de una parte del territorio nacional por los medios que sean. Hay, pues, entre la grey separatista un clima de optimismo, de renovación de la esperanza. Saben que Sánchez es un pusilánime y tiene las manos atadas por los nudos gordiano de su ambición personal y su cortedad de miras. Ha llegado la hora en que las compuertas debilitadas que frenaban a duras penas el dique del supremacismo acaben por ceder ante la pasividad criminal de los señoritos de la rosa roja marchita. La riada está más que asegurada.
Ha llegado la hora en que las compuertas debilitadas que frenaban a duras penas el dique del supremacismo acaben por ceder ante la pasividad criminal de los señoritos de la rosa roja marchita
En este sentido, cabe destacar la serie de reuniones que se han celebrado en los últimos días y sus asistentes. Tanto la del viernes en la villa de Cardona – recordemos, en el Berguedà, territorio privativo de las CUP y los CDR más radicales – como la del sábado por la noche en Fontanilles, en Gerona, terminando por la reunión entre Puigdemont y Torra en Bruselas. Si la Biblia dice – un libro sumamente normativo, que decía Pla – aquello de por sus obras los conoceréis, la lista de personajes que han participado de lo que es ya el diseño de un complot en toda la regla contra el Estado es harto significativa.
Ahí tenemos a Xavier Vendrell, de Esquerra, el mismo que confesó ante un tribunal formar parte de la organización terrorista Terra Lliure. Junto a él, nada menos que el vicepresidente del ejecutivo catalán, Pere Aragonés con su adjunto y mano derecha Albert Castellanos, la alcaldesa de Gerona Marta Madrenas, apocalíptica donde las haya, Eduard Pujol, al que persigue el CNI en patinete según declaró en su día, los presuntos candidatos a la alcaldía de Barcelona por el separatismo Jordi Graupera y el sempiterno Ferrán Mascarell, el ex Conseller Carles Mundó, que se libró del trullo jurado que abandonaba la política o el concejal neoconver Raimon Blasi. Junto a ellos, alguno de los empresarios adictos al proceso como Gabriel Jané y el ex alcalde de Girona y ex Conseller del Tripartito Quim Nadal. Ahí radica la novedad del asunto. La asistencia de este, y permítanme la digresión, me ha hecho venir a la mente aquella cena en Lleida con el general Armada previa al 23-F a la que asistió el por entonces líder del PSC Joan Reventós. Hay que jugar a todos los palos.
La entente cordial entre separatismo y socialismo es más que evidente, así como también lo es la impunidad con la que elementos que han demostrado sobradamente sus intenciones golpistas se reúnen para diseñar un plan de acción de cara a hacer confluir las fechas de la Diada, los aniversarios del 1-O o la proclamación de la independencia con acciones sonadas, de gran efecto. Todo para que, una de dos, Sánchez acabe de bajarse las sayas hasta los tobillos o, si no lo hiciera, volver a las andadas. Pero, cuidado, esta vez no sería una república de ocho segundos. La cosa, según nos informan, es mucho más seria.
"Ahora iremos en serio porque tenemos la experiencia de todo un año"
Así se expresaba uno de los asistentes a las reuniones mencionadas. Es así de duro. El 155, la prisión preventiva, los fugados, todo ello no ha servido más que para reforzar al separatismo en una idea muy clara: el Estado es débil frente a su amenaza golpista, tiene la musculatura atrofiada y si eso sucedía con el PP, con un PSOE entregado al canibalismo de sus adláteres políticos ni les cuento. De ahí que la estrategia haya sido rubricada por Puigdemont y Torra en Bruselas, condenados a aceptarse el uno al otro, aunque se odien cordialmente. El objetivo ese tensionar hasta el límite la situación catalana con miras a tres posibles escenarios: un nuevo 155, cosa que dan por poco probable, una cesión del gobierno socialista, aunque sea solo en parte, y, por descontado, las elecciones municipales y europeas de la primavera próxima.
El objetivo ese tensionar hasta el límite la situación catalana con miras a tres posibles escenarios
El separatismo sabe que es muy difícil lograr su objetivo máximo, es decir, la independencia, sin un conflicto civil en las calles. No le duelen prendas en intensificar sucesos como el del otro día con la señora que retiraba lazos o los escraches a Llarena, pero, aunque se contemple la ocupación de sedes del Estado en Cataluña, entre ellas las delegaciones de algunos ministerios, diputaciones, ayuntamientos, e incluso el Parlament o la delegación del gobierno – lo que se denomina fase tres en el lenguaje que manejan algunos de los conspiradores – prefieren mantener una permanente movilización y evitar que el Estado acabe por elevar la alerta terrorista al nivel cinco, lo que supondría la presencia de militares por las calles. En lo que respecta a esa movilización, la pregunta es obvia: ¿de las masas? No. Ya no cuentan más que con los autobuses de provincias. Se trata de activar a los CDR a full para que ataquen como abejas, picando ahora en la sede de una compañía eléctrica, después en una institución bancaria, o al día siguiente en una empresa que se distinga por no ser adicta al proceso. Vendrell sabe lo suyo de estas cosas, no en vano fue el quien, desde Terra Lliure, señaló los objetivos, verbigracia, de una oficina del INEM o el de una sede de la Hidroeléctrica del Segre para ser atacadas en los tiempos en los que el muchachito chicoleaba con el pasamontañas.
Que, según nos informan, se cuente con una parte de los Mossos en tareas de información y contención no es cosa baladí. Ya hemos visto estos días como la policía autonómica está más dispuesta a identificar y detener a quienes retiran simbología separatista que a quienes la colocan. Ante este panorama, que incluiría apretar “el acelerador” en Catalunya Ràdio y TV3 – uno se pregunta ¿aún más? – desde fuentes cercanas a la delegación del gobierno nos manifiestan su total consternación ante la pasividad del ejecutivo nacional. No será por falta de informes, porque nos consta., siempre según nuestras fuentes, que tanto las correspondientes brigadas de información de la Policía Nacional y la Guardia Civil, así como los servicios de la antena catalana del CNI, han hecho llegar a los responsables políticos lo que se está cociendo. Incluyamos en este apartado a algunos servicios de información de países de nuestro entorno, tanto o más preocupados que nosotros por un hipotético foco de conflicto en una zona geoestratégicamente vital para la UE y la NATO.
Todos esos dosieres, como es lógico, están cargados hasta los topes con una profusión de detalles y nombres que este articulista no posee o no puede revelar por respeto y discreción hacia las personas que me facilitan tales informaciones. Pero con lo que sabemos es más que suficiente para darles la razón a los pirómanos. Sí, va a ser un otoño caliente.