Opinión

Tamames, la ‘mema’ y los memes

En un momento en el que la gestión de lo público es prevaricadora, ideologizada y cara, los políticos con responsabilidad y visión de futuro deberían cotizar al alza.

  • Ramón Tamames, candidato de la moción de censura de Vox

En el principio hubo una crisis. Amaneció el mundo azotado por vientos huracanados y al impactar sobre la tierra seca levantaron un polvo que lo cubrió todo. Así que se descubrió que el milagro español del que se habló durante cuatro décadas no era tal. O, al menos, no así exactamente, lo que generó una sensación de orfandad en los ciudadanos. En ésas, el cielo se encapotó y descargó una lluvia que todo lo refrescó. Hubo quien no se dio cuenta de que el agua estaba contaminada.

De ese chaparrón surgió la nueva política, que defendió otra forma de proceder. “Adiós Botella, bye bye, PP”, cantó una drag queen madrileña cuando se confirmó el cambio y los dirigentes descamisados de Podemos y Más Madrid comenzaron a sentarse en los parlamentos nacionales. De ahí a Mónica García hay un trecho temporal, aunque la filosofía es la misma. Es la que consiste en el lanzamiento de fuegos de artificio y poco más. En la generación de titulares que gusten a Ferreras y provoquen un impacto en el electorado.

Más Madrid es especialista en esa técnica. Nada es lo que parece en ese partido. Ahora lo ves, ahora no lo ves. Detrás de las ocurrencias sensacionalistas de Íñigo Errejón y compañía no hay mucha más intención que la de generar titulares. Son el clickbait de la política. Ofrecen efectismo y poco más. Proposiciones no de ley de lágrima fácil. Lo que ocurre es que hay veces que el método no es infalible. Es lo que tiene priorizar la búsqueda del impacto frente a la reflexión. Así se explica el ridículo que hizo Mónica García después de reclamar la dimisión de Enrique Ossorio por recibir un bono para familias vulnerables… mientras su propio marido lo cobraba.

Sobra decir que ella debería haber presentado su renuncia y regresado de vuelta al hospital en el que ejerce de médica (como ha repetido cientos de miles de veces), pero decidió simplemente pedir disculpas. Dijo que ella no sabía nada, que no miró bien el extracto del banco y que está dispuesta a devolver hasta el último euro que ingresó. Quedó como Cagancho en Almagro, pero hubo quien ensalzó su acto de pedir perdón. El votante medio de Más Madrid tiene un alma enorme. Inmensa. Por cierto, dos buenos ejemplos el de Ossorio y García, en cualquier caso. Dos ciudadanos ejemplares. Cuando no quede nada por aquí, a ellos no les faltará mucho y, a los demás, todo.

Lo de Mónica García tiene una clara lectura. El afán de Más Madrid por disponer cada día de un tuit rimbombante ha llevado al partido a idear ciudades de 15 minutos, regularizaciones de la marihuana y semanas de 4 días de trabajo. Un día, Errejón se pone el traje de estadista y diserta sobre los peligros de una sociedad adicta a los antidepresivos y, al otro, diserta sobre la alegría de los tolerantes. Todo cabe si es susceptible de ser debatido en la mesa de Ana Rosa.

La política, de chascarrillo en chascarrillo

Conviene no ser injusto, dado que no es la única formación política que vive del chascarrillo. El tempestuoso de idilio de Ramón Tamames con Vox no dista mucho de esa forma de hacer política, que se sostiene en ocurrencias continuas, que se presentan como ideas revolucionarias, pero que en realidad son bromas de mal gusto. Los partidos se han convertido en fábricas de ese tipo de ideas rimbombantes. Hubo en 2016 quien apostó por Javier Solana para presidir un Gobierno de concentración, ante el bloqueo parlamentario que existía, el cual impedía reelegir a Mariano Rajoy. En aquellos días, afloraron varios nombres de posibles candidatos, mientras los editoriales de algunas cabeceras apoyaban la idea y los contertulios de cabecera apelaban a la responsabilidad y al patriotismo. Desde luego, hay quien está para homenajes y dieta blanda.

Siete años después de aquello, alguna mente preclara de Vox -o de Disenso- consideró que sería una buena idea el presentar a Ramón Tamames como candidato a presidente del Gobierno en una moción de censura. ¿Qué podía fallar? ¿Acaso hay una muestra mayor de sentido de Estado que recurrir a un antiguo comunista para tratar de echar de Moncloa a Pedro Sánchez?

La iniciativa buscaba lo mismo que persigue un influencer al crear un meme o un vídeo para Tiktok: impactos y poco más. “Que hablen de mí, aunque sea mal”. ¿Eso es inteligente? Cuesta imaginar a alguien más satisfecho con la moción que el presidente del Gobierno. Por unos días, las televisiones arrinconarán el debate sobre la inflación, la factura del gas, el 'tito Berni' y la ley del 'sólo sí es sí' para enfocar a Tamames, supuesto héroe de la supuesta modélica Transición y concejal con Tierno Galván. Quienes acusaban a los otros de ser 'derechita cobarde' presentan a ese señor a una moción de censura. "Madrileños, el que no esté colocado que se coloque".

Melodrama televisivo

Lo que ocurre con quienes viven del populismo teatral -y en Vox pecan de eso también- es que sus mejores y peores actuaciones suelen ser utilizadas por sus enemigos como munición, lo que contribuye a perpetuar los males del país. Sus diagnósticos de la situación suelen ser precisos, pero su método suele basarse en brochazos y simpleza. En ruedas de prensa que derivan en culebrones o en dramas. Y en representaciones melodramáticas y aspavientos que son absolutamente contrarios al interés general. Ese juego lo ha practicado el Gobierno desde 2018. Cuesta pensar que la alternativa a Sánchez la constituyan quienes liderarán esta moción de censura. Por cierto, mejor no hablar de ese tipo de periodismo que ahora impulsa a convertir en mujer a un concejal varón de Vox... por hacer la gracia. Todo es terrible.

En un momento en el que la gestión de lo público es prevaricadora, ideologizada y cara, los políticos con responsabilidad y visión de futuro deberían cotizar al alza. Por eso, quizás lo suyo sería difundir entre los medios ideas sólidas sobre precios, pensiones, vivienda, sanidad, política exterior, sociedad y digitalización; y, mientras tanto, esperar a que tras las elecciones municipales y autonómicas el PSOE y Podemos se lancen a por Sánchez si se confirma aquello a lo que apuntan las encuestas. Ésa sería una estrategia inteligente. El resto, ideas de bombero o de líder rodeado por chalados u oportunistas. No todo es el clickbait. Menudo palo el que se han llevado Mónica García y Santiago Abascal por fiar su fama a las redes y a los titulares.

Y menudo desnorte el de los medios 'combativos' cuyos argumentos contra Sánchez consisten en hacer el indio y montar pollos en las salas de prensa. Lo dicho: impactos y poco más.

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