Opinión

Los dos debates de las elecciones andaluzas sólo sirvieron para hacer memes

Este título solo es una broma para que usted pinche. En realidad los debates electorales siempre son saludables. Lo que ocurre es que también sirven para desenmascarar a los cantamañanas de las tertulias

  • Imagen del segundo debate televisivo de las elecciones andaluzas. -

La noche del segundo debate electoral de Andalucía, el emitido por Canal Sur, era una maravilla leer y escuchar a avezados analistas que afirmaban que Macarena Olona, candidata de Vox, había conseguido marcar el ritmo con las palabras que espetó al candidato del PP, Juanma Moreno, a cuenta de sus hipotéticos pactos de gobierno. También destacaban que la candidata de Adelante Andalucía, Teresa Rodríguez, había acertado al confrontar tanto con Vox. O que el presidente de la Junta de Andalucía era el perdedor del debate. O que Juan Marín había brillado y tenía opciones. O unas cuantas cosas más.

Esos mismos analistas de pata negra especulaban casi con que lo sucedido cambiaba el escenario de las elecciones andaluzas. Todo era posible. Además, las encuestas de unos cuantos medios de comunicación daban a Olona como ganadora. Así las cosas, había partido, emoción y lo que hiciera falta. En realidad, todas esas hipótesis eran, como siempre, literatura de la mala. O sea, relleno para hablar de unos debates que no sirvieron para grandes cambios a la vista de los resultados electorales conocidos este domingo, con la aplastante victoria del candidato popular, sí, ese que había sido sorprendido en el debate y esas cosas.

Los debates sí sirvieron, claro está, para hacer memes. Porque no me negarán que resultó genial que lo de las torrijas desatase la creatividad de miles de tuiteros y nos ayudase a sobrellevar mejor una campaña electoral insoportable, llena de tópicos -ese antifranquismo de Yolanda Díaz, ese Juan Espadas de otra época- o de histrionismos baratos -esas cosas de Olona-.

No me negarán que resultó genial que lo de las torrijas desatase la creatividad de miles de tuiteros y nos ayudase a sobrellevar mejor una campaña electoral insoportable, llena de tópicos o de histrionismos baratos

Lo curioso, además, es que seguramente tras el segundo debate electoral, el de Canal Sur, o después del primero, el de La 1, también hubo sesudos analistas, los mismos antes citados u otros, tanto da, que vaticinaron los grandes cambios que podían producirse el 19-J por lo sucedido en estos encuentros dialécticos televisados. No importa nada qué se dijera. No hay memoria para los tertulianos. La videoteca lo aguanta todo. Total, ocurre con todo este circo, porque casi nadie de esos mismos analistas pronosticaba la mayoría absoluta del PP y las encuestas tampoco decían que fuera posible, pero ahí está.

Claro que sirvieron

Bromas aparte, ya que este título es un truco para que usted pinchase en este artículo, los debates electorales siempre sirven, porque ya tenemos dicho aquí que, aunque cosechen pobres datos de audiencia como siempre cosechan, emitirlos es un ejemplo de servicio público, dado que todos los candidatos se muestran como son y exponen sus ideas para confrontarlas. Siempre son saludables y necesarios, sirvan o no para cambiar los votos. Pero, sobre todo, televisivamente hablando resultan perfectos para desenmascarar a tanto indocumentado y tanto cantamañanas de esos que pueblan las tertulias. Algún día había que hablar de ellos. No todos son iguales, claro, pero hay unos cuantos casos sonrojantes.

Ver a estas personas analizando los debates electorales es como asistir al deplorable espectáculo del enganchado que juega a una tragaperras en un bar: triste pero casi inevitable

La verdad es que uno hace zapping con las tertulias y quiere echarse a llorar. Ese partidismo infumable. Esa disposición por bandos en las mesas. Esa absoluta falta de rigor. Esa certeza al asegurar lo que va a ocurrir (aunque, como en estas elecciones, luego no ocurra). Todo ello llega al paroxismo en tiempo de campaña electoral. Ver a estas personas analizando los debates electorales es como asistir al deplorable espectáculo del enganchado que juega a una tragaperras en un bar: triste pero casi inevitable. De esas tertulias, tan prescindibles, y no de los debates, tan necesarios, deberían hacerse unos cuantos memes.

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