Opinión

Cotufas en el golfo (VIII)

Ese delirio de que Salvador Illa no es nacionalista

Illa, moderado. Llarena, sospechoso. Los jueces, en contra del Parlamento. Sánchez, el gran demiurgo que convertirá a Junts en una CiU dialogante

El expresident de la Generalitat, Pere Aragonès; el nuevo president de la Generalitat de Cataluña, Salvador Illa y el presidente del Parlament, Josep Rull EP

Aquellos que tienen la paciencia de seguir estas vanas y veraniegas Cotufas en el golfo, expresión máxima de lo imposible, saben que aquí hemos encontrado en los libros, y lo que a su alrededor hay, la solución para no seguir la estela que el tonto de Amer marca puntualmente en la agenda de los medios. A veces, la voluntad se quiebra, y no queda más remedio que volver al redil de lo correcto y lo previsible, que tampoco tengo vocación de parecerme a Gurb, aquel simpático extraterrestre que inventara Eduardo Mendoza en tiempos de la Barcelona preolímpica.

Porque lo viví, lo sé. Las redacciones, más secas que una sardina en salazón, llenas de becarios y voluntariosos compañeros que saben que agosto es un mes maldito en el que de vez en cuando hay que trabajar. El verano es también el momento en el que algunas tertulias permiten que se vayan rodando algunos comentaristas, tertulianas más que tertulianos, que de forma puntual y armonizada (a-r-m-o-n-i-z-a-d-a) van vertiendo ante el micrófono el nuevo catecismo: Illa, moderado. Llarena, sospechoso. Los jueces, en contra del Parlamento. Sánchez, el gran demiurgo que convertirá a Junts en una nueva CiU cuando los de Pujol (de aquellos polvos…) parecían dialogantes y más nacionalistas que independentistas.

Siempre hay alguien que se cree que Illa ha fichado para su gobierno a nacionalistas moderados. ¿Alguien nos puede explicar qué es un nacionalista moderado, sea este catalán vasco o español?  

La única verdad que hay en torno al nacionalismo es que todo es mentira. Sin aceptar este principio casi, casi metafísico, volveremos a equivocarnos una y otra vez. Por eso, cuando escucho y leo el repulgo de que Salvador Illa es de centro y no nacionalista, no me queda más que sonreír. Claro, siempre hay quien, desde su buena voluntad, se deja engatusar y se cree que Illa ha fichado para su gobierno a nacionalistas moderados. ¿Alguien nos puede explicar qué es un nacionalista moderado, sea este catalán vasco o español?  

He pasado del enfado a la risa, pero siempre preguntándome qué les dará el poder a estos compañeros y compañeras que hablan lisuras de la amnistía, culpan en exclusiva a la policía catalana, explican las bondades del pacto fiscal con Cataluña, proclaman su normalización y aseguran circunspectos que, por fin, gobernará un partido no nacionalista. Pues nada, que pregunten por Maragall y Montilla y el tripartito de cada uno, el pacto del Tinell o la reforma del Estatuto, que nadie estaba pidiendo y Zapatero apoyó fervorosamente incluso antes de ser presidente: "Pascual, apoyaré las reformas del Estatuto que apruebe el Parlamento catalán", dijo un 13 de noviembre de 2003. Cierto, a Zp le sobraba el Congreso de los Diputados, y al marido de Begoña, también.

¿Es de fascista preguntar dónde estaba la bandera de España? ¿Es inconveniente preguntar por qué no se pronunció una sola palabra en castellano, lengua que hablan millones de catalanes?

Ya que algunos tertulianos y politólogos mienten, al menos que lo hagan con fundamento, pero para eso hay que leer, memorizar, y finalmente, razonar. Y ya que estamos, y por el vicio de preguntar. A ver, en el acto en el que Illa ha prometido su cargo como presidente, ¿es de fascista preguntar dónde estaba la bandera de España? ¿Es inconveniente preguntar por qué no se pronunció una sola palabra en castellano, lengua que hablan millones de catalanes? En fin, seamos justos, aceptemos que la nación española ya había desaparecido en esa parte de España sin necesidad de que ahora los declaren ciudadanos de primera, por encima de vascos y navarros, y muy lejos de los parias españoles que viven en las dos Castillas, Andalucía, La Rioja, Extremadura, Canarias… Cabreros todos sin derechos ni historia.

Escucho en una radio que la amnistía a quien le viene bien es a Feijóo. Y hasta ahí he llegado. La tecla a off, pero con una excepción. Carlos Herrera, que sigue en pleno agosto al timón, y haciendo radio de polígono en polígono. Chico qué mérito y qué vocación por llevar la radio a esos lugares en los que la nave del chino hace pared con un bar de copas y este, a su vez, con un lupanar, que todos somos hijos de Dios. Tiene mucho mérito dejar la sede de la Cope, junto a la puerta de Alcalá, e irse a un polígono industrial para contarnos las bondades de un nuevo medicamento que se ha inventado para calmar las zonas más delicadas de un hombre y una mujer, allí donde la espalda pierde su casto nombre. El revolucionario fármaco que Herrera promociona se llama Analdit, y quien lo ha probado asegura ser muy conveniente para escuchar determinadas tertulias y periódicos. Deberían regalarlo a la entrada del Congreso, asegura un amigo que a mi lado va escuchando la radio.  

'Cómodos y cómodas' con el pacto fiscal

Y así nos encontramos con los Juegos Olímpicos clausurados, y el prófugo, en Waterloo, espera uno que para siempre. Por muchas vueltas que le doy no alcanzo a saber qué le queda por hacer en España a este hombre, nada rebelde, que ha hecho de la chirigota y el escapismo un género político. Con esos mimbres van saliendo los cestos que este verano nos despachan los radios y periódicos entre el desdén y el aburrimiento. Claro que, para animar el quilombo, aparece siempre la ministra de Hacienda -un espectáculo político en plena ebullición-, que proclama sentirse “cómodos y cómodas” con el pacto fiscal que el Gobierno -que no el Estado- ha comprometido con ERC para que Salvador Illa sea presidente.

En España las consigas que más partidarios encuentran son las que proclaman un enfrentamiento en vez de un ideal. Lo sabía Franco. Lo sabe Pedro Sánchez mejor aún que el dictador. En la película Alicia a través del espejo hay un personaje que se manifiesta así: Algunas veces he creído seis cosas imposibles antes del desayunar. Escribiré la Cotufa del próximo viernes -pensaba hacerlo sobre Albert Camus asistiendo a una corrida de toros-, después de dar cuenta de un frugal desayuno. Digan lo que digan los compañeros instalados en esta parodia de democracia, lo que está pasando me parece imposible. Mejor empezar el folio con algo en el estómago. Más que nada para que la arcada que la actualidad me provoca encuentre su razonable y natural salida sin necesidad de probar el Analdit. Sé que me entienden bien.

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