Opinión

El guion del golpe de Estado

Los mismos que no se preguntaron qué motivó esas movilizaciones no se preguntan quién sale beneficiado al desmantelar un movimiento civil multitudinario

  • Seguidores del expresidente brasileño Jair Bolsonaro invaden este domingo el Palacio de Planalto, sede del Ejecutivo, y la Corte Suprema -

Es curioso lo que causa unánime estupor en ese magma colectivo, pero unánime, que es la opinión en los medios en España. Durante meses en Brasil se han sucedido manifestaciones multitudinarias y pacíficas de millones de personas que denunciaban el posible fraude electoral que late tras la victoria de Lula Da Silva con el 50,9% de los votos frente al 49,1% de Bolsonaro. El silencio sobre esta posibilidad que podía desembocar en un conflicto civil en un país clave como Brasil ha sido absoluto. «Locos, fanáticos, golpistas, bolsonaristas, trumpistas» era todo un mismo concepto que se aplicaba a 57 millones de brasileños.

Ahora que se han roto unos cristales del Congreso Nacional en Brasilia, la exaltación mediática se apresura a calificarlo de golpe de Estado, con los demócratas de cabecera en pleno éxtasis dado que pueden criticar a la derecha del otro lado del Atlántico. Los mismos que no se preguntaron qué motivó esas movilizaciones no se preguntan ahora quién sale beneficiado tras haberse desmantelo un movimiento civil multitudinario en el que se han señalado a infiltrados de Lula que incitaban o realizaban actos vandálicos.

Se opta por el descalificativo fácil y superficial. Se reutiliza la plantilla de los discursos y artículos contra Trump. «Esto es populismo, la sociedad está polarizada por culpa de Bolsonaro» fue, y sigue siendo, la explicación unánime en España de los expertos en politología. Especialistas del mismo nivel, pero de la rama jurídica, añadían que el Tribunal Superior Electoral había cerrado el caso con acusaciones de mala fe a Bolsonaro. Es de conspiranoico, populista y enemigo de la democracia recordar que la duda de los brasileños sobre sus Instituciones es al menos razonable. El presidente de dicho Tribunal, Edson Fachin, fue el juez que liberó a Lula de la cárcel, no porque se demostrase su inocencia en un caso de corrupción sin precedentes, sino por no no tratarse del juzgado competente en el asunto.

Los mismos que no se preguntaron qué motivó esas movilizaciones no se preguntan quién sale beneficiado al desmantelar un movimiento civil multitudinario

Ahora el guion consiste en representar un acto que condene el mundo entero presentando una víctima, un mártir de la causa democrática (ganar unas elecciones) contra las fauces populistas (quien las cuestione). Lula, el descondenado es elevado a la categoría de dios intocable en la sociedad moderna. Ahora puede encerrar a todo el que cuestione su poder y sus medidas de corte comunista adoptadas en sus primeros días. Y sobre todo expulsar del espacio público a todo seguidor de Bolsonaro. La corrupción y la agenda 2030 tienen el camino despejado en Brasil durante varios mandatos al haber desmantelado la oposición con un guion que incluye la acusación falsa de golpe de Estado.

La democracia en España no es representativa. En la práctica hay un poder casi absoluto del líder de un partido que gana las elecciones. Se pueden colonizar todas las Instituciones, el Gobierno puede nombrar a los jueces que les van a juzgar, incluir en la dirección del Estado a quien reivindica el asesinato de 843 españoles. Los propios delincuentes pueden despenalizar los delitos que hayan cometido o vayan a cometer sus socios o los de su partido. En España se ha despenalizado la sedición y la malversación y se acabará por penalizar la protesta contra el Gobierno. Pero el golpista sería el ciudadano que cuestione y se perciba indefenso ante las decisiones de ese poder capaz de venderse a intereses de terceros contra los suyos y los de su propia nación. Pero no se puede cuestionar ni tener dudas sobre el último resquicio que abre la puerta a ese gran poder. Unas elecciones.

Se pueden colonizar todas las Instituciones, el Gobierno puede nombrar a los jueces que les van a juzgar, incluir en la dirección del Estado a quien reivindica el asesinato de 843 españoles

Es peligroso criminalizar al que cuestiona con indicios en vez de investigar y no deslegitimar al que corrompe las Instituciones. El mayor peligro de la democracia no es el populismo, palabra que no significa absolutamente nada, salvo el vacío intelectual de quien la pronuncia, sino criminalizar la búsqueda de la verdad y la representatividad de los ciudadanos, lo único que hace libre a una sociedad.

El motivo de que los medios en España insistan en el exagerado «golpe de Estado en Brasil» es para estigmatizar a VOX. El guión de llamar golpista a cualquiera menos a quienes realmente lo son es incorporar en el Gobierno a estos últimos y expulsar del espacio público a toda oposición. Y eso ya pasa en España.

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