Celebramos el día mundial sin tabaco conscientes de que nos mata y contamina nuestro planeta sin que los ministerios competentes, como el de Sanidad o Consumo le planten cara de forma firme y valiente, al objeto de frenar que caigamos en sus zarpas teniendo en cuenta el dineral que mueven las industrias tabacaleras. Sólo hace 12 años que en el Congreso se aprobó la ley antitabaco que prohibía fumar en interiores, lo que generó en principio un revuelo importante en el sector de la restauración por los costes que implicaba habilitar los exteriores para seguir con la adicción.
Olvídense no es un placer, nos han hecho que sintamos placer, que nos enganchemos sin darnos cuenta y aún más creyendo que nos satisfacía todas las carencias. Fumar porque te relaja, fumar porque estás tomando una copa, fumar porque te han dado una mala noticia, fumar por todo, igual a lo que viene siendo una adicción en toda regla. Para superar una adicción no sólo es preciso dificultar el acceso al producto mediante precios prohibitivos, hace falta algo más que el que se impida fumar en cualquier esquina, Necesitamos socialmente un abordaje sanitario en salud mental que nos ayude a superar la adicción.
No fumamos por placer sino porque somos adictos. Normalizar el fumar, que haya sido bien visto, hacerlo depender de la libertad individual como si cada uno fuera libre para dejar esa droga cuando guste ha sido el mayor éxito del sector que promueve este negocio mortal. Si tan conscientes son nuestros políticos de cómo nos estamos envenenado no logro entender, salvo por los beneficios que aporta a las arcas públicas, por qué no se promueven desde los centros de salud campañas de ayuda, terapias de grupo como viene haciendo desde hace casi cien años la comunidad de Alcohólicos Anónimos, más atención sanitaria, educativa, psicológica para contener dicha adicción porque con subir el precio del tabaco para que se convierta en un artículo de lujo es sencillamente una medida recaudatoria.
Aún son muchos los niños que al ir a la playa construyen castillos de arena decorados con múltiples colillas en lugar de encontrar conchas marinas
Hace años parecía imposible que dejáramos de fumar en las redacciones de los medios, en el tren, en los bares, en el Congreso de los Diputados o en los hospitales. Claro que hemos avanzado, por supuesto, pero aún son muchos los niños que al ir a la playa construyen castillos de arena decorados con múltiples colillas en lugar de encontrar conchas marinas. Vaya por delante lo incívicos que somos. Las playas y los parques son un buen lugar para dejarlos libres de humo como ya hemos hecho con otros espacios públicos, aunque sea pensando en los niños.
Eliminamos de los aeropuertos los cubículos irrespirables en los que antes de coger un vuelo fumábamos como locos. Ya no están, ya no se fuma tampoco en los vuelos ni en primera ni en la cola del avión. Prohibir su consumo no es suficiente, ya lo vemos, porque el castigo difícilmente consigue nada cuando se trata de frenar una adicción.
Como en muchos otros temas, hace falta también valentía para luchar contra un lobby muy importante porque no es tampoco suficiente que la industria tabacalera corra con los costes de la contaminación, o sea el sector sanitario quien se haga cargo del gasto en tratamiento del cáncer. Suena inconcebible que te den veneno y luego el antídoto para intentar sobrevivir. No es de recibo.
Lugares emblemáticos sin humo como la calle Larios de Málaga, el Retiro en Madrid, o el parque de la Ciutadella en Barcelona son ejemplo a seguir
Una industria nos convenció, a través del cine, de la cultura, del ocio, que fumar nos hacía más sensuales, más valientes, más interesantes, cuando lo que nos hace es más adictos, más dependientes, menos libres. El Ministerio de Consumo se mete en fregados inverosímiles -la producción de carne, los teléfonos de ayuda al cliente- pero apenas ha dado un paso en esta guerra contra el tabaco. El de Sanidad, paralelamente, bastante ha tenido con hacer frente a la emergencia sanitaria, pero hacen falta más ayudas para librar esta batalla.
Los datos que recuerda cada año la OMS son escalofriante, Cada año mueren en el mundo ocho millones de personas fumadoras y se consumen 22.000 millones de toneladas de agua para las plantas de producción del tabaco. El 72% de los menores de 12 años están expuestos, sin poderlo evitar, al humo del tabaco. Mucha labor por hacer aún para tener una sociedad libre de humo, para ahorrar en Sanidad y recaudar en Hacienda por otras vías menos nocivas para nuestra salud. Lugares emblemáticos sin humo como la calle Larios de Málaga, el Retiro en Madrid, o el parque de la Ciutadella en Barcelona es lo que propone la Asociación Española contra el Cáncer (AECC), quizás esos lugares libres de humo sirvan de ejemplo para convencernos que debemos, podemos y sabemos convivir, vivir y disfrutar sin esa droga que nos mata. Cuídense.
KATAPUM
Viva la demagogia barata!!!...
Auraz
Es lo que más gusta a los votantes del PSOE; aprecian al que se lo lleva crudo.