Opinión

Félix Ovejero: una espléndida izquierda ilustrada (I)

Una magnífica lección sobre lo que es la democracia, y sobre nuestra obligación de defenderla frente a quienes están empeñados en romper nuestra comunidad de ciudadanos

  • El presidente de la Generalitat, Pere Aragonés (d), y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en una imagen de archivo -

Félix Ovejero es un caso singular en el panorama español de lo que se puede denominar, con justo título, la mejor izquierda ilustrada. Profesor universitario con una larga obra publicada entre la que destaca “La deriva reaccionaria de la izquierda” o “Secesionismo y democracia”, acaba de publicar La razón en marcha (Alianza Editorial). Es un libro de muy fácil lectura, organizado en un conjunto de conversaciones con el escritor Julio Valdeón, entre las que nos da cuenta de su trayectoria vital, de su prodigiosa red de amigos y, desde luego, su pensamiento político y su percepción del curso de España y de Europa en las últimas décadas.

Vale la pena leer ese libro. Contiene la expresión de un hombre hecho a sí mismo, desde la izquierda lúcida, hoy desfigurada en nuestro país entre alianzas con populistas de extrema izquierda, o con nacionalistas reaccionarios e integristas. Ya sean los señoritos autoritarios de Unidas Podemos, o los legatarios políticos del terrorismo en el País Vasco (EH Bildu), o los golpistas catalanes de ERC. Gentes solo adecuadas para un momento catastrófico de España.

Ante esa mutación de la izquierda española que lleva unos años pactando de manera insensata con esas fuerzas políticas de la mano de Sánchez, hasta quedar irreconocible la actual dirección del partido socialista, se agradece bien la palabra clara y el testimonio honesto de Félix Ovejero.

Nacido en Barcelona en 1957, su infancia transcurrió en el Raval. "Nosotros acabamos en el Barrio Chino, que ahora llaman el Raval”. "Allí había, sobre todo, "catalanes derrotados", como los que aparecen en las novelas de Marsé. Mis vecinos eran perdedores. No por catalanes, sino por pobres".

Contrapone en modo absoluto, dialéctico, la izquierda clásica frente al nacionalismo. Dice: "La izquierda clásica estaba asociada a una idea no vacua de progresismo, de progreso, entendido como el empeño en escapar a las constricciones de origen, a las circunstancias de procedencia y sociales, a las diversas tiranías del origen. Ese es el sentido genuino del ideal emancipador, un ideal universalista".

“El poder no cumple las leyes, pero sigue bajo la cobertura teórica de las apelaciones retóricas a la democracia, aunque el vínculo democrático con los ciudadanos haya sido pulverizado

Frente a ello, señala Félix Ovejero la causa principal de la adversidad y declive de nuestro país: “El nacionalismo. Todas sus descripciones son modos de cuartear el mundo, tramposas: el conflicto, que asume dos partes en guerra; inmigrantes, que nos dibuja como extranjeros; la solución dialogada, como si se tratara de dos entidades y no de una comunidad de ciudadanos”. 

Como añade en relación al nacionalismo: "El poder no cumple las leyes, pero sigue bajo la cobertura teórica de las apelaciones retóricas a la democracia, aunque el vínculo democrático con los ciudadanos haya sido pulverizado. En España, con Sánchez, es casi peor porque esa degradación se recrea ideológicamente, con el cuento de que el nacionalismo es la expresión torpe de una causa justa y real".

Y es así que las malsanas alianzas emprendidas por este PSOE le lleva a afirmar: “El problema, el más serio, es el PSOE, que a los otros ya los conocíamos: ha elegido como socios a unos tipos cuyo proyecto político consiste en desmontar al Estado”. En efecto, los socios del PSOE –ya sea Unidas Podemos ya EH Bildu, o ERC, tienen como elemento común la negación de la Transición y de la Constitución, lo que obligadamente conduce a un proyecto de desmontar el Estado. Prosigue Ovejero: "Por eso, si alguien está comprometido en serio con la igualdad entre los ciudadanos no puede tener unos intereses compatibles con quienes buscan la destrucción de la ciudadanía compartida. No hay posibilidad de coincidencia más allá de circunstancias menores –no sé, instalar unos lavabos en el Congreso–, no puedes compartir nada. Con ellos cualquier relación es un juego de suma cero: toda victoria suya es una derrota nuestra".

No se puede, apelando a singularidades históricas, casi todas extravagantes, amenazar con romper el juego democrático, ni exigir un uso discrecional del poder

Las preguntas de Julio Valdeón van centrando y ubicando el pensamiento político de Félix Ovejero a lo largo de todo el libro. Por ejemplo:

-"¿El secesionismo es incompatible con la democracia?"

"Una idea de democracia vinculada al contraste de argumentos, que recoge los intereses de todos, y los valora según principios de justicia, con imparcialidad y universalidad, es incompatible con el secesionismo, por sus medios, pues éste adopta el chantaje como procedimiento, el “si no se acepta lo que pido, me voy”, y por sus fines, en tanto busca romper la comunidad democrática, esto es, excluir de la condición de ciudadanos a los hasta ahora iguales. A los secesionistas les traen sin cuidado sus conciudadanos. Si apuestas por la secesión, entras en la lógica del chantaje y desprecias, por principio, el interés común, rompes el vínculo entre una comunidad de decisión y unas leyes justas, que son el resultado de atender argumentos –no chantajes– y de escuchar y preocuparte por todos los ciudadanos. Dicho en corto: si apuestas por la democracia tienes que combatir el secesionismo".

Alguien puede decidir irse, pero no llevarse lo que es de todos.

Aún el libro define lo que es republicanismo: “Todos sometidos a la ley que nos damos entre todos. No se puede, apelando a singularidades históricas, casi todas extravagantes, amenazar con romper el juego democrático, ni exigir un uso discrecional del poder”. Añade Ovejero: “Repitamos que el republicanismo es la ley por encima del poder despótico, como límite al poder”.

Unos indultos, por cierto, cuyo origen está precisamente en el poder monárquico, cuando los reyes podían saltar por encima de la ley y, sin encomendarse a nadie, otorgaban discrecionalmente lo que les daba la gana

Más adelante, señala: “Ah, y lo que el rey recuerda es que él también está sometido al imperio de la ley. Ese es el republicanismo esencial, contrapuesto al despotismo y a la arbitrariedad del poder”.

Se detiene en los indultos gubernamentales a los dirigentes catalanes protagonistas del golpe del 1–O, equiparándolos con una situación de arbitrariedad hoy inaceptable: “Unos indultos, por cierto, cuyo origen está precisamente en el poder monárquico, cuando los reyes podían saltar por encima de la ley y, sin encomendarse a nadie, otorgaban discrecionalmente lo que les daba la gana. Y con el mismo carácter arbitrario de entonces. La monarquía de ahora en nada se parece a la de hace un siglo, pero los indultos, sí”.

Sí, lean ese libro. En los tiempos de degradación política que corren en España y en nuestro entorno europeo, da gusto encontrarse con alguien como Félix Ovejero, que explica una magnífica lección sobre lo que es la democracia, y sobre nuestra obligación de defenderla frente a quienes están empeñados en romper nuestra comunidad de ciudadanos. Y además, es también expresión cabal y serena de lo que debe ser -siempre lo fue hasta tiempos no tan lejanos- la izquierda ilustrada.

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