Es la consigna emanada desde la neo convergencia a sus trolls, simpatizantes, periodistas a sueldo y abuelitas que han sustituido el ganchillo por Tuiter: el juicio está siendo un éxito rotundo para los acusados. Es decir, Turull ayer estuvo glorioso y Romeva dictó cátedra. Uno, que sigue el proceso por cuestiones de oficio y, por qué no decirlo, por curiosidad acerca del comportamiento humano, se pregunta dónde ve esa gente tamaños logros. Porque lo cierto es que Turull estuvo antipático, maleducado, soberbio, frío. Añadamos que cobarde, porque se hizo una infanta en toda la regla al manifestar que ni sabía cómo se elaboró el censo universal ni de dónde salieron las urnas. No se trata de pedirle que tire piedras en su tejado, pero, vamos, tanta arrogancia para luego rilarse ante la pérfida Fiscalía española no era precisa.
Romeva, por su parte, echó mano de currículum y vino a decir que siempre había trabajado por la paz y que fíjate que injusticia. Ambos, sin embargo, uno prepotente y el otro en plan más buen chico, coincidían en lo mismo: ¿quiénes son ustedes para juzgarnos a nosotros, heraldos de la república, héroes del 1-O, dirigentes homéricos del separatismo? He ahí lo que anima a estas gentes, el sentimiento de superioridad moral, política y jurídica que les hace creer que están por encima de leyes, fiscales y, en suma, de rendir cuentas. Eso es lo que hemos tenido que aguantar, y aguantamos, los catalanes que creemos en el Estado de derecho, la igualdad entre las personas y el imperio de la ley.
Juicio al supremacismo separatista
Este juicio, dejando aparte las cuestiones puramente legales, es un juicio al supremacismo separatista. Lo vemos en todas y cada una de las declaraciones. No se sienten concernidos por lo que a todos nos obliga, a saber, la ley. Están por encima de esas minucias, insistimos, como dejó claro su líder Jordi Pujol cuando preguntó en televisión qué coño era eso de la UDEF.
Que sean unos chulitos con cara de burócrata avinagrado – uno puede imaginarse perfectamente a Turull detrás de la ventanilla de cualquier oficina siniestra institucional diciendo “¿No ve que estamos ocupados? ¡Vuelva usted mañana y no moleste, pesado!” mientras lee la prensa y come su bocadillo mañanero – no es lo que más sorprende a este cronista. Lo realmente notable es como se hacen eco de sus declaraciones las redes sociales, TV3, Cataluña Radio y los medios afines al régimen. Si tuviésemos que atenernos a lo que ahí se dice tendríamos la impresión de que están pegándole una paliza de padre y muy señor mío a la justicia, esa justicia que, siendo cosa de españolazos – copyright de Alejandro Fernández, a cada uno lo suyo, amigo -, es ignara, torpe, maliciosa e inútil a más no poder.
Es una suerte que se emita en directo todo el proceso porque, si no hubiera sido así, ahora las silly news estarían campando a sus anchas sin poder contrastarlas
En ese mundo paralelo que han creado los mitógrafos separatistas los acusados vienen a ser una mezcla de Cicerón, Churchill, Bolívar y Juana de Arco, con perdón de la Doncella de Orleans, deviniendo fiscales, abogacía del Estado y ya no les digo Vox, poco menos que unos tartajas sin estudios. El aparato mediático creado durante el pujolismo y abundantemente regado de próvidas subvenciones reacciona paulovianamente al toque de pito de Waterloo, pero la duda está en los que se creen esas mentiras tan groseras, tan de baja estofa intelectual, que ofenden a cualquiera que tenga ojos y oídos para ver y escuchar lo que sucede en la sala del Supremo. Es una suerte que se emita en directo todo el proceso porque, si no hubiera sido así, ahora las silly news, algo más grave que las fake news, estarían campando a sus anchas sin poder contrastarlas.
A uno, que lleva años viendo como las gasta la extrema derecha separatista, esto no debería pillarle desprevenido, pero, ya ven, incluso al más curtido le resulta del todo insólito como mienten y con que sangre fría dicen que lo blanco es negro. Eso da la justa medida de los acusados que, salvando la parte humana que jamás debe dejarse a un lado, están quedando a la altura del betún frente al juez Marchena y a las acusaciones sólidas, inapelables, contundentes. Solo les queda arroparse en discursos falsamente épicos y en su verborrea, cuando no en fingir que nada sabían. Ese ha sido su proceder durante todos estos años, nada real, nada palpable, nada cierto y mucha retórica de patio de colegio, mucha bravuconada de despedida de soltero y mucha, pero mucha, irresponsabilidad.
Me lo decía un buen amigo y mejor periodista, Xavier Rius, que también sigue al minuto el proceso. “Pero, ¿en manos de quien hemos estado?”. Es evidente, Xavier, en manos de personas que intoxicadas por sus propias quimeras, por la terrible adormidera que supone creerse por encima de los demás que denunciaba en terribles versos desde su cárcel Albrecht Haushoffer antes de ser asesinado por los nazis, del supremacismo de quien divide la sociedad entre elegidos y el resto. Esa es la peor droga. La misma que consumen sus fanáticos seguidores, talibanes del privilegio de los ricos y odiadores de todo lo que no sea su racismo exacerbado. Dejar de consumir ese estupefaciente no será fácil sin medidas democrática y radicalmente higiénicas.