Mucho se está hablando de la repetición de elecciones el 10 de noviembre y del incremento de diputados del PSOE que obtendría Pedro Sánchez siguiendo su estrategia de firmeza con Pablo Iglesias para que sea el líder de Unidas Podemos el culpable de la hipotética vuelta de los españoles a las urnas. Les confieso que me parece una nueva versión del cuento de la lechera ya vista en nuestras pantallas. Veamos.
Para empezar, hay que recordar que el presidente del Gobierno en funciones tiene hoy los mismos 123 diputados que logró Mariano Rajoy en diciembre de 2015, quien, seis meses más tarde, el 26 de junio de 2016, en una inédita repetición de los comicios, logró 137... No 176 diputados que dan la mayoría absoluta, no, 137; catorce más al precio de tensionar el sistema institucional al máximo y certificar la debilidad del mismo por la vía del veto mutuo.
De hecho, la repetición agravó el bloqueo político hasta el punto que el PSOE hubo de defenestrar a su líder para luego permitir la investidura del candidato popular con una abstención en el pleno de investidura como la que ahora reclaman los socialistas en justa reciprocidad.
Lo ocurrido figura ya, por derecho propio, en la reciente historia política (y traumática) de España, y convendría releerlos ahora que tanto aprendiz de brujo calienta los oídos al líder socialista con una convocatoria electoral en otoño supuestamente taumatúrgica para sus intereses.
El único claramente beneficiado por la repetición electoral es Pablo Casado, en tanto fagocita mucho voto que se fue a Vox en abril y también de Ciudadanos
Hoy Sánchez no tiene enfrente mayoría alternativa de PP, Ciudadanos y Vox con posibilidades de desalojarle de La Moncloa, cierto; y si repite elecciones crecerá, sin duda. ¿A qué precio? De entrada, no lo haría en magnitud como para prescindir del necesario pacto con un Iglesias experto en la guerra de guerrillas. Y, además, hará crecer a Pablo Casado desde el más bajo nivel del PP que conocieron los tiempos hasta... vaya usted a saber, ya que todos los sondeos auguran un aumento de la abstención y una subida del PP.
El escenario de participación siempre será menor que la del 28 de abril porque el miedo a Vox se ha diluido como un azucarillo; y a esos comicios se va a presentar un triunfante en las recientes elecciones autonómicas en Madrid, Íñigo Errejón, que ya está haciendo campaña en los colectivos de izquierda aprovechando su tirón mediático:
Con @Rita_Maestre en el pregón del #Orgullo2019 celebrando y defendiendo los derechos LGTBI+ frente a quienes les gustaría una España en blanco y negro. Este año Más #Orgullo que nunca! pic.twitter.com/FX8ZHyxyu8
— Íñigo Errejón (@ierrejon) July 3, 2019
"Errejón también nos quita a nosotros, no solo a Iglesias", ha oído este periodista a algún destacado del PSOE. Es decir, que los votos que la izquierda española se viene repartiendo entre dos desde 2015, en noviembre serán menos en volumen (por la abstención)... y a repartir entre tres: PSOE, Unidas Podemos y Más país -la nueva marca del ex morado Errejón-. Vamos, como para que Pedro Sánchez e Iglesias se piensen ir a las urnas con el marchamo de incapaces de sacar a España del marasmo.
Precisamente por eso, Casado no acaba de creerse lo de la repetición electoral; porque aún cuando la relación PSOE/Podemos está complicada para lograr una investidura antes del 25 de septiembre -fecha límite en la cual el Rey disolvería las Cortes-, es mucho lo que tiene que perder la izquierda, no él, que recogería de nuevo buena parte del voto a Vox el 28 de abril y una parte de Ciudadanos.
"Una repetición con menos participación electoral de la izquierda porque Vox ya no mete miedo, y con la izquierda dividida en tres siglas... yo que Sánchez me lo pensaría". Reflexión compartida en privado. Pues eso, presidente, que cuando tu adversario popular aplaude, igual conviene darle otra vuelta a la estrategia.