La reacción exhibida por Alberto Garzón, no ya a su desautorización por Pedro Sánchez en la Cadena SER -que todavía no se había producido-, sino al leve pellizco de monja propinado por la portavoz, Isabel Rodríguez, calificando de “opinión personal” que nuestro ministro de Consumo haya puesto a caer de un burro las macrogranjas ante uno de los mercados más importantes, el inglés, vía The Guardian, esa reacción, digo, sólo puede ser considerada un desafío en diferido al presidente, una especie de Atrévete a cesarme, Pedro, y verás la que te liamos.
¿Cómo cabe Interpretar, si no, que este domingo lanzará un retador “doy por hecho que acabaré la legislatura como ministro de Consumo" en entrevista a El Periódico de Cataluña, justo 24 horas antes de las primeras palabras al respecto de Sánchez, su jefe? ¿O es que Sánchez no es su jefe? ¿En qué apartados de la Constitución de 1978 y de la, más reciente, Ley de Gobierno, se contempla que un ministro lo es a legislatura completa?
Sospecho que ni cien exigencias de cese lanzadas por Pablo Casado, Santiago Abascal e Inés Arrimadas en otros tantos miércoles de sesión de control al Gobierno harían tanto daño a la figura de Pedro Sánchez como constatar la impotencia de un jefe del Ejecutivo que no puede cesar a uno de sus ministros que le está retando mientras él silba esperando capear la tormenta perfecta que se avecina: desgaste de la coalición, pandemia inconclusa y deterioro económico.
¿Puede un ministro echar un pulso a su presidente, el que decidió nombrarle, sin ser cesado? Pues me temo que en España, hoy, sí. Porque el inquilino de La Moncloa, ante un Garzón ya reincidente con la carne, ha optado por poner paños calientes
A estas alturas, lo de menos es el por qué de la polémica propiciada por el ministro, el huevo, si hay que mejorar el tratamiento de los purines y el hacinamiento de cerdos y vacas en macrogranjas; por supuesto que hay que hacerlo tras la decisión de la Comisión Europea ante la Justicia… lo de más es el desgaste del fuero presidencial, la auctoritas que el líder socialista ha perdido en el camino durante dos años de pandemia y equilibrios en esa jaula de grillos PSOE/Podemos/ERC/Bildu/PNV/Compromis, que hasta los encuestados para un periódico nada sospechoso de antigubernamentalismo como es El País perciben.
¿Puede un ministro echarle un pulso y dejar desnudo ante todos los españoles al emperador, el que decidió nombrarle, sin que el final del cuento sea su cese? Pues me temo que en España, hoy, si. Porque el inquilino de La Moncloa, ante un Alberto Garzón reincidente en el ataque extemporáneo a la carne -acordémonos del “a mi, chuletón al punto”-, ha optado por volver a los paños calientes, por criticar sus declaraciones e ignorar el desafío personal que le suponen, esta vez si, y seguir aguantando.
Saben Sánchez y el PSOE, que su socio Podemos les está midiendo en este ecuador de la legislatura que atravesamos y que no habría tantas miradas de reojo entre ambos socios si no estuviéramos en tiempo de descuento electoral. No me refiero solo a Castilla y León el 13 de febrero, y a Andalucía en junio, que también, sino a un posible adelanto de los comicios generales si la tensión en el seno de la coalición sigue en aumento, por más que el presidente lleve un mes insistiéndonos a los españoles sin preguntarle en qué no nos va a convocar a las urnas hasta 2023.
Sí ministro, metedura de pata y gorda; fíjese en la foto que ilustra su entrevista en The Guardian: un secadero de jamones de jabugo, excelente ‘Marca España’ que nada tiene que ver con su denuncia pero que en el tótum revolutum también se ve afectada
Pablo Iglesias, que sigue teniendo mucho ascendente entre los morados, así como el ex todopoderoso director de gabinete de La Moncloa, Iván Redondo, ya le han advertido al presidente que convoque elecciones cuanto antes, que, cuanto más tarde en hacerlo, peor les irá a los socialistas y a Podemos porque ha cambiado el ciclo político. Y como la política vive mucho de las profecías autocumplidas, quién sabe si Alberto Garzón ha desatado sin querer el principio del fin.
Porque, ni las guerras empiezan a cañonazos ni las crisis políticas con dimisiones, nunca. Las crisis suelen ser fruto de la acumulación de malestares, mentiras, malos entendió, ocultaciones y meteduras de pata. Sí ministro, metedura de pata la suya, gorda; y si todavía no se ha dado cuenta, fíjese en la foto que ilustra su entrevista en The Guardian: un secadero de jamones de jabugo, excelente Marca España que nada tiene que ver con su denuncia pero que en el tótum revolutum organizado también se verá afectado ante el consumidor británico y Europa en general.
He dejado para el final lo que la estrategia del ministro de Consumo tiene de desafío también para la vicepresidenta Yolanda Díaz en tanto que cabeza visible de los morados en el Gobierno. Su fría reacción en Twitter al día siguiente de iniciarse la polémica, el 4 de enero, puro trámite y sin citar a Garzón por su nombre, es reveladora del malestar que debe haberle generado la metedura de pata de uno de los ministros suyos; Bueno, suyo no, de cuota Izquierda Unida, en tanto que su coordinador general, que esa es una de las claves que explican que el titular de Consumo se haya venido tan arriba en el desafío.
Pedro Sánchez habló con Yolanda Díaz el mismo día 4 para apagar el incendio y no hace falta ser adivino para saber lo que se dijeron; en particular lo que la vicepresidenta debió susurrar a quien preside el Consejo de Ministros, viendo su nulo entusiasmo en la defensa de Garzón; nada que ver con Pablo Echenique y otros miembros de Podemos cargando contra los socialistas por dar pábulo a los “bulos” de la ultraderecha y la industria cárnica.
Señal inequívoca de que a quien va a ser próximo cartel electoral de la izquierda a la izquierda del PSOE, gallega y, por tanto, muy probablemente heredera de una cultura de la carne bucólica como la de la foto que colgó, le hacen la misma poca gracia estas salidas de tono del coordinador de IU que a socialistas declaradamente carnívoros tales que el propio Pedro Sánchez A mí, chuletón, Javier Lambán o Emiliano García-Page… pero ella nunca se lo dirá así de crudo a Alberto Garzón, embarcada como está ahora mismo en una campaña para suavizar su perfil izquierdista. Atentos.