Estuve hace un mes en la Facultad de Periodismo de Badajoz para hablar de mi experiencia en relación con la prensa a alumnos de segundo curso. Uno de los asuntos que la profesora titular de la asignatura quería que tratara era el manido y decurrente sobre cómo ve un político a un periodista. Si mi comparecencia en la facultad hubiera sido posterior al escrito que los jefes de prensa de distintos grupos parlamentarios dirigieron a la Secretaría General del Congreso de los Diputados, ese escrito hubiera sido el aperitivo con el que hubiera iniciado mi disertación.
Consciente de que los alumnos que me escuchaban no habían vivido los años de plomo de la banda terrorista ETA, me habría visto obligado a explicar que para uno de los firmantes (Bildu) del escrito quejándose del trato que algunos periodistas dispensan a los diputados que acuden a la sala de prensa, los periodistas eran vistos como carne de cañón y por lo tanto, candidatos a ser asesinados si no escribían al dictado de los terroristas.
Les pondría los ejemplos de Aurora Inxausti, víctima de un atentado fallido, a Santiago Oleaga, asesinado por ETA, a Javier Ibarra, asesinado por ETA, José Maria Portell, asesinado por ETA, José Luis López de Lacalle, asesinado por ETA, Gorka Landaburu, con graves heridas en la cara y amputación de dedos y falanges de sus manos. Y bombas en instalaciones de periódicos y medios de comunicación en el País Vasco y en otras regiones españolas. A ETA el periodismo libre les incomodaba y, por eso, resulta tan extraño que partidos claramente democráticos estampen su firma junto a los herederos de los autores de la “socialización del sufrimiento”, denunciando la “falta de respeto” y el “clima de tensión” que se ha creado en los últimos meses en la sala de prensa de la Cámara Baja
Ya Pablo Echenique, portavoz de Podemos en el Congreso, inauguró una práctica semejante cuando dijo que él no respondía a canales de YouTube sino a “periodistas de verdad”. Y ese “de verdad” fue el gancho que utilicé para hacerles saber a los estudiantes de periodismo que el oficio al que piensan dedicarse profesionalmente no tiene nada que temer de lo que ahora algunos han calificado como el periodismo aficionado.
La preocupación que los políticos sienten por el nuevo periodismo obedece a la idea que tienen de que, hoy, con las herramientas que se disponen, cualquiera puede ser periodista. ¡Craso error!
Es posible que algunos grupos parlamentarios sientan que determinados medios no pregunten para informar objetivamente o que desprecien el periodismo digital. La preocupación que los políticos sienten por el nuevo periodismo obedece a la idea que tienen de que, hoy, con las herramientas que se disponen, cualquiera puede ser periodista. ¡Craso error! Somos muchos los ciudadanos que conducimos coches habilitados para ello con el carnet de clase B. Cada día hay más conductores y más coches.
Estoy seguro de que los pilotos de Fórmula 1, que también manejan coches, no tienen el temor de que los de la clase B les podemos quitar el puesto porque los coches que nos venden son cada vez más competitivos. La diferencia que existe entre un periodista aficionado y un periodista profesional es la misma que la que existe entre un conductor con carnet de clase B y un conductor profesional de Fórmula 1. Ambos son conductores. Unos, los de clase B saben apretar acelerador, embrague y freno y girar el volante, mientras que los de Fórmula 1 saben por qué su vehículo rinde más o menos, qué le puede exigir a su coche, qué rendimiento puede obtener de una herramienta que él ha estudiado.
Así pues, los grupos parlamentarios no deben temer la “falta de respeto” o el “clima de tensión” en las comparecencias en la sala de prensa. Que teman al periodista que se corrompe cuando huye de la objetividad y manipula al ciudadano para que en lugar de que este saque sus propias conclusiones, llegue a las que quiere el periodista.
Si tengo que votar en unas elecciones generales, tengo el derecho a que quienes aspiran a representarme me digan claramente, por ejemplo, si creen que Cataluña tiene o no derecho a la independencia
La Asociación de la Prensa de Madrid (APM) emitió un comunicado defendiendo el derecho que asiste a los periodistas a hacer preguntas y el derecho que tienen los políticos a no responder si así lo consideran oportuno. No es eso lo que les dije a los estudiantes de periodismo de la Universidad de Extremadura. Cuando un político representa a los ciudadanos, estos tienen el derecho a conocer todo lo que conozca su representante. Ya es hora de que se elabore una ley que garantice el “derecho a saber” y que termine con la cultura del secretismo.
El derecho de los ciudadanos es un derecho instrumental que permite ejercer otros derechos, por ejemplo el derecho al voto. Si tengo que votar en unas elecciones generales, tengo el derecho a que quienes aspiran a representarme me digan claramente, por ejemplo, si creen que Cataluña tiene o no derecho a la independencia mediante un referéndum de autodeterminación. Un trabajador necesita saber si el partido al que pudiera votar es partidario de mantener el sistema actual de pensiones o se le va a obligar a comprar la pensión en el mercado. ¡Y tienen la obligación de contestar!