La semana pasada, la dirección nacional del Partido Popular decidió ofrecer un homenaje a la Movida madrileña. Un acontecimiento de esta magnitud no se puede improvisar, requiere mucha preparación y es evidente que en su labor como oposición ya resonaban desde hace tiempo los acordes de Parálisis Permanente. Nunca han sido capaces de ofrecer algo sólido frente al Gobierno de Sánchez, más allá de las repetitivas invocaciones a la Ley de Pandemias con reminiscencias de aquel episodio de The Office en el que Michael C. Scott grita su inútil y ridícula declaración de bancarrota.
El homenaje comienza a cobrar sentido cuando nos fijamos en una de las letras más conocidas de la banda madrileña. Autosuficiencia, del primer disco: “Me miro en el espejo y soy feliz, y no pienso nunca en nadie más que en mí. Leo libros que no entiendo más que yo, oigo cintas que he grabado con mi voz. Encerrado en mi casa, todo me da igual. Ya no necesito a nadie, no saldré jamás”. Ninguna otra canción de esa época representa con tanta precisión la actitud y los principios que se imponen hoy en Génova. El jueves se reclamaba la aparición del líder, pero prefirió ceñirse al espíritu de la letra y hubo que esperar al viernes para poder escuchar su particular versión ante los micrófonos de la Cope.
Allí cantó como sólo sabe hacer en las grandes ocasiones. Ya había dado una muestra de su potencial escénico cuando aprovechó la moción de censura a Sánchez para cargar contra Abascal, y el viernes volvió a ofrecer a su público un concierto de los que se recordarán durante años. “A mí me llega una información a finales de verano con datos fiscales y bancarios”, dijo ante Herrera, como si traficar con información fiscal de familiares de otros líderes del partido fuera lo más normal. Casado comienza la actuación interpretando el papel de víctima, “no me merezco esto”, y rápidamente pasa al papel de acusador que esconde la mano. Da por buena la cifra que ofrece la información misteriosa, atribuye a Ayuso la responsabilidad de una comisión que dice no poder probar, y aún es capaz de añadir una capa más de mezquindad: “La cuestión es si es entendible que el 1 de abril, cuando morían en España 700 personas, se puede contratar con tu hermana y recibir 300.000 euros de beneficio por vender mascarillas. (...) Es un importe suficientemente relevante como para que alguien pudiera pensar que ha habido tráfico de influencias. Pero insisto, yo no estoy acusando; estoy preguntando”. Alguien filtra datos privados, alguien podría pensar, alguien acusa. Él no; él rezuma ejemplaridad.
La firmeza sin exabruptos, el carisma sin artificios y los discursos sin teclado predictivo son intolerables en el epicentro del vacío
En un homenaje a la Movida no podía faltar Derribos Arias, y a eso se han dedicado Casado, García Egea y el resto de intrigantes de la cover band desde que Ayuso ganó las elecciones de Madrid. La firmeza sin exabruptos, el carisma sin artificios y los discursos sin teclado predictivo son intolerables en el epicentro del vacío, y ante tal provocación recurren a la bola de acero. Tras varios intentos fallidos y en vista de que lo que en realidad se estaba tambaleando era la sede del partido -aún no se sabe si la grúa la manejaba Casero o Carromero-, la dirección nacional decidió rememorar la escena viguesa de los 80.
Primero tiraron de Golpes Bajos. Investigaciones e insinuaciones sobre hermanos, exnovios y exmaridos; intentos de chantaje; comidas con periodistas ante quienes juran que acabarán con Ayuso; filtraciones a la prensa que se dedicó durante meses a demonizar a Madrid y a los madrileños. Por alguna razón el público comienza a abuchear, y se va intuyendo el único cierre posible: Siniestro Total. La semana pasada el grupo vigués anunció el final de su carrera, y aún está por ver si el Partido Popular también lo hizo, o si le queda alguna posibilidad de supervivencia.
Casado, después de su actuación en la Cope, pretendió el sábado salvar los muebles con un ridículo “cierre satisfactorio”
La resaca de este festival de cobardía, incompetencia y rencor unidireccional va a lastrar no sólo al partido, que es lo de menos, sino a cualquier intento de armar una mayoría suficiente que desactive el proyecto conjunto del PSOE, ERC, Podemos y Bildu para España. Comienzan a oírse voces detrás de las bambalinas. “Candidato de consenso, rebajar la crispación, entregar la cabeza de los responsables”. Pero la responsabilidad en un partido político no pertenece al brazo ejecutor, sino a su jefe. Lo urgente no es que Casado y Ayuso “se arreglen”; lo urgente es que Casado, García Egea, Casero y todos los que han llevado al PP a este abismo ético y estético de acusaciones veladas, errores injustificables y ataques despiadados contra su mejor líder abandonen el barco. Aunque sólo sea por esa ejemplaridad que dicen representar.
No parece que de momento vaya a ser esa la vía elegida, y no se puede decir que sorprenda. Casado, después de su actuación en la Cope, pretendió el sábado salvar los muebles con un ridículo “cierre satisfactorio” de un expediente que nunca tuvo base y que nunca tuvo otro objetivo que acabar con la carrera de Ayuso. Acordes desafinados, imitaciones desesperadas de Cómplices y de La Unión para concluir un espectáculo lamentable; hasta la siguiente edición.
Sólo queda por saber qué suena mientras tanto en Puerta del Sol. Tal vez Enjoy the Silence. A todo volumen.