“Soy la ostia….hay cosas que nunca podré decir pero estoy muy contento de lo que es capaz un ser humano sin estudios y hacer que empresas y gobierno se entiendan”. Así celebraba Koldo, el antiguo portero del club de alterne Rosalex de Pamplona, el forzudo que Santos Cerdán presentó a Ábalos el rescate con fondos públicos de Globalia, la empresa de los amigos de Begoña Gómez señora de Sánchez. Así, escribiendo Hostia sin hache y pegándole una patada a la gramática española. Recordemos que en su época de segurata de vertedero, la noche del 17 de mayo de 1991, un vecino se quejó de que obstruían la calzada y Koldo y sus colegas le pegaron al pobre denunciante una paliza tal que terminó con varias costillas y los huesos de una mano del pobre hombre rotas. El último golpe, el que casi lo remata, se lo dio Koldo, el “ser humano sin estudios” pero con una mano muy dada a salir a pasear por cuerpos ajenos. Aquello se saldó con una condena en firme a dos años, cuatro meses y un día de cárcel, de los que no cumplió ninguno porque fue indultado por el gobierno de Aznar en 1996, que ya sabemos que el partido Popular en la oposición es el regalo del cielo que Dios hizo a los socialistas corruptos en sus diferentes etapas en el poder.
Maltrato a la ortografía
Presumir de ignorante cuando se pudo disfrutar de una enseñanza pública de calidad es un signo inequívoco de indignidad, casi tanta como el hecho de que un tipo semejante, habitante de los arrabales de la sociedad, pudiera hacer carrera en la corte de Pedro Sánchez a pesar de sus antecedentes. Igual vergüenza ajena produce el correo enviado por José Luis Ábalos a Delcy Rodríguez de profesión sus maletas y mujer fuerte de la narcodictadura venezolana, en el que en el transcurso de apenas dos párrafos llega a cometer hasta 27 faltas de ortografía.
Veamos una muestra: “Me será muy grato poder conversar las posibilidades que nuestros dos países tendrán una vez embestido el presidente Sánchez”, escribe el presunto maestro de escuela Ábalos. Nadie que se respete a sí mismo puede leer esa frase sin sentir como la sangre y el bochorno se le suben a la cabeza. Para embestido el diccionario de la RAE y nuestro riquísimo idioma español que no merece ser maltratado de esa manera por nadie y mucho menos por una de las más altas autoridades del estado. Escribió Thomas de Quincey, en uno de los párrafos más conocidos de su novela “del asesinato como una de las bellas artes” de la que que no cabe la menor duda que José Luis Ábalos, el portero del Rosalex ,el preso Aldama y la pichona no habrán leído ni una línea, eso si es que por un acaso conocen de su existencia, que “uno empieza por permitirse un asesinato, pronto no le dará importancia a robar, del robo pasa a la bebida y a la inobservancia del día del Señor, y se acaba por faltar a la buena educación y por dejar las cosas para el día siguiente”.
Una casi perdonaría la inmensa corrupción que parece emanar de este gobierno si al menos fuera acompañada de una maldad exquisita o de una falta de principios no exenta de cultura y sofisticación
Una casi perdonaría la inmensa corrupción que parece emanar de este gobierno si al menos fuera acompañada de una maldad exquisita o de una falta de principios no exenta de cultura y sofisticación. Incluso podría excusarla si fuera acompañada de un uso correcto de nuestra lengua, pero como dirían los italianos, “Manca finezza”. Los protagonistas de la trama son individuos tan zafios que parecen no haber dejado atrás los clubs de alterne tan presentes en las biografías de muchos de ellos. Gente sin la cultura básica necesaria para escribir cuatro líneas con corrección o para hablar español sin añadir una S a la segunda persona del singular del pretérito perfecto de indicativo de los verbos, como hacía Aldama en sus sucias charlas con el comandante Villalba de la Guardia Civil. “Me dijistes”, decía, mientras el otro contestaba que la cosa estaba jodidilla. Un subnivel en las más altas esferas del poder que nos avergüenza a todos. Porque además de corruptos, además del uso innoble del poder, desprenden un hedor a cutrez que se nos pega a todos los que lo sufrimos.
Sin límites y sin haches
Debimos darnos cuenta cuando se rellenaron urnas de votos a favor del entonces candidato Sánchez detrás de una cortina en la sede de Ferraz, pero los militantes socialistas prefirieron pasarlo por alto, porque mejor el poder sin ética que la oposición con señorío. Ahora pagamos todos las consecuencias de que un tuerto semejante se hiciera con el poder en este país de ciegos. Sin vergüenza, sin lecturas, sin límites y sin haches. Con la grosería a manos llenas y con los dedos sucios de la grasa que deja la pasta pública cuando su uso no puede justificarse. Algún día, estoy segura de ello, conseguiremos desalojar del poder a toda la banda, pero no nos ahorrarán en ese difícil camino de vuelta a la dignidad pública ni un doloroso minuto de su bajeza.