De las tuyas a las mías ¿cuántas te comerías? dice el refrán. Porque es muy propio de nuestro país exigir el máximo rigor para los demás, reservándonos las indulgencias plenarias solo para nosotros. “Justicia queremos todos, pero no por nuestra casa”, escribió Guillén de Segovia, poeta del siglo XIV. Así continuamos en este reino, queriendo hacer excepción de nuestro caso y ejemplo del de los demás. Seamos sinceros, no tiene medio pase decir que el indulto a Griñán es justificable, dado que se ha producido división entre los jueces, o salir con el espantajo del PP, Esperanza Aguirre et altri. Tienen los rogelios mala vara de medir en asuntos de justicia, porque cuando los condenan a ellos es un conchabeo de la siniestra derechona, pero cuando se trata de condenar a quienes piensan distinto exponerlos colgados de un cangilón les parece poco.
Se ha demostrado que Griñán no podía alegar desconocimiento del colosal fraude de los ERE. Ahí todos los magistrados han estado de acuerdo, sin discrepancias, cosa que los que agitan a diario el botafumeiro gubernamental se cuidan muy mucho en decir. Las discrepancias van por otros derroteros que no afectan al objeto de la condena, a saber, una prevaricación de manual. Si Griñán es una bellísima persona y un dechado de virtudes, cosa que ni afirmo ni desmiento, mejor para él. Pero es hora de que el político español entienda que el presupuesto no es suyo y que no está para dar satisfacción a los conmilitones, sino para llevar a cabo el interés general. Poco saben de esto los socialistas y ya no digamos podemitas, separatistas, bilduetarras y demás gentes que creen que lo nuestro es suyo y lo suyo, también.
Estamos ante un debate recurrente. Lo vimos en el juicio de los golpistas lazis: se trataba de disculpar a los acusados obviando el hecho sustancial: habían incumplido la ley. Lo mismo sucede con Griñán. Da igual el ornamento que se quiera colocar encima al ilícito, que no por mayor guirnalda ha de serlo menos. Puede que la cárcel sea terrible para Griñán. Siempre lo es. Pero coincidimos con Somerset Maugham: no se puede ser justo sin provocar la desdicha de alguien.
Me gustaría acabar hablando de la ejemplaridad, fundamento imprescindible en la conducta de todo dirigente político. Fray Ejemplo es el mejor predicador, máxime cuando hablamos de personas que han detentado responsabilidades políticas, que han legislado. ¿Puede existir justicia sin ejemplaridad? ¿Puede reclamar justicia quien no ha dado ejemplo?
La corrupción es enemigo de la democracia y a fe de Dios que ha arraigado sólidamente en nuestro suelo. Ese cáncer debe cercenarse de un tajo, con la ley en la mano y la moral en la otra, valorando de manera serena en el asunto que nos ocupa lo que ha significado el socialismo para Andalucía, lo que representa el voto cautivo, las peonadas falsas, el clientelismo, el despilfarro en asuntos nada edificantes.
Hoy los socialistas exigen indultos y medidas de gracia para Griñán igual que mañana exigirán el auto de fe contra alguien de derechas. Todos como un solo hombre harán lo que dicte el líder. Y si el amo es el juglar ¿qué han de hacer sus criados sino bailar?
Talleyrand
Se llama discreccionalidad del poder. Se decide arbitrariamente quien recibe una subvencion y quien no, quien es acendido a juez del Constitucional y quien no... y finalmente quien va a la carcel y quien no. Una vez llegado a la ultima fase, el estado de derecho no existe, estamos ante una autocracia basada en un pesebre enorme y por supuesto discreccional.