Tomo el título de este artículo de un maravilloso libro de Gerald Brenan, don Geraldo, que así le llamaba Carlos Cano en una de sus coplas. Ya querría yo que viviera y pudiera decirnos qué nos pasa. Ojalá esta gente ágrafa y sin lecturas que nos gobierna hubiera subrayado algunas páginas de semejante obra, aunque sólo fuera para ilustrar su Twitter.
En eso me encontraba cuando pensaba que quienes gozamos del privilegio de tener un micrófono o poder escribir unas notas en un periódico solemos analizar las cosas como quisiéramos que sean y no como son para otros que viven en el mismo país, incluso en la misma ciudad o el mismo edificio. ¿Qué es lo que necesita España? La pregunta es simple, y sin embargo es probable que un gallego conteste de forma distinta a un vasco y un vasco de un madrileño.
Democracia imperfecta y blanda
Aun así uno tiende a creer que hay una realidad, o varias, que la gran mayoría podemos compartir. Que España sea la nación que es. Que hay un tipo de patriotismo constitucional muy recomendable en estos tiempos que nos ampara a todos, y cuya apelación nos daría también la respuesta segura cuando nos preguntamos o nos preguntan qué somos. Que nuestra democracia, aun siendo imperfecta y blanda con sus enemigos, nos está dando las mayores satisfacciones de nuestra historia. Y sin embargo nunca estaremos tranquilos. Somos ese país de todos los demonios del que habló Jaime Gil de Biedma: (…) “Como si el hombre/ harto de luchar con sus demonios/ decidiese encargarles el gobierno/ y la administración de su pobreza”.
Bien pensado no deja de ser vergonzoso que estemos preguntándonos si somos españoles, si tenemos nación o una plurinación. Humilla este debate en el que para que otros reafirmen sus sueños han de negar una realidad, compleja y desestructurada, pero que es una página nítida y bien escrita en los libros. Y, sobre todo, empieza a escandalizar que haya dirigentes que con tal de seguir viviendo en palacio estén dispuestos a traicionar a un pueblo que, a lo que se ve, no sabe votar.
La debilidad de Sánchez
No quiero gastar mi tiempo ni que pierdan ustedes el suyo hablando de Pedro Sánchez. Está todo dicho. Y si faltaba algo por decir ya habla él sólo a través de sus mentiras, rectificaciones y mediocridad. El lunes pasado alguien muy importante en los últimos años y cuya imagen no hace más que crecer cuando lo comparamos con lo que tenemos decía:
Lo peor no es la clase política que tenemos, no hace falta analizarla porque hay lo que hay. Lo peor es que nadie con preparación y con ideas se quiere dedicar a esto. Y esto ha quedado en manos de gentes sin preparación, sin estudios, sin experiencia laboral. Y sin presencia. Sin todo esto es imposible sacar a flote a un país como este. Y vienen tiempos malos. Estamos muy entretenidos con la mesa de negociación y tal, pero lo que hay no sirve para contener la crisis económica que viene. Vamos a tener un vicepresidente, Pablo Iglesias, que o cambia su estética o habrá que decir que no puede representar a España con esa pinta distraída que parece anunciar que, como aquí dice Cacho, le falta ducha y jabón. Así no se puede ir por las cancillerías europeas. Vamos a dar por bueno que en el mismo gobierno ese mismo vicepresidente mande en una ministra que resulta que es la misma señora con la que duerme cada noche.
¿Nos tenemos que callar?
Y yo digo que no. Que no nos tenemos que callar. Es lo único que podemos hacer sabiendo que no servirá de nada. Pero el silencio es culpable. Vendrán más años malos y nos harán más ciegos. Vendrán más años ciegos y nos harán más malos. La premonición de Rafael Sánchez Ferlosio se cumple. ¡Si al menos Sánchez supiera quién es y lo leyera! Si alguien, pongamos Adriana Lastra -y no se rían, señores-, tuviera el detalle de ir a una librería y regalarle el libro que cito, igual le hacía pensar y evitaba lo que nos va a pasar. Lo que no tiene nombre.
La debilidad de Pablo Casado
Sordo y ciego se quedará también Pablo Casado. Y lo mismo Inés Arrimadas, esta señora tan aparente y discreta que cree que le sobra tiempo para salvar a un partido que pide a gritos que alguien haga algo y no esperar al congreso de primavera. ¿Está segura Arrimadas de que Ciudadanos aguanta cuatro meses en la UVI? Podemos dibujar todos los movimientos y estrategias. Ya sabemos que Vox está ahí, pendiente de que Casado se equivoque. Pero sucede que sólo hierra el que arriesga.
Que no haga nada, que se quede quieto es lo mejor que puede hacer. Cuando la gente vea que el PP puede ganar y tenga expectativas de tener 110-115 diputados la gente dejará a Vox y votará al PP, que ganará las elecciones.
De Gobierno a Gobierno. España al mismo nivel que Cataluña. No quieren ser solo una nación, quieren ser un Estado
Eso me decía este señor tan principal que, precisamente hoy y viendo lo que sale en la tele, parece Winston Churchill. Y pudiera ser como me cuenta, pero el problema es que no hay tiempo y yo no veo, ni noto ni espero el desgaste de Vox. Puede que desde el pasado 10 de este mes siga engordando y podría tener más de 52 escaños. No me gusta la ecuación porque es falsa, pero se vende bien: cuanta menos España más Vox.
La cuestión es que los Junqueras y los Puigdemont saben que cualquier alternativa distinta que no pase por tener a Sánchez en la presidencia siempre será peor. Y saben, porque lo notan todos los días, que el presidente está debilitado, que ha perdido escaños y cientos de miles de votos. Con este pelele político es con quien los separatistas van a sentarse. De tú a tú. De Gobierno a Gobierno. España al mismo nivel que Cataluña. No quieren ser solo una nación, quieren ser un Estado. Y eso Pedro Sánchez no lo va a parar.
Los únicos que tiene en su mano una solución son aquellos que a esta hora hacen sus cuentas para el día después de que Sánchez se la pegue. Casado no se mueve, espera. No habla, sugiere. No ofrece nada, pide que lo hagan los demás. Si cree que así eludirá su parte de responsabilidad en lo que se nos viene encima se equivoca. Si el 'Gobierno Frankenstein' no es una opción y tampoco los son unas nuevas elecciones el PP no puede permanecer inactivo. Ya sabemos que dejar a Vox en la oposición tiene sus riesgos. Vale. Bastantes menos que este espectáculo en el que literalmente nadie, ningún partido (N-I-N-G-U-N-O), está pensando en España. Viva el cálculo, la estrategia y los votos. Pobre España, sorda, ciega. Y llena de demonios.