Opinión

Lady Ponsatí

En su frivolidad e inconsciencia, en esa sonrisa macabra se condensa lo peor del golpismo que hemos padecido

El pasado 26 de marzo, el diario digital independentista Ara publicó una entrevista del periodista Antoni Bassas a la ex consejera de enseñanza de Cataluña y actual fugada en Escocia Clara Ponsatí. En respuesta a una de las preguntas, Ponsatí declaraba que la independencia de España “solo se conseguirá con la insurrección civil”.

“¿Aunque la mitad de la población no hubiera participado en el referéndum?“, repreguntaba Bassas, lógicamente asombrado ante la violencia implícita en la respuesta de su entrevistada. Ponsatí remachó: “No digo que se vaya a hacer mañana, simplemente digo que si no estamos dispuestos a pagar el coste que supone una revuelta civil, no podremos ser independientes”.

No es la primera vez que esta mujer se manifiesta en el mismo sentido. En el transcurso de su participación en el programa “Cafè d’idees” que dirige Gemma Nierga y se emite en el circuito catalán de RTVE, ya asintió con una sonrisa siniestra a la lectura que la más que asombrada periodista hizo de un párrafo de su libro. “Si no actuamos por miedo a lo que pueda pasar nunca haremos nada”, lee Nierga, para formular a continuación la siguiente pregunta lógica: “¿Usted cree, señora Ponsatí, que la independencia de Cataluña es tan importante como para valer la vida de una persona?“

No todos los días una política que fue importante justifica la violencia en la televisión tan tranquila y sin que se le mueva un músculo de la cara

-“Sí”, contesta la fugada con voz firme. Se hace un silencio. Ese “sí” desacomplejado y terrible retumba en el plató y en los escalofriados oídos de los teleespectadores. No todos los días una política que fue importante justifica la violencia en la televisión tan tranquila y sin que se le mueva un músculo de la cara.

Clara Ponsatí, sobrina carnal del que fuera secretario general de los socialistas catalanes Raimon Obiols, es hija de una familia burguesa de Barcelona, de esas que bajo unas siglas u otras han mandado en Cataluña toda la vida. En su larga trayectoria vital y profesional no ha parecido irle mal en el país por el que se siente oprimida. Se educó en la escuela Thalita, institución nacionalista que se creó en 1956 fuera del sistema educativo oficial y que curiosamente, quién lo pensara, fue permitida por el franquismo. También durante unos años fue profesora del CSIC, benemérita institución española en la que llegó lejos y a la que por supuesto no hizo ascos, porque primero es una y su carrera y luego ya llegarán los patriotismos de aldea. Académica brillante, pudo viajar para estudiar sin problemas en el extranjero y ha pasado gran parte de su vida fuera de España. Tanto es así, que el presunto exilio podría desvelarse, como se deduce de la entrevista que el mismo diario Ara hizo a su familia, como una vuelta a su verdadero hogar que ahora viene bien hacer pasar por lo que en el fondo no es. “Ella ya había dicho que no quería repetir como consejera. Había presentado la dimisión a Puigdemont. Y tenía la voluntad de volver a su trabajo anterior, en la Universidad de Saint Andrews, que le había dado una excedencia. Los de la universidad se portaron muy bien, le dieron todas las facilidades”. Explicaba su hermano Oriol.

Las brujas habían pronosticado que Puigdemont iba a ser el primer presidente de la republiqueta, pero esta vez se engañaron

O sea, para que nos vayamos entendiendo. Una señora de 65 años que ya tiene toda la vida resuelta, que quiere volver a su trabajo y vida privada en Escocia, cosa que efectivamente hace, no deja pasar ocasión pública sin llamar al enfrentamiento civil entre catalanes justificando los posibles costes en vidas humanas que esa confrontación civil fratricida necesariamente supondría. Por supuesto no sería la suya. Ella está lejos y esa violencia que considera necesaria no llegaría a tocarla. Ese alto precio lo pagarían más bien de los muchos jóvenes adoctrinados que han hecho el meritoriaje violento en las algaradas de estos últimos años, o los pobres ciudadanos que tuvieran la mala suerte de interponerse en su camino. En ambos casos, la culpa sí le llega. Las palabras son una mecha cuando la hoguera está tan presta, y en su frivolidad e inconsciencia, en esa sonrisa macabra, se condensa lo peor del golpismo que hemos padecido y con el que ahora, y para vergüenza de ellos, pacta este Gobierno.

Como una lady Macbeth de vía estrecha y desde las mismas brumas, Ponsatí susurra su veneno. Las brujas habían pronosticado que Puigdemont iba a ser el primer presidente de la republiqueta, pero esta vez se engañaron.  Es necesario volver a remover a las masas y para eso está ella.

 Afortunadamente el procés está gafado como lo está la propia obra, a la que en los teatros de habla inglesa jamás mencionan por su nombre, sino como La obra escocesa.  Y puede que al final sea eso solo, la suerte, lo que nos salve.

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