Opinión

Del CNI y Bildu: el problema real y la cortina de humo

De nada sirve que Sánchez tenga alternativas para no verse constantemente sometido al chantaje y la extorsión de quienes quieren destruir este país

  • La ministra de Defensa, Margarita Robles. -

En la sociedad actual, como no tenemos experiencia directa de casi nada de lo que nos afecta, es la comunicación pública (medios y, ahora también redes) la que se encarga de impulsar la construcción de los “problemas sociales”.

A menudo, una serie acontecimientos (a veces creados por un grupo de interés) concitan el consenso de informadores sobre la “maldad” de unas circunstancias. De repente, una cuestión inunda periódicos, radios, Twitter y televisiones y provoca que los ciudadanos realicemos un “descubrimiento alarmante” de un tema. La comunicación pública ejerce así, dos tareas esenciales: por una parte, “indica” un problema (y silencia otros) y, por otra, lo “define” de una manera concreta (evitando hacerlo de otras).

Y es que, como escribía Tuchman (1978), las noticias son como ventanas “cuyos marcos delimitan la realidad a la que se tiene acceso”… y a la que no. Cuando se nos suministra información, las noticias “centran nuestra atención en un fragmento específico” de la cuestión e, inevitablemente, hacen invisibles el resto de los aspectos.

En el argot de la comunicación, a esto le llamamos framing (o mecanismo del encuadre). El framing es el instrumento de definición de las cuestiones públicas y resulta importantísimo porque establece el marco de interpretación a partir del cual se van a descifrar el resto de los mensajes sobre el tema.

Los que nos dedicamos a la comunicación en general, y a la comunicación política en particular, sabemos de la importancia que tiene el encuadre inicial de una cuestión. Quien enmarca el primero, enmarca mejor. Porque, comunicativamente hablando, cuesta mucho desmontar o hacer salir al receptor de una definición inicial de un asunto, con independencia de los hechos.

Ahora escribo ”no piense en un elefante” y apuesto a que usted sique teniendo al animal, aún más grande si cabe, en la mente

George Lakoff, lo explica muy bien en su libro “No pienses en un elefante”. Este autor argumenta que las palabras (y, añado yo, las informaciones) “nunca son inocentes”. Hagamos la prueba. Escribo “elefante” y automáticamente aparece un animal de trompa flexible y orejas grandes en su cabeza. Ahora escribo ”no piense en un elefante” y apuesto a que usted sique teniendo al animal, aún más grande si cabe, en la mente. Lo nuclear es que, cuando fijamos una comunicación y asumimos un marco determinado, “damos carta de validez” a ese relato en concreto”.

La semana pasada, a raíz de una noticia estratégicamente publicada en el The New Yorker y luego en el Washington Post, los medios nacionales se hicieron eco del informe “CatalanGate: amplia operación de software espía mercenario contra los catalanes usando Pegasus and Candiru” publicado el 18 de abril por el Citizen Lab de la Universidad de Toronto.

Todo esto en un contexto en el que ha sido necesarios algunos votos para aprobar un decreto que pretende disimular la tragedia económica en la que estamos sumidos. Estos son los hechos

El relato inicial era que una “investigación académica” alertaba de una posible operación masiva de espionaje doméstico con motivación política, y que el hecho suponía un “escándalo internacional”.

El resto, lo han visto ustedes: una escenificación de cacería pública a Margarita Robles en el Congreso donde, pese a la resistencia de la ministra, se ha terminado con la inclusión de ERC, Bildu, Junts y la CUP (señores que han demostrado que quieren cargarse el modelo actual de España) en la Comisión de Secretos Oficiales. Todo esto en un contexto en el que ha sido necesarios algunos votos para aprobar un decreto que pretende disimular la tragedia económica en la que estamos sumidos. Estos son los hechos.

De nada sirve que no haya comprobación real ni sentencia en firme sobre el supuesto espionaje. De nada sirve que, hace un año y pico, Roger Torrent (sí, el del “procés”) escribiera el thriller “Pegasus: El Estado que nos espía” con una trama análoga. De nada sirve que los independentistas de ANC tuvieran comprado el dominio catalangate (alojado por Omnium) desde enero. De nada sirve que se haya sabido, después, que el autor e impulsor del informe, Elies Campo, sea precisamente un imputado por haber manejado torticeramente las redes para montar “el Tsunami democràtic”. De nada sirve que Telegram, empresa de la que Campo decía ser directivo, emitiese un comunicado negando tal relación. Y, de nada sirve que Sánchez tenga alternativas para no verse constantemente sometido al chantaje y la extorsión de quienes quieren destruir este país.

Lo que han quedado son a) los marcos (“en España no se respeta el estado de derecho”) y b) los hechos (Sánchez ha metido al lobo a vigilar a los corderos y puede poner en riesgo a los españoles con su acción).

Que nadie (ni siquiera o, mejor, particularmente, Sánchez) se lleve a engaño: esta operación no desacredita al CNI, le desacredita a él por admitir implícitamente un relato y por hacer una cesión intolerable que, ciertamente, va a complicar la vida a nuestros servicios de inteligencia. Personalmente, dudo que parte de la comunidad internacional se sienta cómoda compartiendo datos con quienes no condenan el terrorismo.

Tal vez pudiera ser el caso de todo este relato que nos han vendido, sobre todo teniendo en cuenta que una de las ansias del independentismo es acceder a los fondos reservados

Dicen los académicos que un problema social (esos que ayudan a construir los medios) aparece cuando, en un momento determinado, una situación que afecta a un colectivo pasa a preocupar a la ciudadanía en general. El concepto, en sentido estricto, exige por tanto dos requisitos: en primer lugar, una condición objetiva real y probada y, en segundo lugar, una preocupación subjetiva de la mayoría. No es el caso del CatalanGate.

Sin embargo, hay dos escenarios relacionados con la construcción de problemas sociales que sí conviene considerar.

En primer lugar, las cortinas de humo, que se dan cuando, sin haber probado o comprobado hechos disfuncionales, artificial y, voluntariamente, se impulsan “neurosis colectivas” con fines concretos. Tal vez pudiera ser el caso de todo este relato que nos han vendido, sobre todo teniendo en cuenta que una de las ansias del independentismo es acceder a los fondos reservados. Espero de corazón equivocarme.

En segundo lugar, “los problemas acantonados”, esos en los que las circunstancias disfuncionales existen, pero no se quieren reconocer. La introducción de “nuevos miembros” en la Comisión de Secretos Oficiales con el retorcimiento del Reglamento del Congreso vestida de oficialismo es un ejemplo.

No puedo finalizar sin dar un aviso para navegantes: la experiencia indica que la negación de una situación potencialmente dañina no la hace menos lesiva para los afectados. Todo lo contrario: el problema puede agrandarse y volverse contra el que condesciende con él. Es cuestión de tiempo, señor Sánchez.

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