Las recientes protestas de los agricultores –no muy distintas en España de las vividas en otros países europeos– son una seria llamada de atención a los gobiernos sobre los errores a la hora de diseñar algunas medidas de política económica y medioambiental. De las protestas podemos extraer al menos seis lecciones.
La primera lección es el error de haber planteado el Green Deal o Pacto Verde Europeo como una especie de paraíso en el que todo sería verde y habría múltiples oportunidades de negocio, cuando la realidad es mucho más compleja: la transición verde, aun siendo necesaria e inevitable, es un shock estructural de primer orden, en el que la supervivencia de las empresas ante los cambios que se avecinan dependerá en gran medida de su tamaño, su flexibilidad y su tecnología.
Como ya advertimos en un artículo de hace tres años, los errores en el debate público sobre la transición verde se asemejan demasiado a los del debate de los años 90 del siglo pasado sobre la globalización. Esta tiene grandes ventajas (en términos de ampliación de mercado, optimización de inputs y aprovechamiento de economías de escala), pero también grandes riesgos (incremento de la competencia y dificultad de supervivencia de las empresas más pequeñas y menos flexibles). La ocultación de estos costes por parte de los líderes políticos de entonces llevó a comienzos de este siglo a una peligrosa reacción pendular antiglobalización, de modo que hoy resulta muy difícil hablar a los ciudadanos de las indudables ventajas del comercio. Pues bien, con la transición verde está ocurriendo algo similar: el foco del debate público sobre sus ventajas y el paso de puntillas sobre sus indudables costes está provocando una agria reacción por parte de los perdedores de la transición verde. No aprendemos: dulcificar la realidad acaba pasando factura política.
De hecho, la segunda lección se deriva de los problemas para convencer a la población (e incluso a algunos líderes) de las ventajas de determinados acuerdos comerciales como el Acuerdo UE-Mercosur, sobre el que se han dicho muchas mentiras, incluida la idea de que era malo para el medio ambiente, olvidando sus grandes ventajas (ya tratadas en otro artículo) y permitiendo que los mensajes proteccionistas procedentes de Francia calen en suelo español. Algunos líderes gritan “no al acuerdo de Mercosur” como si con ello fueran a garantizar la supervivencia del negocio agrícola a medio plazo. El proteccionismo arancelario nunca es una solución duradera.
Sería ridículo que llevemos varios años peleándonos con un país avanzado como el Reino Unido por su regulación sanitaria y fitosanitaria si no nos importara la calidad de los productos de países terceros
La tercera lección es la facilidad con las que calan determinados mensajes falsos, como la idea de que los productos agrícolas de países terceros entran sin cumplir los requisitos sanitarios y fitosanitarios europeos. Esto no es posible –más allá de contadas excepciones– porque la credibilidad de la UE como mercado depende en gran medida del rigor en el cumplimiento de sus controles de entrada para garantizar la seguridad y la salud de los ciudadanos. Sería ridículo que llevemos varios años peleándonos con un país avanzado como el Reino Unido por su regulación sanitaria y fitosanitaria si no nos importara la calidad de los productos de países terceros. La Comisión debería luchar contra la desinformación e incentivar a los Estados miembros a mostrar cómo sus inspecciones en frontera de productos agroalimentarios garantizan el estricto cumplimiento de la regulación europea. Si no nos ponemos estrictos a la hora de contrarrestar estas ideas, las excusas de que “nuestros productos son seguros y los de otros países no” terminarán estallando dentro del propio mercado único. Se empieza diciendo que los productos marroquíes no cumplen los requisitos europeos (como excusa para volcar sus camiones) y se termina escuchando a la exministra de Medio ambiente de Francia, Ségolène Royal, acusando a los tomates españoles de ser “falsos bio” y de ser “incomestibles” (como excusa para volcar los nuestros). Cuidado con el nacionalismo proteccionista, que no tiene límite.
El ahorro de agua, el uso de tecnologías más eficientes y ecológicas, e incluso la gestión de la pesada burocracia, son mucho más sencillas para una empresa grande y tecnificada
La cuarta lección es no haber promovido (tanto desde la Comisión como desde los Estados miembros) un adecuado dimensionamiento de la agricultura. La escasa rentabilidad de muchas explotaciones agrícolas no solo tiene que ver con los poderosos distribuidores, sino también con el escaso tamaño de las empresas agrícolas y la insuficiente aglutinación de sus intereses. Contra una demanda concentrada y poderosa, la solución no son precios intervenidos, sino una oferta concentrada y poderosa. El ahorro de agua, el uso de tecnologías más eficientes y ecológicas, e incluso la gestión de la pesada burocracia, son mucho más sencillas para una empresa grande y tecnificada. Promover el crecimiento y tecnificación de las empresas agrícolas es probablemente la mejor forma de mejorar su productividad y, por ende, su rentabilidad.
La quinta lección es el riesgo de la inconsistencia sobre la credibilidad de la transición verde. La presidenta de la Comisión anunció el 6 de febrero la retirada de una ley que pretendía reducir el uso de pesticidas en toda la UE, mostrando una imagen de fragilidad (evidentemente vinculada al ciclo electoral europeo) que puede sentar un peligroso precedente. Los mensajes y los anuncios deben ser consistentes, o se corre el riesgo de que el Pacto Verde europeo pase a ser un juego de lobbies a ver quién es más fuerte. Es importante que cada medida vaya precedida de una preparación adecuada de cara a los perjudicados para que, una vez adoptada, no tenga marcha atrás, evitar que las decisiones técnicas se mezclen con la ideología y ser coherentes. Muchos firmes defensores de la necesidad de la transición verde no acaban de entender medidas como el cierre de las nucleares y su sustitución por centrales de carbón o gas en un contexto de urgente reducción de emisiones, lo que hace pensar que algunas emergencias están en la escala de prioridades por debajo de determinados prejuicios.
Vender un mundo feliz
La sexta y última lección es la dificultad de traducir a la práctica los difusos conceptos de “autonomía estratégica” o “seguridad económica”. Garantizar para Europa un adecuado suministro de productos agrícolas a precios razonables requiere decisiones mucho más complejas de las hasta ahora adoptadas: mejorar la productividad de las empresas y convencer a los ciudadanos de que no se puede promover la producción nacional o consumir productos biológicos sin pagar precios mucho más caros. Eso es complicado. Ahora bien, mucho cuidado: si nos limitamos a seguir vendiendo un mundo feliz y a exigir a las pequeñas empresas agrícolas que asuman sin rechistar mayores costes de energía y electricidad y regulaciones cada vez más exigentes, estaremos abriendo la puerta a partidos populistas que defiendan otro mundo feliz… igualmente falso. No hay transición verde sin costes, ni tampoco ausencia de transición verde sin costes.
albertogosa82@gmail.com
Personalmente creo que este hombre mezcla las churras con las merinas y de la protesta del campo se ha quedado con lo que ha querido. El ampliar las explotaciones para ser más rentables es una quimera desde muchos puntos de vista, pero sobre todo desde el de la propia comisión que penaliza todo lo que sea mayor de dos tomates en una maceta y cuatro gallinas. El pensamiento Ultraliberal creo que acaba desembocando en dependencia de terceros a niveles insoportables, parece bueno por que abarata precios pero descapitaliza a las zonas consumidoras indirectamente y en el tema alimentario es pegarse un tiro en el pie por razones obvias. Respecto a Green deal de lo único que estamos seguros va ser de la perdida de poder adquisitivo de la población y del cierre de miles de pequeñas explotaciones, en pro de los grandes intereses. Parece que al articulista lo único que le interesa en el fondo es quien va recabar los votos del descontento, mientras no sea la ''extrema derecha'' nos vale todo.
vallecas
La séptima lección es que hay decir la verdad, toda la verdad, no una parte de la verdad. Depender de terceros países para nuestra alimentación no es buena idea. Hay que prever ciertas contingencias como que Rusia invada Ucrania (o Alemania) y darse cuenta, torpemente ese momento, que dependes del gas Ruso para "vivir". Poner nuestra alimentación en manos de Marruecos, Colombia, Venezuela, Brasil, etc, no me parece muy inteligente. (No estoy diciendo cerrar las fronteras, no estoy diciendo que no haya que hacer negocios) Por cierto, muchas toneladas de tomates españoles que llegan a francia, son falsos "bios" y no saben a nada.
Toletum
Estoy de acuerdo con todo excepto con la tercera lección. Es evidente que hay una competencia desleal clarísima por parte de países externos a la UE. A los agricultores comunitarios les imponen fuertes restricciones en el uso de ciertos pesticidas y abonos que se suponen que son dañinos para el medio ambiente. En Marruecos o Sudafrica, por ejemplo, la agricultura no tiene ese tipo de restricciones por lo que sus producciones tienen menos plagas, enfermedades y por lo tanto mayor productividad. Productos que hace 10 años se usaban con normalidad en Europa. Estamos en un país que se está desertizando, cada vez habrán más plagas y menor producciones, esto es un hecho. Si cada vez limitan más el uso de ciertos químicos será la ruina de la agricultura a medio plazo.