Escucho a nuestro querido líder, con ese aspecto de charlatán de 'Speaker Corner' londinense, que gasta para lo que él piensa que son las grandes ocasiones, anunciar muy ufano nuevas medidas para arreglar el asunto del alquiler en este nuestro país. Y uno, que en cuanto tiene noticia de esos anuncios tiene tendencia a enarcar las cejas y agarrarse la cartera, escucha las milagrosas medidas con una mezcla de expectación y congoja. Casi siempre queda la congoja, por desgracia, y esta no es la excepción.
La criatura tiene por nombre Ley de la Vivienda de España y es fruto del acuerdo entre PSOE y Podemos para sacar adelante los Presupuestos. Y básicamente consiste, cómo viene siendo habitual en este gobierno, en intervenir en el libre mercado y volver a hacer de España un país en la que la seguridad jurídica, básica para atraer inversiones, va quedando arrinconada en favor de un intervencionismo cada vez más asfixiante.
La cosa consiste, grosso modo, en bajar o congelar los precios del alquiler, especialmente a los que más inmuebles posean, en penalizar a los tenedores de viviendas vacías y en ayudas directas a aquellos que tengan unos ingresos que les hagan difícil el acceso a una vivienda de alquiler.
Las primeras medidas son, hoy por hoy y como casi todo lo que anuncia este Gobierno, humo sin ningún dato concreto de a quienes afectará y cómo, pero si van en la línea de otros experimentos similares estamos aviados, que les pregunten a los berlineses qué tal el invento. Tendremos que esperar a la concreción de la Ley para saber en qué queda todo ello.
Las primeras medidas son, hoy por hoy y como casi todo lo que anuncia este Gobierno, humo sin ningún dato concreto de a quienes afectará y cómo
Me van a permitir, entonces, que me centre en la última medida, que es donde el presidente más se ha pavoneado, anunciando un bono joven de ayuda al alquiler de 250 euros mensuales, “una cantidad nada despreciable” en palabras de Sánchez, para aquellos “jóvenes” de entre 18 y ¡35! años (entenderán mis comillas) cuyos ingresos no superen los 23.725 euros. Una medida aparentemente muy progresista, muy social y muy molona pero que esconde algún problema evidente.
El primero, que es muy probable que provoque un aumento de los precios de los alquileres más bajos, ya que los propietarios ya saben que aquel que podía permitirse un alquiler de 500€ ahora se va a poder permitir uno de 750 euros. Pero también por el lado de la demanda, ya que si paso de tener un presupuesto de 500 euros a uno de 750 euros es muy probable que no me importe pagar 650 euros por lo que antes costaba 500 euros (una especie de efecto riqueza ilusorio). Es decir, es razonable pensar que la medida produzca el efecto contrario al que pretende en aquellas ciudades y barrios con los alquileres más asequibles. Pero con un problema añadido, que la ayuda es, parece, para los próximos dos años así que podemos encontrarnos con gente que mañana podrá pagar 650 euros y dentro de dos años no.
Algunos se llevarán las manos a la cabeza por las cifras que he puesto más arriba pero es que es evidente que nadie con ese nivel de ingresos va a poder acceder a un alquiler en el centro de Madrid o Barcelona por mucho que tengan 250 euros adicionales de presupuesto. Así que no van a arreglar nada con esa medida en las grandes ciudades y es muy probable que lo empeoren en las pequeñas. Brillante.
Cuando salga la ley es muy probable que para beneficiarse de alguna de esas medidas de gracia uno deba ser, además de pobre, cantante de ópera o saltimbanqui del Circo del Sol
Y el segundo problema que se me plantea es que para que puedas acceder a ese bono tendrás que hacerlo solo o en compañía de alguien que no tenga ingresos. Porque si el salario mínimo interprofesional en España viene a ser de 13.000 euros anuales aproximadamente, la suma de dos es superior al importe marcado como máximo para recibir la ayuda. Es decir, que si alguien está pensando en irse a vivir con su novio, novia o similar contando con esa ayuda tendrá que buscarse a alguien que no trabaje o que lo haga y cobre en B. Una vez más, un brillante plan para que los jóvenes inicien sus planes vitales.
Y estas son las medidas que acabarán con el problema del acceso a la vivienda de los jóvenes de este país, señores. Unas que se han demostrado inútiles en experimentos similares de otros países y otras que provocarán el efecto contrario al que buscan.
Lo único que nos puede tranquilizar es que cuando salga la ley es muy probable que para beneficiarse de alguna de esas medidas de gracia uno deba ser, además de pobre, cantante de ópera, saltimbanqui del Circo del Sol y/o sexador de pollos, con lo cual recibirán ayudas tres. Vamos, algo parecido a lo que ha ocurrido con el ingreso mínimo vital.