Opinión

No es el comunismo, ¡estúpido!

Es peligroso adoptar este relato confuso y equivocado bajo el prisma del comunismo del siglo XX para interpretar el mundo actual, porque beneficia a los verdaderos responsables y enemigos de los ciudadanos en el siglo XXI

  • Manifestación contra el cambio climático -

No salgo de mi asombro cada vez que políticos y medios de comunicación analizan los grandes problemas del mundo actual bajo un marco de referencia obsoleto y obscenamente alejado de la realidad. Pretenden fijar en el imaginario colectivo que la gran amenaza del mundo en el 2022 es el comunismo.

Es comprensible que la generación que se crió en la Guerra Fría, que culturalmente acabó en el 11-S, continúe interpretando el mundo bajo ese paradigma de dos bloques geográficos e ideológicos perfectamente definidos y contrapuestos. El bien y el mal. Un Occidente bueno de libertad, prosperidad y democracia frente al resto comunista. Es difícil no ser nostálgico de un mundo en el que los chistes de Reagan sobre la Unión Soviética fueron los verdaderos responsables de la definitiva caída del muro de Berlín.

Lo que es inexplicable en términos de honestidad intelectual o de ejercicio de los sentidos básicos es que las generaciones posteriores vuelvan a interpretar el mundo dividiéndolo en el eje comunismo y democracia.

A lo largo de este año hemos visto cómo los medios “analizaban” la guerra en Ucrania, desde que entró en fase de invasión de las tropas rusas, como una guerra de Putin para implantar y expandir el comunismo soviético contra la democracia liberal que aquellos afirman existe en Europa, incluso en Kiev. Tras la implosión de la URSS, el lado vencedor de la libertad abrió vías comerciales con el Este. Ahora desde Occidente se ha dinamitado todo puente (y oleoducto) que permita el libre comercio de Europa con Rusia durante décadas. Un mercado cautivo, dependiente y empobrecido no parece un acto en defensa de la libertad ni la prosperidad.

La ideología 'woke' ha conseguido destruir naciones, dividir países como EE.UU. al levantar barreras entre conciudadanos por cuestiones identitarias

El cambio climático y la ideología 'woke' comparten con el comunismo la opresión de un sistema de poder planificado que controle al individuo de forma absoluta. También el anhelo constructivista de crear un mundo nuevo, un hombre (sin género) nuevo. Pero que ambas crezcan como la mala hierba en Occidente, en la cultura del liberalismo y el capitalismo debería plantearnos ciertas dudas.

La ideología woke ha conseguido destruir naciones, dividir países como EE.UU. al levantar barreras entre conciudadanos por cuestiones identitarias. Queda dividir familias, hombres y mujeres, padres e hijos adolescentes a través de la ideología de género. Los inician en el transgenerismo y los separan de su familia si plantea alguna duda sobre la idoneidad de que su hija sana sea una enferma crónica consumidora de fármacos y operaciones caras el resto de su vida. Es la destrucción del individuo y su entorno haciéndole cliente cautivo e indefenso de un mercado sin asideros como la nación o la familia.

La ideología woke es un gran mercado con enormes lobbys detrás que ha creado el producto de la víctima y se encarga de proporcionar una causa justa para que cada uno llegue a ser un pequeño Dios bueno con reconocimiento en su comunidad. Quien crea víctimas, crea agresores.

Pero una élite globalista, billonaria que detesta que la vida de lujo, como viajar, incluso la vida en sí pueda disfrutarla ese populacho masivo que desprecia, necesita una ideología que someta al mundo y le convenza de que hay demasiada gente. La causa global del clima convierte en víctimas a los jóvenes y evita que nazcan más para proteger al planeta. El lobby feminista y trans ayudan en la misma dirección.

En las Cumbres del Clima los países en vías de desarrollo piden más fondos a los países ricos, culpables del cambio climático. La realidad es que el traspaso de rentas no se hace de los de arriba a los de abajo, sino de los de abajo de los países ricos a los gobernantes corruptos de los países pobres, para que mantengan a su población igual, sin desarrollar fuentes de energía rentables. Una especie de comisión que pagamos nosotros, para que los ricos de los países del primer mundo mantengan el monopolio de su mercado.

Incluso la presidenta de la Comunidad de Madrid, en un discurso contra la izquierda globalista de Más Madrid, cayó en la confusión al proclamar que quien está detrás del movimiento contra el cambio climático es el comunismo, tras señalar con acierto a lobbies y empresas con una agenda global.

Identificar al responsable

Es peligroso adoptar este relato confuso y equivocado bajo el prisma del comunismo del siglo XX para interpretar el mundo actual, porque beneficia a los verdaderos responsables y enemigos de los ciudadanos en el siglo XXI. El proyecto de las élites globalistas anhela la sumisión voluntaria de la población a su propio empobrecimiento y desaparición a través de la asunción de la pseudo religión woke - climática.

Que exista confusión sobre el verdadero enemigo impedirá que el ciudadano arruinado, despojado de su nación, su familia y su identidad, que quiera defenderse frente a las políticas climáticas pueda identificar al verdadero responsable.

Confundir al enemigo ayuda a garantizar el éxito del proyecto malthusiano y de transferencia de rentas de unas élites ricas obsesionadas con ser arquitectos del mundo. Los nuevos dioses.

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