No habrá referéndum. Cuatro veces repitió Rajoy la frase en su comparecencia ante los medios este jueves. "Sé lo que se espera de mí y cuáles son mis obligaciones", apuntó en una confesión quizás fútil. Malo sería que el presidente ignorara lo que de él se espera. Pero no, porque, acto seguido, declamó: "Soy muy consciente de mis obligaciones y de la gravedad del momento". Parecía un monólogo interior. Como esas jaculatorias que musitan los toreros ante un altarcillo de estampas en el cuarto del hotel para darse ánimos antes de saltar al ruedo.
Rajoy sabe que no habrá referéndum porque no puede haberlo. No puede haber otro 9-N. Aquello no fue "ni un referéndum, ni una consulta, ni tiene efecto jurídico alguno", dijo Rajoy en su momento. Votaron dos millones de personas. Moncloa no se lo tomó en serio. Los sherpas del presidente le convencieron de que era "una tontada, una costillada dominical, una pachanga con urnas de cartón". Hicieron el ridículo. No puede repetirse. Rajoy ha comprometido tantas veces su palabra que no sobreviviría a la hemeroteca. "Lo vamos a hacer bien, no tengan dudas", remachó su intervención. "Sabemos lo que tenemos que hacer y lo vamos a hacer bien", dijo hace días en el Congreso. Variaciones sobre el mismo tema.
Rajoy sabe que no habrá referéndum porque no puede haberlo. No puede haber otro 9-N
Preocupado pero tranquilo. Así describen el estado de ánimo de Rajoy quienes le han visitado estos días en Moncloa. Preocupado por el nivel paranoide del líder separatista, que está dispuesto a todo. Fortalecido por la unidad de los demócratas. Su media hora con Pedro Sánchez fue sobre ruedas. El líder socialista "parece otro, está por la labor", comentan. Con Rivera, no hay sospechas. Lo demás, son 'mossos y togas'. Asfixia judicial a todos los pasos políticos de Puigdemont y Forcadell y actuación de la policía catalana cuando haya que confiscar urnas o cerrar colegios. De inhabilitar al 'president' o a su abducida jefe de la Cámara nadie habla.
En el grupo de los moderados
También ha desaparecido del libreto de Moncloa el 155 o la Ley de Defensa Nacional. "Le he visto muy alejado de los sectores más duros del PP", confesaba Ximo Puig, presidente valenciano. La estrategia es otra. Acción preventiva. Tarea logística. Despliegue de servicios de inteligencia. Localización y bloqueo de las urnas allá donde estén. Y las papeletas, y los censos. El 1-O habrá como mucho, alguna cajita en alguna sede de partido, comentan. "Un teatrillo, algo inevitable", suele decir Iceta. Pero nada que ver con referéndum. No habrá urnas y Puigdemont lo sabe, aseguran con feroz confianza los fontaneros de Rajoy. El 'president' lo intentará hasta el final, pero no lo conseguirá.
Habrá, eso sí, lío en las calles. Comenzará este fin de semana, seguirá en la Diada y así hasta el 1-O. Pretenden espectáculos como el de la plaza Tahrir en la primavera árabe. Tampoco el tumulto callejero le quita el sueño a Rajoy. Es cosa de los Mossos. Que despejen ellos las calles. Que salgan ellos en las fotos. Ya lo hicieron cuando la sentada interminable del 15-M en la Plaza de Cataluña. O cuando los 'okupas' sitiaron el Parlament. Faena para Trapero.
Después del 1-O será la hora de la negociación, el diálogo, todas esas hermosas palabras que recitan los líderes políticos como si fuera un concurso de misses. "Que Cataluña esté cómoda", dirán. "Pues que se compre un sofá", responderán otros. De momento, no habrá urnas, ni referéndum, repite Rajoy. Pero el desastre, político, social, económico, vital, ya se ha consumado.