En diciembre de 2014, la universidad de Málaga suspendió de empleo y sueldo a Íñigo Errejón. El motivo de esta decisión fue que su contrato estipulaba que debía trabajar 40 horas semanales en un proyecto de investigación sobre el sector de la vivienda en Andalucía (me pregunto que sabía Errejón sobre ese asunto tan específico) por el que pasaba a percibir 1.825 euros al mes, cantidad nada desdeñable en el precario mundo de los primeros escalones de la carrera académica en las universidades públicas. Dicho contrato no era compatible con vivir en Madrid y, fundamentalmente, con no dar un palo al agua. Al alumno aventajado de Pablo Iglesias lo había fichado un profesor también militante de Podemos, Alberto Montero, seguro que por casualidad y de forma completamente objetiva. Poco tardó el absentista laboral y responsable de política de Podemos, y por tanto superior jerárquico en su organización al profesor que lo contrató, en denunciar una cacería contra su persona. El hecho de que no cumpliera con el horario establecido y con el trabajo encomendado le resultaban temas menores que no merecían en ningún supuesto que se tomaran medidas disciplinarias contra él. Los chicos dorados de Podemos habían venido al mundo a iluminarlo, no a trabajar como todo hijo de vecino para ganarse dignamente un sueldo.
Cuando se confunde trabajar con poner morritos ante las cámaras y escribir sandeces pseudo culturetas en las redes sociales queda tiempo para todo, y el ya no tan joven Errejón salía a la caza por las noches
Lo increíble es que la fulgurante carrera del redicho Errejón no se acabara en ese preciso momento. De haber sido así, de haber tenido Podemos un mínimo de la ética que nos reclaman una y otra vez a todos desde su andamio de falsa moral, nos habríamos ahorrado el sainete de estos días y muy probablemente muchas jóvenes en trances muy ásperos. Sin el brillo que da estar en el machito político, tengo dudas muy fundadas de que las capacidades de seducción del ahora caído en desgracia hubieran dado para tanto.
Pero no fue así, y como no supimos leer en su famoso tuit, la hegemonía se movió con gran tensión entre su núcleo irradiador y la seducción de los sectores aliados laterales entre 18 y 30 años. Cuando se confunde trabajar con poner morritos ante las cámaras y escribir sandeces pseudo culturetas en las redes sociales queda tiempo para todo, y el ya no tan joven Errejón salía a la caza por las noches dispuesto a sacarle todo el jugo a su impostura. Parece que no le faltaron las presuntas víctimas y desde aquí les mando a todas mi comprensión y mis deseos de que, una vez extraídas las enseñanzas vitales que puedan sacarse de tan amarga experiencia, pasen página lo más pronto posible y afinen el radar para evitar que en el futuro vuelvan a colarse en sus vidas más depredadores de pico de hojalata.
Parece que el heteropatriarcado se apoderaba de Errejón y nadie supo verlo ni muchísimo menos deternerlo, porque queridas denunciantes, si el depredador es de los nuestros la cosa cambia y hermana te creo pero poquito tirando a nada
La carta con la que el jeta se despide de la vida pública tampoco tiene desperdicio, escudarse en la contradicción entre la persona y el personaje, o el llamar “emancipación de los cuidados de los otros” a su actitud sobrada y prepotente mueven al regocijo a cualquier adulto que la lea. Lo de echar la culpa de sus malas costumbres al neoliberalismo de su vida regalada de diputado manta lleva directamente a la risión, porque es difícil echarle más cara al asunto.
Cuando en otro momento del indescriptible texto se escuda en el patriarcado para justificar su conducta me vino a la cabeza el pobre don Mendo con el cariñena y su “serena escúchame, Magdalena porque no fui yo… no fui! Fue el maldito cariñena que se apoderó de mí!”. Parece que el heteropatriarcado se apoderaba de Errejón y nadie supo verlo ni muchísimo menos deternerlo, porque queridas denunciantes, si el depredador es de los nuestros la cosa cambia y hermana te creo pero poquito tirando a nada.
"Quieres una cosa de mi"
En cualquier caso, de lo que todos hartos ya es de estos falsos predicadores del feminismo y de los partidos que se consideran en un escalón moral superior al resto. No estamos dispuestos a aguantar ni una sola brasa más del que en su vida real actúa de forma absolutamente contraria a lo que predica. Basta de lecciones morales, tonitos, jergas mal digeridas y pedanterías de barra de bar. Recuerdo ahora una anécdota de una amiga mía, que es muy probable que lea este texto ignorando que voy a referirme a ella, que en una ocasión fue el objeto de seducción de un famosísimo cantante. Tras un largo monólogo sobre filosofías, estrellas, poetas y la comunión sideral de los cuerpos celestes, él, generosamente, decidió dejarla hablar. Y tú, ¿qué piensas de todo esto?, le preguntó con un susurro que se pretendía irresistible. Ella abrió mucho los ojos y le contestó lo siguiente: “Pues yo pienso que tú quieres una cosa de mí, y esa cosa que quieres no la vas conseguir”.
Que cunda su ejemplo, amigas.