Desde que me dedico a esta profesión, y va para cuarenta años, sentí siempre gran prevención por aquellos que aterrizaban en el periodismo con la única justificación de que una actividad como esta les entretenía, cuando no les divertía. Desconfié tanto de los políticos en activo que juegan a serlo, pero con el pasamontaña puesto, como de aquellos que, una vez fuera de la política, o echados de la misma, les daba por ocupar espacio en los periódicos y las tertulias de la radio.
De todos los modelos descritos el más irritante es aquel que, desde el poder, ejerce el periodismo diseñando nuevos medios, provocando fusiones, acuerdos editoriales, graciosas y sectarias campañas de publicidad. Y más que éste, aquel que desde las covachuelas del poder reparte cargos y coloca a lábiles tertulianos para que digan lo que el que manda puede, no debe o no se atreve a decir. Lamentablemente en ese camino siempre encuentra a remedos de periodistas que, llegado el caso, harán después el trabajo en la otra dirección, justo cuando los tiempos y los colores de la política cambien. Periodistas que describen, pero no narran nada.
De la política al periodismo crítico
Ahora los periódicos se preguntan por Pablo Iglesias, ¿dónde está Iglesias, exlíder de Podemos, exeurodiputado, exvicepresidente de España, fallido diputado autonómico madrileño y antes de todo eso tertuliano de no sé cuántas televisiones en las que encontró el favor de la fama y el altavoz? Iglesias, lábil como nadie, prepara su vuelta al terreno público con una imagen más aseada y acorde con quien anuncia que se va a dedicar al periodismo. Que lo diga no significa que sea verdad. Puede que lo que llame periodismo no sea otra cosa que propaganda, pesebrismo y agitación y charcos. Las fuentes que se las trabajen otros.
Iglesias anuncia que vuelve en aras de potenciar el periodismo crítico, o sea viene a la manera de los maestros, a recordarnos lo que es y no es periodismo. Él viene a ocupar un espacio vacío: el periodismo crítico, un pleonasmo de libro. La mera invocación a esa simple reiteración conceptual resulta irritante y provocadora en boca de quien no tuvo recato alguno en pedir que le dieran los telediarios antes que consejerías o ministerios. Que hable de periodismo crítico quien quiso poner a un amiguete en la presidencia de RTVE y lo haga con semejante libertad, resulta irritante. Pero tal y como están las cosas puede hacerlo, y habrá quien le compre la mercancía. Poco ha de preocuparle ese principio irrefutable de que el periodismo o es crítico o simplemente no lo es.
El comatoso estado del periodismo español
Quien crea que esta profesión vive una época estimable es un ingenuo. Estamos en fase de disolución, a merced siempre de unos medios dirigidos por empresarios con difusas y ambivalentes líneas editoriales. Estamos sin eso que en Estados Unidos, Francia, Alemania o Reino Unido tienen para garantía del periodista: editores que les defiendan, empresarios que saben -ay Dios- que no es lo mismo fabricar refrescos que hacer un periódico. En España, que merezcan ese nombre no hay más de tres.
Nos quejamos por la forma en que la política cambia de opinión, y entonces llenamos los micrófonos de palabras serias y escribimos circunspectos artículos para mostrar nuestra sorpresa e irritación. Ayer los socialistas eran todos contrarios a los indultos, pero ha bastado que Pedro Sánchez, que también lo era, viviera su particular epifanía y cambiara de opinión sin necesidad de explicar sus razones para que su partido le siga a la forma -ya siento escribirlo- en que mi perro me sigue cuando paseo. Me muevo y se mueve. Me paro y se para.
Curas, empresarios y banqueros
Y tras los periodistas que se han caído del caballo, una buena representación de curas, unos cuantos banqueros y un buen grupo de pragmáticos empresarios. Esos curas, esos banqueros y esos empresarios dirán mañana lo contrario en razón a que primero está la fe, el beneficio y el negocio, y luego todo lo demás. La Historia de España los tiene muy presentes. Que los conocemos bien, vaya.
Y sin embargo, lo grave no es esto. Lo desconcertante es cómo a ese movimiento perruno le sigue determinada prensa y señalados periodistas que con la única invocación de la manoseada concordia y magnanimidad se tiran a las tertulias a proclamar que España tiene un conflicto con Cataluña que hay que solucionar. Nunca dicen que el conflicto no existe por la parte de España, y tampoco por, al menos, la mitad de la sociedad catalana que no es independentista y recela del incumplimiento de las leyes. Ahí están, proclamando desde los estudios de radio y los platós televisivos la buena nueva de que lo que se hace es por razones de utilidad pública y para fomentar la convivencia en Cataluña. Yo me pregunto por las razones de utilidad pública y por el fomento de la convivencia y no sé qué pensar. Miro para otro lado, meto mis manos en los bolsillos y me lo voy preguntando mientras voy mirando a los cielos.
Periodismo crítico vs periodismo magnánimo
Diálogo, reencuentro, concordia, magnanimidad, convivencia… Triste y descarnada manera de vaciar las palabras que no merecen aquellos a quienes van dirigidas. La Ley y la Justicia equiparadas a la venganza por obra y gracia de Sánchez. Llegará el día en que el presidente sienta para su desgracia la imposibilidad de replantearse su pasado y rectificarlo. O quizá no. En el error y la contumacia viven algunos sosegadamente y bien. Pregunten por Rodríguez Zapatero. De aquellos barros estos lodos.
Pero el “periodismo crítico” que viene de la mano de Pablo Iglesias, y el que ya gastan algunos medios y compañeros, harán ver que ese es el camino. El Gobierno, sus tentáculos y satélites lo agradecerán. Los curas lo bendecirán. Los empresarios lo patrocinarán. Pero siempre quedarán los que, diciendo permanentemente lo mismo, seguirán haciéndose las mismas preguntas: Y después de los indultos qué. Y después del perdón, qué hacer si la convivencia es la que es. Qué si el dialogo es imposible y no por culpa de la España que impulsa la concordia. Qué cuando llegue a Cataluña y en loor de multitudes Puigdemont. Qué cuando lo vuelvan a intentar. Qué, qué y qué. Está llegando el nuevo periodismo crítico. Y no será divertido.