Opinión

Pedro Sánchez reparte carnets de ejemplaridad

Cuanta más simpleza, más aplausos. Cuánta más demagogia, más palmas

  • Pedro Sánchez y Ángel Víctor Torres -


Vivimos entre el delirio y el disparate. O quizá dentro del esperpento valleinclanesco, siempre presente entre nosotros, antes incluso de que don Ramón nos lo sirviera en el callejón del Gato con aroma a patata brava. Lo esperpéntico habla de una persona estrafalaria que deforma la realidad a base de acentuar sus rasgos más grotescos. Sánchez, por ejemplo. Claramente, el del mitin de Canarias el domingo pasado. Es en esos actos que huelen a naftalina, y ante un público consentidor y desinformado -es lo que parecen-  cuando este hombre se crece. Lo hace con total libertad y a sabiendas de que ahí el ridículo, que llaman ajeno, es inapreciable. Ya querría un cura sentir con su parroquia la comunión que debe percibir el presidente-profeta con su militancia.  Cuanta más simpleza, más aplausos. Cuánta más demagogia, más palmas. Y las mentiras, -¡ay, las mentiras!- son vitoreadas hasta la emoción.

 

Cuando Sánchez afirma a su gente que sacará adelante el decreto de la revalorización de las pensiones, una cámara de televisión nos ofrece el plano corto de una anciana con los ojos cristalinos a punto de romper a llorar. Este, este es mi presidente, parece decirnos la abuelita mientras asiente y mueve la cabeza de arriba abajo.  Asegura el orador que el decreto que le tumbaron la semana pasada volverá a ser presentado y conseguirá sacarlo adelante. ¿Cómo? Eso no importa. Los que escuchan creen en él. Sánchez insiste. Pero Puigdemont también: si presentas lo mismo volveremos a votar lo mismo, le dicen desde Waterloo.

Lo que hay debajo de una piedra

El presidente, fanfarrón y bravo ante su público, afirma que buscará "los votos debajo de las piedras para sacar adelante un decreto que, vaya por Dios, si lo presentara sin trampas contaría con el apoyo de Feijóo en aquello que interesa a las pensiones o el trasporte público. Pero, claro, eso no se lo va a decir a la abuelita que llora viendo cómo habla y gesticula su Pedro. Y aunque se lo dijera, la abuelita no lo podría creer. Demostrado está desde tiempo inmemorial que nada se cree tan firmemente como aquello que menos se sabe. Los caballeros de fortuna conocen semejante verdad, y en esa mentira viven, crecen y se desarrollan sin reparos.

Buscar los votos debajo de las piedras es algo que ya le hemos escuchado en alguna ocasión. La primera vez los encontró cuando decidió amnistiar por su cuenta a los golpistas del 1 de octubre de 2017. Son votos carísimos. Pero Sánchez ya no tiene nada que ofrecer. El prófugo sabe que a ERC le faltan fuerzas en Madrid y en Barcelona. Que es él quien tiene pillado al Gobierno, y por eso seguirá insistiendo en la moción de confianza.

Debajo de las piedras no hay más que hojarasca podrida, insectos y algún que otro alacrán. Un mundo subterráneo que conoce bien Sánchez desde que llegó a la primera línea de la política. Fango, fango y más fango.

Sánchez entra de lleno en el algunos de los razonamientos más celebrados por el estoico. "Haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago". La frase en cuestión debería estar escrita en Manual de resistencia que le escribieron

Pero nada me ha sorprendido tanto como ver al presidente menos ejemplar desde Arias Navarro hablando de ejemplaridad. Sorprendente es que quien no la conoce se haga con el derecho de señalar quien está dentro o fuera de lo modélico. Debo reconocerle valor, quizá ignorancia, pero lo cierto es que es único a la hora de demonizar al adversario mientras santifica a los amigos.

No creo que haya abierto en su vida un libro de Séneca, y menos el de Cartas a Lucilio, que debería ser obligatorio para aquellos que se dedican a la política. En el caso de este repartidor de carnets de ejemplaridad es innecesario que lea al filósofo cordobés. Sánchez entra de lleno en el algunos de los razonamientos más celebrados por el estoico. "Haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago". La frase en cuestión debería estar escrita en Manual de resistencia que le escribieron. ¿Qué entenderá el presidente por ejemplaridad? Porque ejemplar fue Ábalos cuando le ayudó a llegar al poder; Ábalos, que defendió en 2018 en el Pleno la moción de censura que acabó con Rajoy; ejemplar Koldo, que le custodió los avales para optar a la secretaría general; ejemplar Begoña, que no sabe explicar cómo llegó a dirigir una cátedra sin pasar por la Universidad; ejemplar su fiscal general, que lucha contra el delito sin cometerlos; ejemplares sus cinco obedientes ministros enviados a recuperar el poder regional perdido desde que él llegó.

El ministro Torres sale a la palestra cada vez que Víctor Aldama abre la boca o saca un papel: que si alquiló un piso para señoritas y que iba por ahí, que si el comisionista y sus secuaces se reunión con él para montar una refinería, que si le pidió 50.000 euros a Koldo…

Pero ahora el hombre ejemplar es su ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, que es algo así como ser presidente del Conquense y dueño de un supermercado. Juntas lo territorial y la memoria y emerge con naturalidad el menesteroso ministro. Sánchez dice de Torres, y la cita es textual, “que lo que mejor se le da es ser presidente de Canarias, pero ahora es un ministro por el que pone la mano en el fuego, y por eso lo declara ejemplar y se muestra admirador incondicional del aruquense.

La historia de nuestra democracia está llena de manos abrasadas. Han sido tantos los que la pusieron por otros que la expresión suena vana. El ministro Torres sale a la palestra cada vez que Víctor Aldama abre la boca o saca un papel: que si alquiló un piso para señoritas y que iba por ahí, que si el comisionista y sus secuaces se reunión con él para montar una refinería, que si le pidió 50.000 euros a Koldo…Está por ver y demostrar lo que Aldama asegura, pero sigue extrañando toda esta picaresca literatura cuando el propio Torres dice una y otra vez que no conoce al tal Aldama.

Los dos no pueden mentir a la vez. El tiempo nos dirá lo que ahora no sabemos. Lo que ya nos ha dicho es que no hay contradicción alguna en que quien ha convertido la mentira en una forma de hacer política sea capaz de tildar de ejemplar a quien le dé la gana. Lo de menos es que sea al ministro canario. Lo sustantivo es que haya quien acepte que Sánchez está en condiciones de repartir carnets de persona ejemplar, que es algo así como si los procesos para alcanzar la santidad pasaran por el fielato del demonio. Sánchez anuncia con naturalidad quién es o no ejemplar. Y, además, cuando lo hace, los suyos le aplauden con fervor, que éste es mi Pedro y nuestro hijo amado.  No sé qué es peor, si el que reparte carnets o sus palmeros. El último que apague la luz y cierre la puerta por favor, que más ejemplos no me caben aquí.

Apoya TU periodismo independiente y crítico

Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación Vozpópuli
Muface y el Gobierno de los ineptos
Un palacete para el PNV