Una vez reunidos Pedro Sánchez y Quim Torra, y visto el resultado, los interrogantes son muchos. Dejando a un lado que el President insiste en que, sin referéndum, no habrá diálogo, la pregunta es para qué se han reunido. Se lo explicamos.
Ratafía
El típico licor catalán conocido como Ratafía que Quim Torra le ha regalado a Sánchez se elabora, según los cánones tradicionales, a base de aguardiente honesto, piel de limón, clavel, nuez moscada, piel de nuez verde, canela de Holanda y algunas hierbas tales como la menta o la marialuisa. Algunos exagerados, que siempre hay, llegan a aumentar el número de hierbas hasta las cincuenta variedades. También hay quien, de manera alocada y casi adolescente, suele añadir una cantidad copiosa de azúcar. Ni caso. En fin, mezclado todo santa y pacientemente, se introduce en un frasco de cristal a propósito, se tapona herméticamente y se deja reposar cuarenta días – hay opiniones diversas al respecto – con sus cuarenta noches. SI es más, el líquido gana más que pierde. Lo suyo es elaborarlo por San Juan, en pleno solsticio de verano, y dar cuenta del mismo en Navidad, en el solsticio de invierno. Tras ese periodo de mayor o menor ansiedad alcohólica, se destapa y se consume, preferentemente como aperitivo pues el líquido resultado pertenece a la familia de los llamados estomacales. Añado, de paso, que ni la Ratafía, el Estomacal Bonet, el Fernet Branca o aquel curiosísimo Cynar elaborado a base de alcachofas jamás me convencieron, prefiriendo como embajador de la comida un Jerez seco de bodega ilustre, no hospiciano, se entiende, servido insolentemente frío.
Pues una botella del estomacal señero catalán, junto a los libros “Imago Catalonia” y “Aran, un país”, dos tochos, el primero de mapas y el segundo de fotos, ha llevado como presentes de paz el presidente catalán, fíjense. Con lo oportuno que hubieran sido un ejemplar del “Noticia de Cataluña” de Jaume Vicens Vives o el mítico “El que hem menjat”, “Lo que hemos comido”, de Josep Pla, ilustrado con unas magníficas fotografías de Català-Roca. Inaudito para un ex editor como Torra la elección, pero él sabrá.
Por lo que respecta a la Ratafía, hay que decir que Torra es un enamorado del licor de marras y que el otro día estuvo en un no sé qué relacionado con la elaboración del brebaje en Santa Coloma de Farners. Ciascuno al suo modo, dicen en Italia.
Que Torra lleve ratafía podría entenderse como una mano tendida, habida cuenta que el nombre, “Rata Fiat” viene a significar algo que se firma o se acuerda. Que la ingesta abundante de dicho licor hace perder al interesado el mundo de vista, quedando con un ánimo propenso a escribir su nombre al pie del documento que sea, también, porque la Ratafía es cabezona, y mucho. ¿Pretendía acaso Torra que Sánchez quedase muy perjudicado por el licor catalán y le concediera así el referéndum de autodeterminación? No lo sabemos.
Aguardiente y topografía, he aquí las cartas de presentación de Torra ante el gobierno de España
Al margen que Sánchez no le ha regalado nada a Torra – para que luego digan que los tacaños somos los catalanes – y no hemos visto que le ofreciera ni siquiera unos míseros cacahuetes saludos o unos gusanitos de queso para picar, los regalos son de una inocencia de paloma torcaz. Digo más, son casi virgilianos, casi de égloga, de elegía pastoril: aguardiente y topografía, he aquí las cartas de presentación de Torra ante el gobierno de España. Nada podría resumir mejor el pensamiento de ese independentismo que representa el actual President de la Generalitat, tan propio del interior de Cataluña furibundamente anti liberal, anclado hasta las cachas en una tierra que cree suya y de nadie más, defensor del paisaje siempre que sea pintado por alguien de la Escuela de Olot, paladín a ultranza de la tradición que consignan el Costumari Català de Amades, el Calendari del Pagés, la barretina calada hasta las cejas y el recuerdo nostálgico de las carlistadas del siglo XIX, teniendo como epítome de las mismas al general Savalls y a sus fabulosas escudellas en Viladrau, de pantagruélica memoria.
No ha querido Torra fingir, que bastante lo hacen por él en TV3, Cataluña Ràdio, RAC 1 y demás emisoras asociadas a la subvención estelada. Ha llegado a La Moncloa, lazo amarillo en la solapa, como lo que es y representa: un producto genuino de la Tractoria más carpetovetónica y rupestre. Y Sánchez, para no ser menos, lo ha recibido con el desdén propio de funcionario de la capital del reino, a palo seco y con un vuelva usted mañana colgado de la comisura del labio. Dos maneras aparentemente distintas de ser lo mismo: puras rémoras.
¿Se habrán hecho seguidores en las redes sociales?
A la vulgar cotidianidad que supone ver reunidas a dos personas que cobran de nuestros impuestos haciéndose los dignos, e incluso los adversarios, no hay porqué añadir nada, más que un bostezo de aburrimiento y un mohín de hastío. Torra y Sánchez son socios de gobierno, aunque prefieran mostrarse en público como polos opuestos, casi irreconciliables, cual Capuletos y Montescos de la lid política española.
Que los socialistas precisan del concurso separatista para sacar adelante sus jaimitadas ya se vio con el pasteleo del consejo de RTVE. Que Torra espera de Sánchez dinero para la Generalitat y una batería de prebendas que puedan hacer pasar por triunfo el fracaso del independentismo, también es harto evidente. Y que todo esto nos lleva a dos conclusiones tristes, verídicas, duras, palpables, seguro, a saber: lo del intento de golpe de estado del pasado año no va a pasar factura a la mayoría de los implicados ni al movimiento separatista, quedando solo para el escarnio y la picota el puñado de presos actuales que irán dejando de serlo en pequeñas dosis; por otro lado, el engaño perpetrado a los separatistas que creyeron, de buena fe, que la cosa iba en serio y a los socialistas que creyeron lo mismo, pero desde el punto de vista contrario, es de tan gran tamaño, tan brutalmente colosal, tan descaradamente soez, que va a causar una depresión colectiva en mi tierra como pocas veces se ha visto.
Vamos a seguir instalados en ese mundo irreal que los políticos precisan para poderse apoyar en él
Se ha mentido – y se miente – de forma tan habitual, con tanto desparpajo y soltura, que es imposible volver a la verdad, por más necesaria que esta nos sea como sociedad. Vamos a seguir instalados en ese mundo irreal que los políticos precisan para poderse apoyar en él y continuar con su lógica de supervivencia personal, sin importarles lo más mínimo las necesidades de la gente. Torra y Sánchez son la misma cara de la misma moneda, y han leído bien, la misma cara digo, porque representan lo peor de nuestra historia, lo más viejo, lo privado de gloria y genialidad.
Sánchez no es más que un cesante que reclamaba volver a su gabela para pasar la mañana y lucir cargo, mientras que Torra es el carlista montaraz que lo único que pretende es seguir medrando en sus riscos sin mayores interferencias. Ambos se necesitan, se entienden, se amamantan de las ubres del otro. El turnismo de Cánovas y Sagasta al lado del carlismo, he aquí la gran novedad que nos presenta la política española de principios de siglo XXI.
Seguramente, y por aquello de que, a pastor recién llegado, cayado nuevo, se habrán hecho fotos y más fotos que, oportunamente, colgarán en sus cuentas de Tuiter, de Instagram, de lo que sea menester. Antes, con salir mencionado en el editorial del ABC un político había hecho el día. Ahora la cosa estriba en obtener más likes.
Me quedo con el ABC, con Prim, Cánovas, Dato y Canalejas, con Galdós, Baroja y Pla, y que ellos se queden con su Ratafía, sus librotes sin reflexión, sus fotografías y sus martingalas.
De todo este festival de la ordinariez no puede salir, amén de un insoportable dolor de cabeza digno de Larra, nada bueno.