La culpa es del Gobierno. No de que existan negacionistas de la pandemia, sino de que sean tantos y de que hayan circulado numerosas teorías absurdas. El Ejecutivo tiró la toalla en la lucha contra la covid-19 desde el comienzo. Sabía que no había tomado las medidas preventivas, que su respuesta empezó tarde y mal, que no tenía el poder ni las ganas suficientes para coordinar una respuesta unificada al virus.
Decidió entonces vivir en la mentira, que es el hábitat natural de Pedro Sánchez, e intentar una salida airosa. Todos los esfuerzos se centraron en crear un relato sobre la crisis que hiciera que los españoles no culparan de la tragedia y de las consecuencias socioeconómicas al Gobierno socialcomunista.
Por eso calificaron de 'guerra' a la pandemia, y usaron términos como 'desescalada', o expresiones del tipo de 'nueva normalidad
Los Iván Redondo y Juanma del Olmo de turno, al servicio del sanchismo y del podemismo respectivamente, idearon un plan de comunicación que contenía tres pilares. El primero fue un conjunto de neologismos, conceptos y palabras que creara un lenguaje con el que los ciudadanos explicaran la realidad que vivían. Por eso calificaron de 'guerra' a la pandemia, y usaron términos como 'desescalada', o expresiones del tipo de 'nueva normalidad'.
La oleada de los aplausos
Lo segundo fue una serie de costumbres que agruparan a la gente en un propósito compartido, un quehacer que distrajera al común de realizar actividades de protesta, o al menos que las retrasara todo lo posible. De ahí que idearan los aplausos a las 20:00 horas de la tarde, rodeados de mensajes socialistas, como el de 'Viva la sanidad pública', como si la privada no hubiera hecho nada. El personal sanitario, por cierto, se cansó bien pronto de toda aquella pantomima y pidió a la gente que si quería evitar los contagios, en lugar de aplaudir se quedara en sus casas y siguiera todas las normas.
El tercer pilar del rebaño que buscaban crear esos expertos de comunicación del Gobierno socialcomunista era controlar las imágenes que veían los españoles. Si conseguían que la gente usara esa “neolengua” para hablar de la pandemia, si las personas manifestaban su ansiedad con las coreografías de balcón ideadas para responder a la crisis, y esto se hacía acompañar con la ausencia de la imágenes reales de la muerte, de la realidad de la covid-19, el problema político estaría controlado.
Discurso, acción e imagen
Por eso se dio la orden de que no apareciera un fallecido, ni un féretro, ni un coche fúnebre, ni los militares sacando a los muertos, ni un paciente sufriendo, ni los familiares llorando, ni un pasillo hospitalario de UCI que no fuera para hacer propaganda. Es un clásico de la comunicación política. ¿Se acuerdan de aquella gaviota llena de petróleo en la primera guerra del Golfo que apareció en todos los informativos para demostrar la maldad de Sadam Hussein? La colocó la administración de George Bush padre para manipular a la opinión pública mundial. Discurso, acción e imagen conformaban un todo que convenció a la gente de que la respuesta de su Gobierno estaba justificada.
En España no hemos visto los efectos mortales de la covid-19 a no ser que nos haya tocado directamente, a un familiar o a un amigo. Tan solo hemos tenido el contacto directo con la virus a través de las prohibiciones, tras numerosas mentiras y contradicciones de este Gobierno. Porque Fernando Simón en cualquier país decente estaría fuera de circulación.
No ha habido concienciación sobre la letalidad de la covid-19, sino una campaña de desinformación para limpiar la imagen del Ejecutivo
Toda esa manipulación y ocultación de información para beneficiar al Gobierno de Sánchez e Iglesias está provocando el rebrote del virus en España. No ha habido concienciación sobre la letalidad de la covid-19, sino una campaña de desinformación para limpiar la imagen del Ejecutivo. El sanchismo habrá quedado a salvo, de momento, pero el país está al borde de un segundo confinamiento.
Eso es lo que está ocurriendo, de ahí la diferencia de nuestro país con el resto. Por eso España es el país con más rebrote de Europa. Por esta razón lideramos la cifra de contagios. Esta es la causa de que se pida ahora una comisión de expertos, no como la fantasma con la que nos mintieron Sánchez y Salvador Illa, y que deje fuera a Fernando Simón para encontrar soluciones.
El Gobierno nos mintió en todo con desparpajo, incluso en la cifra de muertos, según confesó Sánchez unos días después del homenaje oficial. Tanta mentira ha supuesto falta de concienciación, que ahora se echa tanto de menos. Quien tenía que haber hecho gala de responsabilidad colectiva, el Gobierno, falló por interés propio, y ahora nos pide responsabilidad individual. No es de extrañar que, yendo el péndulo de la paranoia hacia el otro extremo, hagan sus pinitos los que detrás de cada asunto ven una mano negra y una conspiración. Mientras tanto, el rebrote avanza.