Opinión

El piano bar de Moncloa

James Rhodes es un producto 100% Redondo, denominación de origen de la pose y la utilería. Es un pianista muy popular, y no precisamente por su música

  • El piano bar de Moncloa

El entusiasmo de James Rhodes por las croquetas es bastante mayor a su talento musical. Quedó claro al verlo aporrear la Novena de Beethoven esta semana durante la presentación del Plan de Reconstrucción con el que el gobierno fantasea, a lo Bienvenido Mr. Marshal, a qué destinará las ayudas europeas que no han llegado. En el piano bar de Moncloa, y antes de decretar un Estado de Alarma sobre Madrid, Sánchez prometió crear 800.000 empleos. Propaganda muy del gusto del presidente, a lo barra libretodo un estadista en Benicàssim.

La escena, un tanto de andar por casa, sirvió para rellenar la llegada de Sánchez al estrado. Lucía sus trajes sin una arruga y su sonrisa almidonada. La interpretación de Rhodes se emitió en un vídeo grabado. Vestido con una camiseta percudida y vaqueros, el británico tocó en el piano de su casa el cuarto movimiento, Ode an die Freude, para más inri, himno de la Unión Europea. El resultado fue lo más parecido a una versión midi del clásico interpretada en un recital de colegio.

A Rhodes lo llaman el pianista enamorado de España, afecto que él ha proclamado en varias epístolas obvias y pueriles. El patrimonio que glosa se limita a la recitación de la carta de aperitivos de los bares de Lavapiés. Hace un par de años, Rhodes se mudó a España empujado por el Brexit y atraído por el sol, la comida... y la gente. Sólo le faltó glosar la fiesta y la siesta. Tampoco conviene cebarse, claro. Cada quien tiene derecho a sacar brillo a sus propios lugares comunes.

Sánchez se llevó a Rhodes al piano bar de Moncloa. Barra libre de la propaganda, todo un estadista en Benicàssim

James Rhodes es un producto 100% Moncloa, denominación de origen de la pose y la utilería. Es un pianista británico muy popular, pero lo que más ha trascendido de él no es su talento, sino sus memorias Instrumental (Blackie Books, 2014), en cuyas páginas narra los abusos sexuales que sufrió cuando tenía cinco años y que consiguió superar gracias a la música. El libro le valió la entronización en la capilla de la pláñide.

Rhodes puede vivir tranquilo: después de ser telonero de Pedro Sánchez, se hace mucho más probable que promulguen la ley contra la violencia sexual infantil que Pablo Iglesias le prometió hace unos meses cuando el músico reprochó a Pedro Sánchez su inacción ante los abusos. “Esto es profundamente preocupante. Cada vez es más difícil creer que PSOE y Sr Sánchez realmente están comprometidos con el bienestar infantil. @sanchezcastejon: me estás rompiendo el puto corazón. Por favor, haz algo al respecto. Acción. Transparencia. Integridad. Come on man...”, escribió el británico en su cuenta de Twitter el 5 de febrero de 2020.

Llenarse la boca con grandes palabras, despacharse las cosas como si de un pincho de tortilla de bote se tratara. Por eso salió lo que salió esta semana: un acto de propaganda manifiestamente mejorable y con un regusto a marca blanca en su puesta en escena. Sánchez, come on tío.

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