“Less is more.” Mies van der Rohe.
Siempre me ha parecido admirable la capacidad de youtubers, instagramers y twitchers para hacer de las redes su medio de vida. Han demostrado que la nueva economía, la economía digital, no tiene por qué eliminar empleos, sino crear otros que eran inimaginables hace sólo unos años. Su capacidad de influencia, fundamentalmente en los más jóvenes, es una de las consecuencias inmediatas de su contacto directo con ellos. Desde la habitación de su casa o desde la calle, hablan el mismo idioma que nuestros hijos. Y aunque pueda parecer, para muchos, que sus ingresos vienen de la nada, lo cierto es que han creado una industria que mueve millones. Sólo el mercado de los eSports movió casi 1.000 millones de dólares en 2020, y se espera que despegue hasta los 1.600 millones en 2023.
Si usted tiene más de 45 años y no tiene hijos, posiblemente todo esto le sonará a chino, pero, sólo en España, hablamos de cerca de tres millones de aficionados habituales a las competiciones de videojuegos de todo tipo, pues a eso nos referimos con los eSports; algunos de los más populares son League of Legends, Call of Duty o FIFA, entre otros. Para hacernos una idea de su popularidad, al Intel Extreme Masters que se desarrolló durante cuatro días de 2017 en Katovice, Polonia, asistieron in situ casi 175.000 personas. Pero las audiencias palidecen cuando introducimos los espectadores online: el League of Legends Mid-Season Invitational de París de 2018 (que ni siquiera era un campeonato) acumuló 60 millones de espectadores en directo, lejos aún de los 103 millones que consigue la SuperBowl, pero a la que algún evento superará, sin duda, en menos de 3 años.
Votar con los pies
Estos días, ha impactado enormemente la decisión de uno de los más populares gamers españoles, El Rubius, de trasladarse a Andorra para ejercer desde allí su actividad profesional. Siguiendo la estela de muchos de sus compañeros, y bajo el pretexto oficial de poder reunirse con ellos, este joven de 30 años ha decidido algo que los norteamericanos llevan mucho tiempo ejerciendo dentro de su país, y que no es otra cosa que votar con los pies. El último, hasta la fecha, ha sido Elon Musk, fundador de Tesla, que se ha trasladado a Texas, abandonando la soleada y carísima California; además de construir una nueva planta allí, no es descartable que sitúe la sede de la empresa en el estado de la estrella solitaria.
Sin dudar de las razones de El Rubius, lo que está claro es que, como él mismo ha declarado, “si pago menos impuestos, mejor aún”. Y eso es lo que, precisamente, se está discutiendo estos días en redes, por lo que podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que El Rubius está haciendo más por la comprensión de la economía y de la política fiscal que todos los economistas juntos. Porque millones de chavales están empezando a entender que las decisiones que tomamos no son neutrales; que las que toma el Gobierno, menos aún. Y están observando cómo esa persona a la que tanto admiran abandona España, expulsado por la política de represión fiscal del Gobierno, de este y del anterior y del anterior. Porque esto no es un tema de color político, sino de concepción del Estado.
Esto supone que este joven ha pagado, si sus ingresos han sido, como algunos medios señalan, de 4,3 millones de euros en 2020, prácticamente 1,9 millones a las arcas públicas; eso, sólo en IRPF
Es curioso cómo, siendo Madrid un paraíso fiscal para la rancia izquierda y los independentistas que nos gobiernan, este joven ha abandonado el supuesto paraíso, acosado por un tipo marginal que, siendo el más bajo de España, no deja de ser un 43.5% por todos los ingresos que excedan los 60.000€. Y eso siempre que tributase en Madrid, porque como tuviese su domicilio en Cataluña, la cosa sería aún peor. Esto supone que este joven ha pagado, si sus ingresos han sido, como algunos medios señalan, de 4,3 millones de euros en 2020, prácticamente 1.9 millones a las arcas públicas; eso, sólo en IRPF, por supuesto. Sus compras habrán sido gravadas con el 21% de IVA, habrá pagado la contribución de su casa, la tasa de basuras, los impuestos correspondientes sobre el capital y el ahorro… Por cierto, no caigamos en la trampa de confundir países de baja tributación con paraísos fiscales; en Andorra se pagan impuestos, y cumple con todas sus obligaciones internacionales de comunicación de movimientos de capitales. Como hace España.
Las cuentas de la ministra Montero (y del exministro Montoro, no lo olvidemos, pues tanta responsabilidad tuvo en su día el de Jaén como tiene hoy la de Sevilla) son muy sencillas: si subimos el marginal al 50% y trincamos a 50 como este, obtenemos un Zendal (unidad de cuenta definida por la presidenta de la Comunidad de Madrid, cifrada en 100 millones de euros, que es el coste estimado del hospital Isabel Zendal, recientemente inaugurado para dar servicio específico a los enfermos de covid).
Una actividad dinámica
A estas cuentas del barquero cabe ponerles un par de pegas, desgraciadamente. La primera, que en España sólo unas 9.000 personas declaran ingresos por encima de los 600.000 euros, de acuerdo con la última estadística de Hacienda de 2018; no sabemos cuántos hay con ingresos similares a los de El Rubius (bueno, Hacienda sí lo conoce, por supuesto, pero no lo publica). La segunda, que las personas tenemos la costumbre de reaccionar a los estímulos, tanto a los positivos, acercándonos a la fuente, como a los negativos, alejándonos de ella. Es decir, que la economía, pese a quien le pese, es una actividad dinámica, donde el ceteris paribus (la condición básica, tan estática como falsa, para los modelos de recaudación, que viene a establecer la hipótesis del “si todo sigue igual”) falla como una escopeta de feria.
Los políticos, tan aficionados a gastar en virtud de unos ingresos que nunca se cumplen, generando déficits año tras año, no soportan que presas tan jugosas como El Rubius puedan escapar de la jaula fiscal. Y claro que se van a Andorra, como las empresas establecen su sede en Irlanda, creando allí los puestos de trabajo que aquí les impedimos. Es El Rubius el que está explicando a millones de chavales, con su actitud, algo tan sencillo como fundamental: es su trabajo, su talento, su valor añadido el que ha generado su dinero. Todo eso es suyo, y de nadie más. Otros toman la decisión de quedarse.
Un Estado más pequeño
No podemos aceptar lecciones morales de nadie criticando una decisión personal, por otro lado fácilmente revertible. Porque, puestos a pensar, ¿no sería mejor un 20% o un 25% de esos 4.300.000€ que un 50% de nada? ¿No sería mejor rebajar los tipos máximos, confiscatorios, a niveles que atrajesen el talento, en vez de expulsarlo? ¿Y si Hacienda, en vez de provocar la fuga de decenas de gamers y de profesionales liberales, se dedicase a atraerlos, con una política fiscal razonable? Quizá un tipo único en los entornos del 20-25%, con un mínimo exento elevado, lograría para España lo que las economías rusa, húngara y tantas otras aprendieron hace tiempo. Claro que, para eso, deberían renunciar a las obras faraónicas que sólo buscan comprar voluntades (seguimos siendo el segundo país del mundo con más kilómetros de AVE, y el primero de Europa en aeropuertos sin actividad) y centrarse en gestionar un estado más pequeño, que proporcionase los servicios adecuados y no inventase derechos.