La tentación estaba ahí y solo faltaba un empujoncito para convertirla en hechos. Es ya un plan aprobado y en marcha: provocar la parálisis del primer partido de la Oposición manejando con habilidad, y utilísimas complicidades, las revelaciones de la infame Operación Kitchen, y así transformar definitivamente la que parecía iba a ser una legislatura imposible en un paseo militar. Garantizar la estabilidad destruyendo cualquier alternativa. A corto y, lo que es más importante, a medio plazo. Misión de alto riesgo, solo al alcance de las grandes ambiciones, de los más osados intelectos, que va a poner a prueba las constantes vitales de nuestra maltratada democracia. Pan comido para un Pedro Sánchez que dedica buena parte de sus energías a perfeccionar la técnica de la demolición para estirar al máximo su permanencia en el Gobierno, que no es lo mismo que gobernar, y a quien la anosognosia del Partido Popular se lo está poniendo a huevo.
Kitchen y Memoria son los ingredientes principales de la nueva edición de MasterSánchez, ideada para desviar la atención del respetable de los graves problemas del país
El PP de Pablo Casado está muy cerca de convertirse en un proyecto fallido, fundamentalmente porque sigue sin ser el PP de Pablo Casado. Pero no voy a repetir los argumentos que ya expuse aquí la semana pasada (“Casado, los apuros del eterno opositor”). Mi reflexión de hoy tiene que ver con asuntos menos visibles, con el tenaz debilitamiento de las vigas maestras del sistema democrático al que parecen haberse entregado unos políticos de mediana talla y notable miopía, quienes, alcanzado su principal objetivo, el control de las instituciones (tremendo espectáculo el de la Fiscalía General del Estado), parecen haber abjurado de la regeneración tantas veces prometida. En este contexto, masacrar al PP justo cuando la situación sanitaria, económica y social del país, está a punto de alcanzar niveles de gravedad extrema, clausurar a conciencia, y a todos los efectos, las vías de cooperación entre los dos grandes partidos de ámbito nacional y promover el regreso de ese recurrente fantasma de las dos Españas, no es precisamente un cabal ejercicio de patriotismo (“Empieza a germinar esa actitud que consiste en no poder soportar a una parte de la sociedad a la que se pertenece”; Julián Marías, sobre la situación en los primeros años del siglo XIX, en “España inteligible”).
El plató de la Kitchen
La comisión de investigación que sobre la operación Kitchen se quiere poner en marcha en el Congreso, en paralelo al procedimiento abierto por los tribunales, no va a investigar nada. Será un reality, 'MasterSánchez', cuya escaleta decidirá semanalmente el equipo de Iván Redondo, encargado de modular la intensidad del drama según las puntuales necesidades de su cliente. “La pasión por la destrucción es también una pasión creativa”, que decía Bakunin. Por el plató que se montará en la Carrera de San Jerónimo pasarán oportunamente aquellos personajes que acrediten mayor capacidad incendiaria, para que de ese modo los medios afines se apliquen con entusiasmo a triturar al PP, desplazando a un segundo plano los grandes problemas del país (eso sí, estamos mucho más tranquilos desde que supimos que serán Redondo y Manuel de la Rocha los encargados de vigilar el reparto de los fondos europeos). La investigación parlamentaria del caso Kitchen y la aprobación en este preciso momento del Anteproyecto de Ley de Memoria Democrática, persiguen parecidos propósitos: aprovechar la oportunidad ofrecida por la ilícita chapucería del adversario para clonar los viejos modos del PRI mexicano; convertir al PP en un partido indeseable, colindante con el franquismo; presentar a Sánchez como la única tabla viable de salvación.
Se quiere aprovechar la oportunidad ofrecida por la ilícita chapucería del adversario para clonar los viejos modos del PRI mexicano y convertir al PP en un partido indeseable
“Para conservar la presidencia, [Sánchez] pretende conjugar diariamente tres opciones que es imposible lograr a la vez: el apoyo del bloque de la moción de censura, el aval de un consenso nacional basado en la moderación política y el visto bueno de la UE. Malabarismos de un presidente de Gobierno que alejan peligrosamente a España del entorno estable y predecible que necesitamos como condición obligada para una recuperación nacional…”. La resolución del “trilema” de Sánchez descrito en El Mundo por el exdiputado socialista y profesor Jesús Cuadrado, ya no parece tan improbable. Con el frente judicial del PP en carne viva, el hundimiento reputacional de los populares y la demolición mediática de Pablo Casado sirven para justificar la imposibilidad de un gran pacto nacional, pero la estrategia es compatible, incluso complementaria, con el penúltimo de los virajes que prepara el presidente, que marcará el resto de la legislatura: el acuerdo presupuestario con Ciudadanos (cuanto más humille Sánchez a Cs, más cerca estará de firmar con Arrimadas), presentado como garantía de moderación, salvoconducto de cara a Europa. No hay trilema. Ni siquiera dilema.
Bruselas ya ha dibujado los límites del terreno de juego. Los datos de España, los oficiosos, asustan: una caída del PIB muy por encima de las previsiones más pesimistas, hasta del 20 por ciento, según los números que tienen hechos -y no van a hacer públicos, de momento- algunos expertos. No hay margen para experimentos. Habrá presupuestos, pero deberán ser visados por la Unión Europea (Esquerra sabe que el indulto, previa reforma del delito de sedición, va por otro camino; ya nos ocuparemos de eso). En paralelo, y para compensar el giro hacia el “centro”, se mantendrá la bota de la Fiscalía bien apretada sobre la cabeza de Casado. Sánchez, el Llanero Solitario anticorrupción, al menos hasta que el PP ceda y ofrezca la abstención. Por último, con las cuentas amarradas y asegurado el cumplimiento íntegro de la legislatura -salvo que el impacto de la crisis aconseje un adelanto “técnico”-, Sánchez ejecutará el último movimiento de su estrategia: con el PP de cara a la pared y Podemos debilitado por su inconsistencia en la gestión, sus reiteradas incoherencias y conflictos internos, y los oscuros episodios judiciales cuyo impacto todavía no somos capaces de evaluar, el líder socialista se dispondrá a soltar lastre prescindiendo de Iglesias y presentándose ante los españoles, y Bruselas, como la única solución sensata para un país en estado de emergencia. Calculan 150 diputados. Como poco. ¿Capisci?