Roger Torrent ha suspendido el pleno que debía celebrarse este miércoles. Temáticas: agenda social del gobierno de Quim Torra y recuperación de la convivencia. Pero era más importante ponerse de acuerdo acerca de si a Puigdemont se le suspendía o no.
Estafa democrática
El pleno no era cualquier cosa. A propuesta de Ciudadanos debían debatirse las prioridades del Govern en temas sociales, así como poder recuperarse la convivencia en Cataluña. Son dos aspectos fundamentales para la gente que vivimos en esta tierra. El orden del día se presentaba interesante. Temas reales, que nos afectan a todos, tales como la modificación de la ley de renta garantizada de ciudadanía, la validación del decreto ley de necesidades financieras, la creación de una comisión de estudios sobre derechos civiles y políticos, lo dicho, asuntos sociales y, por tanto, de hondo calado.
Pero en la Mesa del Parlament se han enzarzado en una discusión bizantina los de Junts per Catalunya, peleados entre ellos. Uno que se abstenía y otro que votaba en contra de lo que proponía el resto, a saber, que al fugado debe tratárselo igual que al resto de los procesados. Los gerifaltes de JxC han puesto el grito en el cielo acusando a Esquerra de romper un pacto, y los de Esquerra han dicho que de eso nada, y que se ha roto la confianza entre los dos socios de gobierno. Todo por el del flequillo y sus privilegios, de los que no quiere apearse ni a la fuerza.
Tan dados que son estos de la estelada a internacionalizar el proceso, y, ya ven, a servidor le gustaría ver de qué manera explicarían a uno que venga de Francia, Alemania, Italia o EEUU lo sucedido en el Parlament. Cuando el observador preguntase la razón de la suspensión de un pleno como el que debía celebrarse ¿qué le responderían? ¿Que han surgido irreconciliables discrepancias acerca de si se deben destinar más recursos a la sanidad, vistas las bochornosas inundaciones del otro día en las urgencias del Hospital Vall d’Hebrón? ¿Que se han peleado por las intervenciones urgentes, casi dramáticas, que deben hacerse en los barrios pobres y degradados de las ciudades catalanas y que están pendientes hace años? ¿Que han discutido a muerte acerca de la nula inversión en obra pública, a la construcción de nuevas escuelas, residencias para ancianos o centros sociales?
Nada de eso. Al observador, si se hubiera querido ser fiel al relato de los hechos, se le tendría que explicar muy despacito, y con el frasco de sales a mano, que el debate mantenido entre los separatistas era, ni más ni menos, el que ha suscitado la renuncia de los diputados procesados. Como ustedes saben, el juez Pablo Llarena dictó la semana pasada la suspensión de los mismos. Eso significa que, o renuncian a su escaño y corre la lista, o se mantienen ilegalmente en posesión del mismo, lo que haría perder la mayoría al bloque separatista. La renuncia, además, implicaría dejar de cobrar los emolumentos que representa el cargo de diputado electo.
Vean lo cierto del aserto, porque Junts per Catalunya –deberían llamarse desunidos por la pasta– propuso que Puigdemont renunciase a su voto delegado de manera temporal"
Avisadas sus señorías por parte de los letrados del Parlament que lo que había dicho el juez era de obligado cumplimiento, a Torrent le ha entrado el síndrome del canguelo. El secretario general del parlament, Xavier Muro, les explicó a los padres de la patria reunidos en sabio y areópago que los votos de lo procesados no podían contabilizarse. Ahí Torrent ha hecho un poco el gallito declarando que el no está porque se produzcan alteraciones en la mayoría ni admite renuncia ninguna. Pero como la ley es pesadísima, al verse entre la espada constitucional y la pared de la estelada, ha dicho, lo dejamos que, total, hablar de los problemas reales de la gente no viene de un día ni de dos. Pasando, que es gerundio, y si esto se considera una estafa democrática ya vendrá luego la gente del Institut Nova Història a defender nuestro papelón.
Todo es temporal, provisional, fungible y etéreo
Vean lo cierto del aserto, porque Junts per Catalunya –deberían llamarse desunidos por la pasta– propuso que Puigdemont renunciase a su voto delegado de manera temporal. Es lo de siempre. A Puigdemont no se le toca, y punto. Es la terrible verdad que emerge por encima de la marea pegajosa y negruzca de las mentiras que generan cada día los seguidores de ese espectro que deambula por Alemania, como si fuese un personaje en busca de autor.
Puigdemont es capaz, y junto a él los que le defienden, de paralizar todo un parlamento, de inutilizar y dejar castrados los debates importantes que tiene planteada Cataluña. Les importa una mierda si la gente tiene o no para vivir, lo que cuenta es que los más de sesenta mil pavos anuales y todas las gabelas propias de un expresident se le mantengan a alguien que lo único que ha hecho ha sido dejar en la estacada a los suyos, escaqueándose como un cobarde. Ese es el nivel.
El frente abierto entre Esquerra, algunos miembros de Junts per Catalunya y el PDECAT frente a los de la Crida de Puigdemont es tan miserable como sus propósitos. Ni siquiera es ideológico. Se pelean por sus garbanzos, por sus prebendas, por ver quien acaba quedándose con el chiringuito de la fallecida Convergencia para continuar el chantaje al Estado. Todo, en medio de un panorama desolador en el que la gente apenas tiene para ir tirando, en el que los autónomos trabajan justito para pagar impuestos y aun gracias, en el que al hijo mayor de los Pujol, Junior, lo vuelven a enchiquerar porque ha continuado evadiendo millones a pesar de haber estado ingresado en prisión.
Y luego, ya si eso, discutiremos que colores nos gustan más, porque mientras nos tengan entretenidos con banderitas no solucionaremos nada"
Todo esto es de un nivel tan bajo, tan caciquil, que forzoso es decir que la gente que sigue a esta harka está cegada por el fanatismo. Porque hay gente que, sintiéndose independentista, no comparte para nada ese caudillismo tribal al que tan adictos son los del gremio lazi. A estas gentes me dirijo, a las personas de buena fe que se tragaron la bola de una república que solo pretendía perpetuar la casta convergente en el poder para mejor proseguir con sus actividades delictivas. A los que trabajan de sol a sol sin recibir ninguna subvención. A los que les repugna tanto como a mi el robo, el nepotismo, el chanchullo y la corrupción venga de donde venga.
Sería hora de que nos uniésemos, dejando banderías a un lado, porque los aprovechados, los jetas, los cobardes, los de la mamandurria, nos caen igual de mal. Podría ser la auténtica reconciliación entre catalanes, la que divide a los que nos importa, y mucho, toda la agenda social de este o de cualquier otro gobierno frente a los que les importa una mierda porque van a lo suyo, a medrar. Deberíamos independizarnos, sí, pero de los chorizos. Insisto, sean de donde sean. Y luego, ya si eso, discutiremos que colores nos gustan más, porque mientras nos tengan entretenidos con banderitas no solucionaremos nada y los cuatro de siempre continuaran secuestrando las instituciones y la vida pública.
Es una idea.