Sabíamos porque lo dejó grabado Francisco de Goya que "el sueño de la razón produce monstruos". Ahora sabemos que el sueño del confinamiento produce trastornos. Miles de usuarios se quejan en las redes de que descansan mal. Los expertos coinciden en señalar que durante la reclusión dormimos menos horas, por un lado, y padecemos más pesadillas o sueños extraños que de costumbre, por otro lado. O sea, en general dormimos peor.
La explicación científica parece estar en que vivimos un momento de demasiados cambios. La ruptura de nuestras rutinas provoca que nuestro reloj biológico funcione peor porque el cerebro no recibe del exterior suficientes datos sobre la hora que es. La incertidumbre de estos días sofocantes aviva la ansiedad. Y, para colmo, el consumo de demasiada información sobre el bicho, sobre todo si es por la noche y a través de pantallas, provoca que luego lo incorporemos a nuestros sueños. En suma, gracias al coronavirus nos cuesta más conciliar el sueño y, una vez conseguido, aparecen ensoñaciones distópicas.
Por decirlo así, estamos bebiendo consciente o inconscientemente un cóctel explosivo para moverse en los dominios de Morfeo. Como dicen que el periodismo también es servicio público -aunque yo lo dudo viendo tantos titulares infames y tantos bulos últimamente-, no puedo seguir contándoles lo que pretendo sin recordar que esos mismos expertos recomiendan para dormir más y mejor tres cosas: alejarse de las pantallas una hora antes de irse a dormir (leer es mejor opción), seguir unas rutinas o al menos simularlo -por ejemplo, quitarse el pijama durante el día- para engañar al cerebro y hacer deporte para cansar al cuerpo que así demandará más sueño.
En las familias enclaustradas con hijos pequeños, por el contrario, no tenemos problemas para dormir. O, mejor dicho, no lo tenemos por culpa del confinamiento. Como ya dormíamos bastante mal antes, no estamos notando cambio alguno por estar encerrados
Menciono todas estas reflexiones y recomendaciones oníricas porque en los últimos días varias personas me han comentado que están durmiendo mal. Son amigas y amigos sin niños, claro. Porque en las familias enclaustradas con hijos pequeños, por el contrario, no tenemos ese problema. O, mejor dicho, no lo tenemos por culpa del confinamiento. Como ya dormíamos bastante mal antes, no estamos notando cambio alguno por estar encerrados. En nuestro caso concreto el paraíso sigue llegando, como pasaba antes, a la hora de la siesta, cuando el enano cae como un tronco y nos posibilita dos horas de libertad. Recluida, pero libertad.
A lo largo de estos cuarenta y un días de reclusión, todos nos hemos dicho alguna vez a nosotros mismos que "esto parece un sueño". La palabra "sueño", que por cierto es una de mis favoritas, tiene tres acepciones básicas, como es sabido y como recoge el diccionario de la RAE: el acto de dormir en sí mismo; el conjunto de fantasías que pueblan nuestras mentes cuando dormimos; y esos proyectos que deseamos llevar a cabo pero, como son improbables, nos resultan gratuitos.
Los confinados decimos que esto parece un "sueño" cuando es una realidad palpable que precisamente nos provoca trastornos del sueño pero que, eso sí, todavía no ha podido acabar con nuestros sueños para el futuro
Naturalmente cuando calificamos esta nueva realidad como "sueño", utilizamos la segunda acepción, esa fantasía que no nos podemos creer porque parece irreal: "No puede ser verdad lo que estamos viviendo, esto es un mal sueño". Pero el confinamiento, que afecta a todo, quizás también a nuestra cordura, está relacionado con las tres acepciones comentadas. Los confinados decimos que parece un "sueño" cuando es una realidad palpable que precisamente nos provoca trastornos del sueño pero que, eso sí, todavía no ha podido acabar con nuestros sueños para el futuro.
Todo esto es un galimatías, soy consciente. Pero cuando se habla de los sueños siempre tenemos que adentrarnos en el terreno de la confusión. Confusos son mis recuerdos sobre las cosas que he soñado cada noche, pero cada día sí deseo que deje de morir gente, que esto acabe cuanto antes o que vivamos un verano normal. Sueños compartidos por todos, al cabo.
Ya decía al principio que el sueño durante este confinamiento produce monstruos. Quizás en el fondo les he traído por este laberinto porque, de tanto juego con el pequeño y tanto artículo sobre el enclaustre, empiezo a estar trastornado. Después de tantas vueltas que espero me perdonen, acerca de los sueños solo cabe concluir, como concluía aquel muchacho que estuvo encerrado tanto tiempo, "que toda la vida es sueño, / y los sueños, sueños son".