- Tengo una duda. ¿Tú dónde estabas cuando mataron a Miguel Ángel Blanco? Porque ese sí es uno de esos días en que todo el mundo recuerda lo que estaba haciendo.
- Sí, es cierto. Todos lo recordamos. Es como si días así dejasen algo perpetuo en la memoria, un recordatorio que incluye hasta los detalles más nimios, como una sombra imborrable. No obstante, también es cierto que la memoria es tramposa por naturaleza y, por ello, también bulle por la cabeza algún recuerdo inexacto, como construido al servicio de algún relato. Porque yo, por ejemplo, siempre pienso en algunas cosas que pasaron esos días pero ya ni siquiera sé si pasaron como las recuerdo o no.
- Lo mejor para salir de dudas, querido, es verte un documental. Precisamente para eso te llamaba…
- Ah, claro, en eso estoy yo, en regresar aquellos días pero no por los periódicos, que también lo contarán bien, sino por películas o documentales. Necesitaba volver a ver a lo que vivimos hace 25 años, quizás como terapia. Y mira, hay dos documentales que te trasladan directamente a aquellos días tempestuosos de Ermua. Es un viaje jodido pero necesario, desagradable pero balsámico, hiriente pero revelador.
- Soy toda oídos.
- Para mí el mejor de los dos es el tercer episodio de ETA, el final del silencio, que es una serie soberbia que hizo Jon Sistiaga para Movistar. Ya te hablé algún día de esto. El capítulo en cuestión, que por cierto se llama Miguel Ángel, incluye imágenes y testimonios tan potentes que te transportan a 1997, a ese tiempo sin móviles ni internet ni redes sociales donde seguíamos lo que pasaba en los transistores.
- Cierto. Yo, por ejemplo, siempre recuerdo que escuché en el coche que pese a los dos disparos Miguel Ángel estaba vivo y lo transportaban al hospital…
- Ese momento se ve perfectamente en la serie de Sistiaga, cómo la familia sale corriendo en coche hacia el hospital. Ahí volvía la esperanza. Todos creímos, o quisimos creer, que podía sobrevivir. Pero en realidad era imposible. Otra mala pasada del optimismo. Cómo nos mentimos a veces.
- Qué terrible fue todo. Y qué rápido han pasado estos 25 años.
- Nos hacemos mayores. Pero al menos algunos recordamos lo que no se puede olvidar. Y, volviendo al hilo, no te pierdas tampoco El instante decisivo, que es el documental ficcionado de Atresmedia sobre la liberación de Ortega Lara y el posterior crimen contra Blanco. Ambas cosas están contadas de manera más que fiable en este documental, pese a los peligros que tienen las reconstrucciones… Tiene buen ritmo y la estructura adecuada. Y te pone la piel de gallina.
- Estas cosas se las tenían que poner en clase a los jóvenes en secundaria. Porque ninguno de esa edad sabe lo que pasó.
- Mira, también eso se ve en el documental de Sistiaga, porque lo que pasó se les cuenta en un vídeo a unos jóvenes universitarios de 21 años que no tienen ni idea. Sus caras lo dicen todo. Les parece inconcebible que algo así pasase.
- Pasaron tantas cosas inconcebibles, amigo, que hasta a los que lo vivimos nos parece mentira.
- Desde luego que sí. Aunque también te digo que hasta de las energías más negativas se puede extraer alguna consecuencia o enseñanza positiva.
- Mira que me cuesta eso que dices. Porque yo lo que recuerdo es a mi madre volviendo a casa entre lágrimas de una manifestación en el pueblo y a mi padre diciendo barbaridades frente a la televisión. Nunca antes los vi ponerse así por algo relacionado con la política. ¿Qué se puede sacar positivo de mi recuerdo?
- Yo diría que tus padres reaccionaron como el 90% de los ciudadanos. Y no los juzgaría mal por ello. Somos humanos. La rabia y la ira también lo son. Mira, te voy a contar algo que no te he contado nunca. A ver si así te animas un poco.
- Los amigos siempre estamos para las confidencias.
- Yo creo que en alguna medida soy periodista por este asesinato. Creo que, pese a que tenía 13 años, al seguir aquella salvajada a cámara lenta sentí por primera vez la pulsión por contar las cosas que pasan. Aunque quizás todo esto también sea uno de esos recuerdos mentirosos.
-Puede ser.
-Esas mentiras que nos acabamos creyendo están en todas partes. Sin ir más lejos, muchas veces cuando me acuerdo de lo de Miguel Ángel Blanco y del famoso espíritu de Ermua tiendo a engañarme pensando que sí, que aquello ayudó a provocar el final de ETA, pero luego, cuando me paro a pensar, recuerdo todos sus crímenes posteriores, que fueron sesenta y siete, y me doy cuenta de que exagero.
-Es un buen ejemplo, amigo.
- Por cierto, te noto muy nostálgica, como tristona. ¿Estás bien?
- No te preocupes. Sólo es que al hablar de estos temas me entra una pena enorme… Fíjate, me viene todo el rato la canción de Dylan a la cabeza. "Cuántos años se pueden vivir antes de que te permitan ser libre". "Cuántas veces se puede girar la cabeza y fingir que no lo has visto". "Cuántas muertes serán necesarias...".
-Estás peor de lo que creía, flotando en el viento.
-Jajaja.
-No, en serio, entiendo que te sientas así. Pero eso es bueno. Una herida como esta duele siempre porque nunca cicatriza. Y ya sabes que en este tema lo único que no podemos permitirnos es el olvido.
- Eso es así. Pero pienso en que los de Bildu todavía no han condenado esto pero es la segunda fuerza más votada en el País Vasco, pienso en cuando Otegi le contó a Évole que aquel día estaba en la playa de Zarauz cuando asesinaron al concejal, pienso en lo que decías sobre todos los crímenes que vinieron después, pienso en tanta crueldad durante tanto tiempo, pienso en los más de 300 asesinatos de ETA sin resolver, pienso en que los que el otro día agredieron a los concejales de UPN en Pamplona son los mismos fanáticos de siempre, pienso en lo que sentirán las víctimas al ver ese pacto de la Memoria Democrática del Gobierno con Bildu y pienso y pienso. Y de tanto que pienso en todo eso, me pongo mala, la verdad.
-No te amargues. Sólo nos queda recordar lo que ocurrió para que no se repita. Como en el poema de Salinas, "memoria que le convenza / a esta tarde que se muere / de que nunca estará muerta".
-Por cierto, todavía no me has contado qué hacías hace 25 años, cuando el crimen.
-Escuchaba la radio y veía la tele, que es algo que desde entonces nunca he dejado de hacer.
-Al final será verdad que aquello te convirtió en periodista.
-Quién sabe. La memoria no es histórica ni democrática, es selectiva.
-Me apunto la frase. Ya hablaremos cuando vea los documentales.
- Adiós. Y cuídate.