Opinión

Y Sánchez se va a Azerbaiyán

Lo que anida en este huevo de la serpiente es el veneno de la desafección, que siempre resulta ser preámbulo de la crisis de un sistema

  • Pedro Sánchez haciendo uso del avión presidencial Falcon


Resulta inaudito que dos semanas después de la gota fría no haya dimitido nadie. Es un insulto a las víctimas que no haya quien asuma alguna responsabilidad, que no haya quien tire de dignidad, pida perdón por su impericia e inacción y se vaya a su casa. Visto así, es el peor insulto a los damnificados, que ven cómo aumenta su dolor y la burla. Lejos de todo lo dicho, el presidente desprecia una vez más al Congreso y mañana miércoles, en vez de estar respondiendo preguntas en la mal llamada sesión de control al Gobierno, se va a Bakú, capital de Azerbaiyán para participar en ¡una cumbre del Clima! ¿Qué va a hacer allí, explicar cómo actuó su gobierno cuando el pasado 29 de octubre?

Aquí, este solipsista de libro nos deja el tufo de su particular fango de antes de la Dana: los negocietes de su mujer, los de su admirado Koldo, los de su ministro y hombre fuerte del Psoe Ábalos y los de su obediente fiscal general al que la Guardia Civil, por orden del Supremo, le registra despacho, móvil y ordenador. ¿O es que nos hemos olvidado?

Quizá hay que convenir que no hay responsables después de la muerte de cerca de 300 personas. Ni en la Confederación Hidrográfica del Júcar, ni en el Gobierno de la Comunidad Valenciana, ni en el de España. Todos quietos, agarrados al sillón de sus entretelas. El despiste de tanto diletante de la política española es tan enorme que unos mienten afirmando que los que insultaron a Sánchez eran de extrema derecha, y los otros que los miles de manifestantes del sábado en Valencia eran, de extrema izquierda. Nadie con un poco de sentido crítico ha reconocido la verdad: que son indignados, ciudadanos que están hartos de este espectáculo de la política española en el que el bombero torero sería, en comparación con ellos, François Rene de Chateaubriand.

Mazón y Ribera nos han ofrecido una guerra de quién llamó antes por teléfono, cuántas llamadas se hicieron y no se atendieron y dónde estaba cada uno

Mazón no va a dimitir. El esperpento que tiene como consejera de Interior, que hasta días después de la riada no supo que tenía la responsabilidad de poner alarmas en directo, tampoco; la ministra Ribera, de la que en última instancia depende la CHJ (Cuenca Hidrográfica del Júcar) no da señales que anuncien que esté dispuesta a asumir algún tipo de culpa, y menos ahora que se prepara para ser Comisaria en Bruselas. Ante estos juegos florales de gentes que nunca debieron tener una responsabilidad pública por su incapacidad manifiesta, Mazón y Ribera nos han ofrecido una guerra de quién llamó antes por teléfono, cuántas llamadas se hicieron y no se atendieron y dónde estaba cada uno. ¿Habrán reparado que mientras asistimos a este espectáculo las familias entierran a sus muertos?

 

Duele, y no somos más que simples espectadores de la desgracia ajena, asistir a este festival de la incuria en la que nos cuentan las razones por las que los responsables no dimiten. El Pp, o una parte, que uno no sabe ya quien habla ahí en nombre de todos, afirma que no es el momento, que ya veremos, que cuando se normalicen las cosas etc, etc. Mazón, que hoy es un tipo amortizado, gastado, humillado, arrinconado, apestado y quizá iluminado, se queda. "Ahora soy más necesario que nunca", cuentan que ha dicho. ¿Necesario Mazón? El grado de desprecio a los ciudadanos es tal que este lunes, en una comparecencia de la portavoz de la Generalidad Susana Camarero, le preguntaron cuándo haría autocrítica su gobierno y ella respondió que ahora toca la reconstrucción. Y por eso, Carlos Mazón irá el ¡jueves! a las Cortes valencianas a dar algún tipo explicación. Y por eso también será que Sánchez se va a Azerbaiyán este martes. Hay situaciones en las que da exactamente igual la sigla.  

 

En manos de Vox

El daño al sistema sería menor si Núñez Feijóo tuviera poder para cesar a Mazón, o al menos que se lo pidiera. En su incapacidad para hacer lo que debe hacer quien aspira a presidente está la debilidad de su liderazgo y falta de fortaleza. Es de perogrullo que el desastre personificado de la riada no puede estar al frente de la reconstrucción material y moral de millones de españoles.  Y, sí, ya sé que la dimisión dejaría la Generalitat en manos de Vox y que bastaría con la abstención de los de Abascal para que el Psoe recuperase el gobierno regional. Todo eso lo sé, pero sé también que siempre los principios morales están por encima de los políticos. O deberían.

 

De Valencia a Madrid. Mucho antes de la riada, Pedro Sánchez ya había dado la medida de lo que es y puede ser en momentos delicados. La pandemia y el volcán de la Palma lo retrataron bien. Lleva dos semanas sin someterse; bueno, sin responder a la oposición. El miércoles, el presidente no estará en la sesión de control, porque, siendo como debe ser un experto en el clima, se va a una cumbre en Bakú donde podrá explicar a los participantes lo que hizo el pasado 29 de octubre. Hay que tener mucho desparpajo para, dos semanas después de la catástrofe, irse a una cumbre climática. ¿Para qué se va a quedar aquí, con lo pesada bronca que es la política nacional?

Aquí se queda el ministro Marlaska, responsable único de no decretar la Emergencia Nacional, bien detallada y justificada en la Ley 17/2015, artículo 28.2 ¿Por qué no lo hizo cuando, a las nueve de la noche, la riada era descomunal y estaba reunido en la Moncloa con un comité de crisis que decidió esperar a ver que hacían en Valencia? Si, cada día duele más el remoquete sanchista según el cual "si quieren ayuda, que la pidan".

Las infraestructuras volverán a recuperarse, el barro desaparecerá, el fango, tan conocido por Sánchez en sus causas y efectos, pasará; la actividad comercial cogerá pulso, pero los españoles no olvidarán la gota fría de Valencia y Castilla La Mancha

 

Sociólogos, analistas y politólogos acreditados, y por lo general fuera de los platós de televisión, avisan de que lo que está pasando pasará factura a las estructuras en las que se apoya la democracia liberal. Siendo como es peligroso que los españoles sepamos de la decrepitud de la clase política, lo sucedido conlleva una sensación cierta de que los que mandan no pueden. Que no se ganan el sueldo que les pagamos, víctimas y damnificados incluidos. Lo que anida en este huevo de la serpiente es el veneno de la desafección, que siempre resulta ser preámbulo de la crisis de un sistema como el nuestro. Las infraestructuras volverán a recuperarse, el barro desaparecerá, el fango, tan conocido por Sánchez en sus causas y efectos, pasará; la actividad comercial cogerá pulso, pero los españoles no olvidarán la gota fría de Valencia y Castilla La Mancha. Sabemos de lo que son capaces, pero peor aún saber de lo que son incapaces. Nuestra obligación es no olvidarlo el día que nos llamen a votar. Los que vayan, claro. 

 

A dos semanas de la Dana somos como el poema de Blas de Otero, un pueblo que ha perdido la voz en la maleza, pero a diferencia del poema, no le queda ni la palabra. Y las que tenemos no sirven. Ningunas de nuestras palabras, sobre todo las que nacen de la pena y la desolación, son escuchadas hoy. ¿A qué están jugando? Con fuego sin duda.

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